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Absurdas leyes
Aun admitiendo, que no es que suponga un revelador descubrimiento el hecho de que algunos individuos ? y no necesariamente miembros de la Cosa Nostra- no encuentren problema en matar, extorsionar o traficar, pero sí pongan reparos a prestarle dinero a un amigo, o a robar directamente los bienes o esposas ajenas, reconozcamos que al menos verlo por escrito en un decálogo choca, y mucho.
Pero es todavía más impactante enterarse por el Times de que aún siguen vigentes ciertas leyes que, al leerlas, le hacen pensar a uno que está siendo víctima de una cámara oculta. Déjenme que les cuente algunos ejemplos.
Resulta que si usted está en la ciudad de York, en Inglaterra, y se encuentra a un escocés paseando dentro del contorno de las antiguas murallas, está usted en su perfecto derecho de asesinarlo, siempre que el susodicho individuo esté provisto de arco y flechas. Asimismo, si usted se compra un cerdo en Francia y quiere ponerle un nombre, sepa que podrá echar mano del santoral cristiano, o de apelativos de dioses egipcios, griegos, latinos, o germanos, pero nunca podrá llamarlo Napoleón. Además, si en su viaje a Londres se ve tentado de mandar una postal a sus amigos, tenga mucho cuidado en cómo coloca el sello, porque si por despiste o error lo pusiera cabeza abajo, será considerado un acto de traición a la Corona Británica.
Algo me han dado que pensar estas leyes que, de entrada, parecen el colmo de lo absurdo. Pero si uno se planta y mira un momento alrededor, encuentra situaciones similares en todos los puntos cardinales. Por ejemplo, y sin ir más lejos, ¿sabías usted que en La Gomera está permitido contrarrestar las molestas campanadas de una iglesia con música de rock a todo volumen pero a nadie se le ocurre ponerle a un perro por nombre Paulino?
En Fuerteventura, está prohibido que los cantantes de rap se caguen en el Rey o le llamen “parásito”, pero no parece que nada impida que se construyan hoteles en espacios protegidos o rotondas en medio del cráter de un volcán (y si no lo creen, busquen en el Google Earth la Montaña del Cuervo).
Y si saltamos a Tenerife nos encontramos con que, si nadie pone su mano, dentro de poco será ilegal repartir periódicos gratuitos en las calles de mayor trasiego (no sea que los transeúntes vayan a leerlos), a no ser que la iniciativa y los ejemplares repartidos sean del periódico El Día o del catálogo de Ikea.
Como ven, lo de las leyes absurdas no tiene fin y en algunas ocasiones hacen más gracia que otras. Así que mejor será tomárnoslo a risa antes de que salga una ordenanza que lo prohíba.
Fayna Brito
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