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África renace en la geopolítica

Imagen de la presentación del Informe África 2023 de la Fundación Alternativas.

José Segura Clavell

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Si siguen las noticias estos días, habrán escuchado y leído que África está adquiriendo un papel cada vez más relevante en la geopolítica internacional, como lo demuestra el hecho de que lanzaran su propia propuesta de paz para Ucrania y Rusia o las elucubraciones de los expertos sobre lo que puede significar la presencia de los mercenarios del grupo Wagner en esas tierras. Lo cierto es que los lazos entre ciertos países africanos y Rusia provocan horror en Occidente y no llegamos a entender del todo la tibieza africana en la ONU, a la hora de condenar la invasión de Ucrania y alinearse con nuestras sanciones. Nos cuesta interpretar los hechos fuera de nuestro marco de conocimiento y valores y no solemos escuchar opiniones divergentes a las nuestras.  

 

Ayer tuve la oportunidad de departir con una experta, Viviane Ogou, que llevó la contraria a mis certezas: en el auditorio de Casa África, nos dijo que quizás deberíamos cambiar el enfoque y darnos cuenta de que, para los países africanos, es más importante la seguridad nacional que nuestras legítimas preocupaciones sobre la seguridad internacional. Llegó a insinuar que, quizás, debemos felicitarnos porque el continente está ampliando su nómina de socios y haciendo valer sus intereses y su peso geoestratégico como no lo hacía desde el final de la Guerra Fría. Todas esas amenazas que aparecen en nuestros medios y los malos presagios no formaban parte de su análisis de la situación en el cercano Sahel. 

 

Debo reconocer que es una forma de abordar esta cuestión que no suele darse en nuestros medios de comunicación. De hecho, tampoco es habitual que nos feliciten, como hizo también ayer otro experto, Dagauh Komenan, por desmarcarnos de las decisiones de nuestros socios europeos y decidir quedarnos en y con Mali, a pesar de la presencia rusa sobre el terreno. Ni es algo común que se celebre la postura española frente al Pacto Migratorio europeo por considerarla progresista, como hizo Cristina Fernández-Durán, de Oxfam Intermon, y que se nos siga pidiendo que nos desmarquemos de nuestros socios y se nos exija más valentía y avances como punta de lanza de un cambio de políticas en esta materia migratoria.  

 

Las opiniones de estos tres expertos me hicieron reflexionar, una vez más, sobre lo diferente que se ve el mundo desde el continente africano y desde nuestras islas o desde España y Occidente. Por tanto, agradecí enormemente a estas personas que nos dieran su opinión directa, meditada, pero sin filtro, sobre lo que podemos hacer para establecer una relación realmente fructífera entre “nosotros” y “ellos”. Algo que hicieron, en esta ocasión, en el marco de la presentación del Informe África de la Fundación Alternativas, un think tank que publica este documento de referencia desde 2019 y con el que fue un placer cooperar en este evento. 

 

Debo decirles que uno de los aspectos de Casa África que creo que es una parte intrínseca de su identidad, fundamental para su funcionamiento y que la convierte en una institución atípica, muy especial, es lo que hizo este pasado jueves. Tenemos una capacidad maravillosa para servir de punto de encuentro a opiniones divergentes. De hecho, la diplomacia pública trata precisamente de eso: de establecer espacios seguros en los que dialogar y expresar ideas que no son populares o que incluso pueden suscitar controversias para poder avanzar juntos. Casa África quiere que nos escuchemos unos a otros y avancemos.  

 

Personalmente opino que es fundamental que los think tanks en España miren hacia y trabajen sobre África y por eso espero seguir ahondando esta colaboración con la Fundación Alternativas y otras instituciones equivalente. El informe es un documento de referencia, que siempre aúna análisis académicos de gran interés y en el que los autores, con total libertad, exponen visiones y planteamientos que contribuyen al debate sobre África, al papel de África en el mundo y, sobre todo, a la relación que España tiene con África. A estas alturas, se ha convertido en lectura obligatoria para las instituciones que trabajamos con y por el continente.  

 

Respecto a la actividad celebrada, me interesó especialmente lo que la señora Fernández-Durán tuvo a bien compartir sobre su área de especialización, las migraciones, cuando nos señaló que los intereses africanos y europeos y las visiones sobre la materia desde ambas orillas son muy diferentes, cuando no entran directamente en confrontación. Como ya les mencioné, también se opuso a una práctica que se está normalizando en Europa y que vincula la ayuda a la cooperación no a su propósito real si no a la voluntad de los receptores de contener los flujos migratorios e impedir los movimientos de personas en nuestro nombre, en lo que ahora se llama la externalización de las fronteras. En nombre de esa contención, añado, estamos dispuestos a aceptar acontecimientos inaceptables, como ese reguero de naufragios y muertes en nuestras fronteras que no se corresponden con la idea de una Europa justa y generosa que quiero preservar.

 

Preguntamos a nuestros invitados qué tenemos que hacer para que nuestra acción exterior en África sea digna, constructiva y útil. En este sentido, el señor Komenan nos indicó que de la estabilización del Sahel derivaría un potencial mercado enorme para España y nos recordó que no estamos vinculados a la mala imagen de la colonización en muchos de los países africanos de nuestra vecindad, algo que nos facilita la entrada en territorios que no tienen prejuicios sobre nosotros.

 

Potenciar a las sociedades civiles y apoyarlas para que se conviertan en un contrapoder a regímenes autoritarios, darles visibilidad y respaldo, es algo que se subrayó como una iniciativa sabia para España, a medio o largo plazo y mejor que la inversión en una cooperación al desarrollo que no puede solucionar mágicamente todas las carencias del continente.

 

La señora Ogou nos recomendó apagar la alarma en lo que se refiere a la diversificación de alianzas y aceptar sus opciones, especializarnos aprovechando nuestras ventajas comparativas (como el trabajo con sociedad civil) y, sobre todo, revisar el modelo de relaciones euroafricanas e hispanoafricanas, cambiarlo profundamente y con valentía. Los tres expertos hablaron desde lo propositivo, alabando las buenas prácticas y señalando caminos que ya sabemos que existen y que funcionan, pero que en ocasiones chocan con la inercia que no nos deja contemplar otras posibilidades.  

 

Disfruté mucho de la presentación del informe, que agradezco a la Fundación Alternativas, y sobre todo, disfrute del diálogo. La creación de espacios seguros de debate y aprendizaje es, precisamente, para lo que sirven la diplomacia pública y Casa África.  

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