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‘Otro’ agosto

Miren por donde, este agosto no será un mes al uso, al menos teóricamente. Hay vacaciones, hay canciones, hay récords, hay Juegos Olímpicos, hay fichajes deportivos multimillonarios, hay tostones y patios televisivos, hay siestas y chapuzones, fervor, verbenas y romerías, claro que sí; pero no hay gobierno en España resultante de las últimas elecciones y como el calendario no se detiene y están sus plazos, pues este agosto, que se decía vacacional y festivo en otros tiempos, llevadero y tal y tal con sus tópicos de toda la vida, será también intensamente político, con negociaciones, interpretaciones, ansias, ocurrencias, posibilismos… Y especulación mediática. Por supuesto.

Nadie quiere terceras elecciones pero no hay gobierno, como quedó claro con la penúltima pirueta de Mariano Rajoy (Ya no queda mucho margen para otras, pero en tratándose del presidente en funciones, no descarten nada. Perdón, sí: todo descartado menos su renuncia). El personal está que trina: Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura, hizo una vehemente y significativa declaración pública invocando, con nombres y apellidos, a los candidatos a la presidencia. Era el reflejo del ‘no-se-puede-más’, del desespero, del estado de ánimo de miles de españoles. La gente está agotada: no queda ambiente ni círculo social o familiar donde alguien haya expresado su negativa a acudir a las urnas en caso de que hubiera tercera llamada a las urnas en menos de un año.

La clase política tiene que ser consciente de este malestar tan extendido y de las consecuencias del rebrotado rechazo, de la rediviva desafección. Luego, los responsables tendrían que hacer lo que no han podido ni sabido hasta ahora. Han llegado a hartar de tal manera que a los ciudadanos ya les da igual gobierne quien gobierne, aunque no faltan quienes, entre sornas e imponderables, afirmen que, sin ejecutivo, sigue habiendo vacaciones, se venden tomates y cebollas y casi todo funciona como casi siempre.

Pero no puede ocurrir que pasen meses y meses sin que un Gobierno, siquiera en funciones, pueda ser fiscalizado. Hay otros asuntos que requieren de soluciones o medidas apremiantes pues no siempre se va a aparecer la Virgen milagrera con los datos de la Encuesta de Población Activa o con el aplazamiento interesado de las sanciones comunitarias. Los Presupuestos se echan encima y los responsables de las economías y haciendas del bloque institucional, pero también empresarios, sindicatos y agentes sociales, quieren saber cuáles son sus márgenes, sus recursos y sus porcentajes.

Entonces, agosto se inicia con todo el mundo de guardia o cuando menos localizado, so capa del notición del acuerdo ‘in extremis’, o de la fecha para una investidura o de la renuncia para desbrozar el bloqueo. Parto con dolor o ‘fumata bianca’, frases preparadas.

Igual no pasa nada. Pero no será el agosto convencional, seguro.

Miren por donde, este agosto no será un mes al uso, al menos teóricamente. Hay vacaciones, hay canciones, hay récords, hay Juegos Olímpicos, hay fichajes deportivos multimillonarios, hay tostones y patios televisivos, hay siestas y chapuzones, fervor, verbenas y romerías, claro que sí; pero no hay gobierno en España resultante de las últimas elecciones y como el calendario no se detiene y están sus plazos, pues este agosto, que se decía vacacional y festivo en otros tiempos, llevadero y tal y tal con sus tópicos de toda la vida, será también intensamente político, con negociaciones, interpretaciones, ansias, ocurrencias, posibilismos… Y especulación mediática. Por supuesto.

Nadie quiere terceras elecciones pero no hay gobierno, como quedó claro con la penúltima pirueta de Mariano Rajoy (Ya no queda mucho margen para otras, pero en tratándose del presidente en funciones, no descarten nada. Perdón, sí: todo descartado menos su renuncia). El personal está que trina: Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura, hizo una vehemente y significativa declaración pública invocando, con nombres y apellidos, a los candidatos a la presidencia. Era el reflejo del ‘no-se-puede-más’, del desespero, del estado de ánimo de miles de españoles. La gente está agotada: no queda ambiente ni círculo social o familiar donde alguien haya expresado su negativa a acudir a las urnas en caso de que hubiera tercera llamada a las urnas en menos de un año.