Espacio de opinión de Canarias Ahora
Aleixandre en la casa del olvido
Tarde soleada de enero. Tarde triste con una triste noticia: por orden de un juez, cómo no, la casa en la que vivió el poeta Vicente Aleixandre sale a subasta. Después de años de desarreglos, desde la muerte del poeta en 1984, entre herederos, autoridades y personas varias y diversas, se perpetrará el desastre; la casa que fue centro de cultura casi clandestina durante la oprobiosa, de peregrinación de poetas jóvenes y mayores, podrá convertirse en una clínica dental, por ejemplo, si es que no cae al suelo víctima de la especulación.
Me situé en la esquina de la carrera de San Jerónimo con Ventura Rodríguez: “¿Sabe quién fue Vicente Aleixandre?”. Encuesta sin ningún valor científico por supuesto: de veinte personas de distintas edades y condiciones, solo una contestó con conocimiento. Era una sesentona, como yo, y nos fuimos a tomar un cóctel a un hotel cercano para celebrarlo. Me contó que cuando le dieron el Nobel a Aleixandre, ella estaba acabando el bachillerato y su profesor de literatura trajo cava a clase para celebrarlo. “Por Aleixandre y por el 27”, parece ser que dijo. Como para no recordarlo. Añadí el nombre de Justo Jorge Padrón, poeta canario que se llevó la pandemia, que recogió en 1977 el premio Nobel en Suecia porque Aleixandre, eterno enfermo, no podía viajar.
Si no saben quién fue Aleixandre, poco les importará lo que ocurra con su casa. En la “Cabaña Argentina” me invitó a comer un amigo barcelonés: hasta las jóvenes camareras se mostraban partidarias de Milei sin preguntárselo. Horror. Recordamos la rehabilitación de Puerto Madero en Buenos Aires, propiciada y financiada por Pascual Maragall en el explosión del modelo Barcelona post olímpica. Me limité entonces a dirigir la edición de un folleto lujoso y completo sobre el asunto. Qué tiempos. Más tarde, en el Congreso de los diputados, los independentistas catalanes de derechas (¿podrían ser de izquierdas?) liaron una de las suyas, una más, habrá otras hasta que el chicle se rompa. Yo seguía preguntado por Aleixandre, y enseñando al mismo tiempo un librito de Ángel Pestaña que llevé en el bolsillo de la cazadora: mejor colocar en el olvido los resultados de mis preguntas entre colegas periodistas y políticos. Fernando Jaúregui sabía perfectamente quiénes eran ambos, todo hay que decirlo. Miguel Ángel Aguilar también: solo me quedan los maestros. Al olvido se va a ir también la casa de Aleixandre. La amnistía, la madre que parió a los jueces fundamentales y fundamentalistas –son metáforas; por favor, no me encausen aunque le tiré piedras a los grises en las calles compostelanas in illo tempore- las cabras, el aguarrás y la gallina, sobre todo la gallina. Pregúntenle a Pepín Bello, a Buñuel o a Lorca. ¿Ocurriría lo mismo con la casa de un poeta y nobel inglés, francés, alemán o italiano? Pregunten en las calles, como yo, pregunten a sus vecinos, a la farmacéutica encargada que sabrá más que la sustituta, azarosos títulos universitarios. Pregunten en el autobús o en la guagua: un conductor me quiso obligar a bajar esta mañana pero un joven pasajero me apoyó y no hubo tal. Pregunten a sus conciencias y recuerden la casa en la calle Velintonia, todavía en pie, con estos versos del poeta: “Aún más que el mar, el aire,/ más inmenso que el mar, está tranquilo./ Alto velar de lucidez sin nadie”. Pregunten.
Tarde soleada de enero. Tarde triste con una triste noticia: por orden de un juez, cómo no, la casa en la que vivió el poeta Vicente Aleixandre sale a subasta. Después de años de desarreglos, desde la muerte del poeta en 1984, entre herederos, autoridades y personas varias y diversas, se perpetrará el desastre; la casa que fue centro de cultura casi clandestina durante la oprobiosa, de peregrinación de poetas jóvenes y mayores, podrá convertirse en una clínica dental, por ejemplo, si es que no cae al suelo víctima de la especulación.
Me situé en la esquina de la carrera de San Jerónimo con Ventura Rodríguez: “¿Sabe quién fue Vicente Aleixandre?”. Encuesta sin ningún valor científico por supuesto: de veinte personas de distintas edades y condiciones, solo una contestó con conocimiento. Era una sesentona, como yo, y nos fuimos a tomar un cóctel a un hotel cercano para celebrarlo. Me contó que cuando le dieron el Nobel a Aleixandre, ella estaba acabando el bachillerato y su profesor de literatura trajo cava a clase para celebrarlo. “Por Aleixandre y por el 27”, parece ser que dijo. Como para no recordarlo. Añadí el nombre de Justo Jorge Padrón, poeta canario que se llevó la pandemia, que recogió en 1977 el premio Nobel en Suecia porque Aleixandre, eterno enfermo, no podía viajar.