Antifascismo, en defensa de la democracia

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Setenta y cuatro millones de votantes republicanos, alentados por el fracasado presidente Donald Trump, -que es seguido en Twitter por ochenta y nueve millones de personas-, en su gran mayoría, se han creído las falsedades de Trump, que en el último año ha extendido las dudas sobre el sistema electoral de su país, diciendo que en las elecciones de noviembre habría fraude electoral. Y el día 6 de enero, en que se iban a certificar los resultados electorales definitivos, para que el próximo 20 de enero a las 12 del día fuera proclamado Joe Biden presidente de los EE.UU. se produce un inesperado asalto a un desguarnecido Capitolio para impedirlo.

Fraude electoral que no ha podido demostrar ni en sus reclamaciones electorales ni en sus recursos judiciales, a pesar de los intentos realizados in extremis para presionar a muchos de sus correligionarios y a algunos de sus más estrechos colaboradores, como a su propio vicepresidente Mike Pence, a quien ha calificado de traidor por no saltarse la Constitución. Y eso, para asombro de propios y extraños, ocurría en la democracia norteamericana, cuya proyección social defendía Alexis de Tocqueville en La Democracia en América, pero que ha devenido en el triunfo del individualismo.

Patrimonializando la Ley y el Orden, desde un populismo exacerbado cuasi fascista, el incendiario presidente Trump, después de arengar a miles de los suyos en los alrededores del Capitolio, alentando a las hordas de seguidores a un asalto violento a la sede del poder legislativo, no sólo no puso los medios para detener ese asalto, compareciendo públicamente como le pedía Joe Biden, sino que reiteró la idea del fraude electoral a través de Twitter, su medio preferido.

Los miles de manifestantes seguidores de Trump, muchos con la bandera de EE.UU., algunos con banderas con un rifle, estaban allí defendiendo su idea de la Ley y el Orden y de la Constitución, defendiendo su idea de que ha habido fraude electoral, defendiendo sus ideas de que sus puestos de trabajo peligran por consecuencia de la inmigración pobre que ha llegado al país en busca de una vida mejor. Otra vez se repite la lucha del penúltimo contra el último.

En el origen de este populismo comandado por Trump están las grandes desigualdades que han ido creciendo en este país desde Reagan, sin derecho a una educación pública o a una sanidad pública, familias que incluso han tenido que endeudarse para ser atendidas ante la pandemia. Y, sin embargo, a pesar de formar parte de los excluidos, muchos de ellos han creído a pies juntillas todas las falsedades de este cínico y tramposo multimillonario que eligieron hace cuatro años como presidente, que ha gobernado con una actitud criminal e irresponsable, que ha sido alentado por la mayoría del partido republicano y por muchos medios de comunicación.

Los ultras Trump boys, armados, junto a otros miles, dicen estar dispuestos a llegar “hasta el final”. No van a admitir como legítimo al nuevo presidente Biden. EE.UU. parece dirigirse a una situación de guerra civil, o al menos de división irreconciliable entre ambos bandos, distorsionados por una falsa realidad paralela creada y auspiciada por muchos de los medios de comunicación. Un sistema democrático, controlado y gestionado por los dueños de las riquezas del planeta, que han impuesto las ideas del neoliberalismo y la globalización sobre la mayoría de países, ha sido capaz de producir un espectáculo que, en cualquier otro país podría haber sido calificado de intentona de “golpe de Estado”. Tal vez, sea una premonición de que el imperio comienza a resquebrajarse.

Si el partido republicano cierra filas en torno a Trump, después de esta situación, podríamos estar asistiendo a una mayor polarización política y a una casi imposible reconciliación. Si, por el contrario, no lo apoya, podríamos estar asistiendo al comienzo de una división dentro del partido republicano, con una facción de ultraderecha, el trumpismo, encabezada por Trump o por cualquier otro.

Tal vez la solución pase por que Donald Trump sea apartado urgentemente de la Presidencia, sea llevado ante los tribunales, tanto por el apoyo a la sedición como por sus presuntos delitos fiscales-, y finalmente condenado.

Frente a este movimiento de la ultraderecha, aquí y allá, defender la democracia pasa en los momentos críticos como este, por ser antifascistas.