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¿Es antisistema enseñar Sociología?

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Buena parte de mi trabajo consiste en impartir docencia de asignaturas de Sociología en una Facultad de Economía, Empresa y Turismo. Siguiendo el programa estas semanas me toca intentar explicar de alguna manera ideas de autores como Marx, Weber y Durkheim acerca del cambio y la estratificación social. Cada vez se me hace una tarea más difícil, porque siento que “el sistema” considera que yo no debería hacer mi trabajo. Aunque personalmente me consta que hay quienes me tienen aprecio, de forma colectiva tengo la sensación de que quienes imparten docencia de Administración de Empresas, Economía, Contabilidad, Márquetin, Matemáticas o Inglés, piensan que lo que verdaderamente deben aprender los jóvenes son sus materias, que son “útiles”. Dado el prestigio que en mi facultad tiene la “emprendiduría”, tengo la sensación de que muchos piensan que sería más útil, en vez de la asignatura de Sociología que imparto yo, una asignatura de “Emprendiduría” (que no impartiría yo). A menudo siento que muchas personas opinan, como extensión del argumento de que todos los que trabajamos para la cosa pública somos parásitos que vivimos a costa de los impuestos que pagan otros, que las personas como yo somos “lo peor de lo peor”. Porque no sólo vivimos a costa de los impuestos que pagan quienes tienen trabajos “de verdad”, sino que en vez de enseñar cosas útiles nos limitamos a estudiar y reflexionar acerca de cómo es la sociedad, y a transmitir a los jóvenes ideas tan subversivas como la de que colectivamente podemos decidir qué tipo de sociedad queremos ser. 

En la actualidad se espera que la universidad sirva para que los jóvenes adquieran “competencias”. Tanto universidades públicas como privadas gustan de presumir de que una de las competencias que desarrolla su alumnado es la capacidad crítica. Y esta ha sido definida como “la capacidad de entender que las soluciones que hoy damos a nuestros problemas son contingentes, y que podrían ser otras”. Hoy en día producimos energía quemando combustibles fósiles, que son cada vez más escasos, y además generan contaminación, pero en el futuro podría ser de otra manera. Hoy en día utilizamos infinidad de plásticos, que contaminan los mares, pero en el futuro podríamos encontrar otra solución a nuestros problemas de envasado. Y así podríamos poner muchos más ejemplos. En el terreno de la Sociología, desarrollar la capacidad crítica puede tener que ver con ayudar a entender que este “sistema”, que en función de qué autores citemos se denomina “capitalismo financiarizado”, “capitalismo de vigilancia” u otros términos podría ser de otra manera. Que la public corporation orientada a maximizar el valor para el accionista (shareholder value) no es la única manera de satisfacer las necesidades humanas (uso algunos términos en inglés porque parece que es el único criterio de “cientificidad” de una teoría). Que además de las empresas capitalistas existen las empresas públicas y las de economía social, y que, si de verdad hacemos ciencia, el presupuesto de que sólo las empresas capitalistas son eficientes debería quedar falseado cuando encontramos otro tipo de organizaciones que lo son. De hecho, como a veces digo para épater le bourgois, si tan convencidos estamos de que el mercado es la manera más eficaz y eficiente de satisfacer necesidades ¿no deberíamos de aceptar que la prostitución, el tráfico de drogas y de órganos, por ejemplo, son más eficientes que sus equivalentes “de no mercado”? 

Enseñar Sociología, aunque implique explicar autores como Marx, Weber y Durkheim, no es impartir ideología antisistema y corromper a la juventud. Es ayudar a desarrollar la capacidad crítica. Entender que la manera en que se organiza una sociedad es una construcción social, y no el resultado de la voluntad divina, ni de las fuerzas inexorables de la naturaleza, que es como a menudo se presenta lo de “el mercado” implica también entender que, aunque hoy nos organizamos como sociedad de una manera, mañana podríamos hacerlo de otra. Claro que si alguien considera que explicar que “el sistema” podría ser de otra manera es ser antisistema admito que me llamen antisistema. Aunque hay cosas del sistema actual que me parecen bien y no considero necesario cambiar. Cuando planteo a mi alumnado la cuestión de si piensan que la posición que cada persona ocupa en la sociedad ha de depender de sus méritos y no de cuestiones como de quién se es hijo/a, muchos dicen que sí. Luego les pregunto qué opinan sobre el impuesto de sucesiones. Y les invito a reflexionar: si pensamos que la posición de cada quien ha de depender de sus propios méritos, y no de quién se es hijo/a ¿no debería el impuesto de sucesiones ser del 100%, para evitar que la posición que acabarás ocupando dependa al menos en parte de quiénes son tus padres? Hay quien pensará que corrompo a la juventud, porque en vez de enseñarles cosas útiles, el tipo que tienen que aplicar en la actualidad para que puedan hacer la Declaración de la Renta, les planteo que, como ciudadanos de una democracia podrían, con su voto, cambiar los impuestos. Decía Weber que la Ciencia sirve para hacernos conscientes de los hechos incómodos, no para decirnos cómo debemos vivir nuestra vida. Yo no le digo a nadie cómo vivir su vida, tan sólo le invito a pensar que podría votar a aquellas propuestas acordes con sus valores. Lo antisistema, en un “sistema” que cree en la democracia y en el voto, no es enseñar eso. Lo antisistema es contribuir a seguir propagando la idea de que en el ámbito de las “reglas para la gestión de la casa”, que es lo que etimológicamente significa “economía”, mandan las plutocracias y no la democracia y el voto. Sería antisistema enseñar eso en un sistema en el que manden empresarios y economistas, y en el que voto de quien tiene un millón valga 1.000 veces más que el de quien tiene 1.000. Pero, al menos hasta dónde yo sé, ése no es nuestro sistema. 

Buena parte de mi trabajo consiste en impartir docencia de asignaturas de Sociología en una Facultad de Economía, Empresa y Turismo. Siguiendo el programa estas semanas me toca intentar explicar de alguna manera ideas de autores como Marx, Weber y Durkheim acerca del cambio y la estratificación social. Cada vez se me hace una tarea más difícil, porque siento que “el sistema” considera que yo no debería hacer mi trabajo. Aunque personalmente me consta que hay quienes me tienen aprecio, de forma colectiva tengo la sensación de que quienes imparten docencia de Administración de Empresas, Economía, Contabilidad, Márquetin, Matemáticas o Inglés, piensan que lo que verdaderamente deben aprender los jóvenes son sus materias, que son “útiles”. Dado el prestigio que en mi facultad tiene la “emprendiduría”, tengo la sensación de que muchos piensan que sería más útil, en vez de la asignatura de Sociología que imparto yo, una asignatura de “Emprendiduría” (que no impartiría yo). A menudo siento que muchas personas opinan, como extensión del argumento de que todos los que trabajamos para la cosa pública somos parásitos que vivimos a costa de los impuestos que pagan otros, que las personas como yo somos “lo peor de lo peor”. Porque no sólo vivimos a costa de los impuestos que pagan quienes tienen trabajos “de verdad”, sino que en vez de enseñar cosas útiles nos limitamos a estudiar y reflexionar acerca de cómo es la sociedad, y a transmitir a los jóvenes ideas tan subversivas como la de que colectivamente podemos decidir qué tipo de sociedad queremos ser. 

En la actualidad se espera que la universidad sirva para que los jóvenes adquieran “competencias”. Tanto universidades públicas como privadas gustan de presumir de que una de las competencias que desarrolla su alumnado es la capacidad crítica. Y esta ha sido definida como “la capacidad de entender que las soluciones que hoy damos a nuestros problemas son contingentes, y que podrían ser otras”. Hoy en día producimos energía quemando combustibles fósiles, que son cada vez más escasos, y además generan contaminación, pero en el futuro podría ser de otra manera. Hoy en día utilizamos infinidad de plásticos, que contaminan los mares, pero en el futuro podríamos encontrar otra solución a nuestros problemas de envasado. Y así podríamos poner muchos más ejemplos. En el terreno de la Sociología, desarrollar la capacidad crítica puede tener que ver con ayudar a entender que este “sistema”, que en función de qué autores citemos se denomina “capitalismo financiarizado”, “capitalismo de vigilancia” u otros términos podría ser de otra manera. Que la public corporation orientada a maximizar el valor para el accionista (shareholder value) no es la única manera de satisfacer las necesidades humanas (uso algunos términos en inglés porque parece que es el único criterio de “cientificidad” de una teoría). Que además de las empresas capitalistas existen las empresas públicas y las de economía social, y que, si de verdad hacemos ciencia, el presupuesto de que sólo las empresas capitalistas son eficientes debería quedar falseado cuando encontramos otro tipo de organizaciones que lo son. De hecho, como a veces digo para épater le bourgois, si tan convencidos estamos de que el mercado es la manera más eficaz y eficiente de satisfacer necesidades ¿no deberíamos de aceptar que la prostitución, el tráfico de drogas y de órganos, por ejemplo, son más eficientes que sus equivalentes “de no mercado”?