Espacio de opinión de Canarias Ahora
No al cierre de la Sala de Arte Contemporáneo
Corrían los años setenta, años en que todo parecía posible, hablo de mis primeros contactos con el mundo del arte, mis años de iniciación en lo que más tarde iba a ser una vida dedicada por entero a la búsqueda de un sueño, acabar con el silencio que nos imponía la situación política del momento y ser artista.
Allí coincidí, con lo más granado de la cultura canaria del momento, con Pedro García Cabrera, con Domingo Pérez Minik, con Eduardo y Maud Westerdhal, con el que más tarde fue amigo y compañero de viaje en alguna ocasión, me refiero a Pedro González, con Enrique Lite y todo el grupo de Nuestro Arte, con una larga lista de intelectuales con los que era posible codearnos con naturalidad y hablar de nuestras inquietudes. En sus salas vi las exposiciones que más influyeron en mi obra futura y que estoy seguro igual les pasó a muchos de los jóvenes de ese entonces.
No estoy hablando de un lugar utópico e inexistente, hablo de las salas de un museo en el que era posible coexistir lo más vanguardista de la plástica y el pensamiento del momento, con el arte que se hacía algunos años o siglos anteriores. Me refiero a las salas del Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife, este museo fue el magma que preparó el devenir de lo que sería en gran parte el mundo del arte en Canarias posteriormente. Era un museo vivo, un museo adelantado a su tiempo, que nos permitió a los que éramos jóvenes en ese momento ser lo que somos ahora, de aprender en sus salas del arte del pasado y del arte contemporáneo, de sentirnos partícipes de ese momento histórico.
Hablo de ese mismo museo que hoy quieren convertir en un edificio vacío de contenido, como si todo esto no hubiese existido, es el mismo museo que actualmente acoge la Sala de Arte Contemporáneo, donde lo más granado del arte nuevo, de lo emergente, de los más innovador, de un Tragaluz Digital en el que tienen cabida el arte moderno más experimental, de toda la creación de esos artistas jóvenes que han pasado por sus salas y que hoy, no sé por qué extraña razón nos quieren hurtar. Que no hablen de problemas de espacio, los que conocemos este Museo Municipal, sabemos que hay espacio suficiente, salas en desuso, biblioteca sin libros en sus estanterías, espacios muertos al fin para la cultura, donde es posible que coexistan lo nuevo y lo de ayer, un espacio capaz de dar cabida a toda esa pléyade de artistas futuros, que hoy ven como ese espacio de todos, se convierte en un gran contenedor vacío de ideas, decimonónico, sin perspectivas de futuro, si exceptuamos a los estudiosos o a los circunstanciales turistas despistados que tropiecen con sus salas.
Me quiero sumar desde aquí a esas casi tres mil firmas que piden que no se cierre la Sala de Arte Contemporáneo del Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife, y les pido a todos los compañeros artistas, a la Aicav, y a los artistas de la Real Academia de Bellas Artes, que no nos dejemos arrebatar nuestro espacio, nuestro museo y que hagamos oír nuestra voz para evitar su cierre, que Santa de Cruz de Tenerife siga contando con un gran museo vivo como el que yo conocí cuando era joven.
Corrían los años setenta, años en que todo parecía posible, hablo de mis primeros contactos con el mundo del arte, mis años de iniciación en lo que más tarde iba a ser una vida dedicada por entero a la búsqueda de un sueño, acabar con el silencio que nos imponía la situación política del momento y ser artista.
Allí coincidí, con lo más granado de la cultura canaria del momento, con Pedro García Cabrera, con Domingo Pérez Minik, con Eduardo y Maud Westerdhal, con el que más tarde fue amigo y compañero de viaje en alguna ocasión, me refiero a Pedro González, con Enrique Lite y todo el grupo de Nuestro Arte, con una larga lista de intelectuales con los que era posible codearnos con naturalidad y hablar de nuestras inquietudes. En sus salas vi las exposiciones que más influyeron en mi obra futura y que estoy seguro igual les pasó a muchos de los jóvenes de ese entonces.