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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Bájese los pantalones

Pedro Sánchez ha estado jugando con fuego esta semana en la sesión de investidura, que puede quedar frustrada o no este jueves debido fundamentalmente a la poca generosidad del Partido Socialista con el resto de la izquierda

Los socialistas pusieron el veto a Pablo Iglesias como condición para formar un gobierno de coalición con Unidas Podemos. Fue un gesto muy feo del PSOE porque mal empieza una negociación exigiendo que el líder y cabeza de lista del otro partido con el que vas supuestamente a pactar no esté en el futuro gobierno.

Aunque es cierto que la potestad para nombrar a los ministros la tiene el presidente del Gobierno, no es menos cierto que hasta ahora siempre que ha habido gobiernos de coalición en cualquier institución pública española cada partido aportaba y elegía a sus representantes.

Sánchez y sus correligionarios reprobaron a Pablo Iglesias con la supuesta excusa de que es un político muy radical que entorpecería el próximo gobierno de progreso por sus contundentes opiniones sobre asuntos de Estado como el conflicto de Cataluña en la política doméstica y otros asuntos de mayor enjundia relacionados con la Unión Europea y la diplomacia internacional.

El subterfugio socialista es bastante ridículo porque cualquier otro dirigente de Podemos piensa, si no exactamente igual, sí bastante parecido a Pablo Iglesias. Vetar al líder de Podemos suena más a una artimaña de Pedro Sánchez para que el líder morado no lo eclipse en el gobierno al ser un hombre preparado con dos carreras universitarias, reconocimientos docentes, doctorado y máster en el extranjero, y además dotado de una oratoria didáctica que le reconocen hasta sus más duros adversarios de la derecha. Dialécticamente es difícil de tumbar, a pesar de los errores que ha cometido en su corta carrera política.

Pero lo que el PSOE no esperaba es que finalmente Pablo Iglesias se hiciera a un lado y renunciara a su legítimo derecho de ser miembro del próximo gobierno de progreso en España. Pedro Sánchez se ha quedado sin excusas pero así y todo en la sesión de investidura se ha seguido mostrando duro y poco benévolo con Podemos, creyendo equivocadamente que los 123 diputados socialistas son suficientes para gobernar.

En la segunda votación Pedro Sánchez podría ser investido por mayoría simple pero para eso no solo necesita los votos de Unidas Podemos sino también el respaldo de fuerzas como Esquerra Republicana de Catalunya o el Partido Nacionalista Vasco, quienes han advertido al líder socialista que no obtendrá su apoyo si el PSOE no llega a un acuerdo de gobierno con Podemos.

A Pedro Sánchez se le ha subido el éxito a la cabeza, aún reconociendo que tiene un gran mérito lo que ha hecho pues prácticamente desde la nada y la defenestración interna ha sabido resucitar como el ave fénix y no solo ha recuperado las riendas de su partido sino que ha logrado llegar a la Presidencia del Gobierno con la inestimable ayuda de Pablo Iglesias al trabajarse y facilitarle la moción de censura contra Rajoy.

El PSOE quiere que Unidas Podemos le respalde parlamentariamente a cambio de unos ministerios decorativos pero Pablo Iglesias le ha dejado claro que no va a permitir la falta de respeto a sus millones de votantes.

Si al final no hay acuerdo la culpa la tendrá en buena medida Pedro Sánchez por ser tan cicatero. En la vida cuando uno recibe también tiene que dar. Y en política aún más. Uno no puede estar bajándose los pantalones cada dos por tres porque las humillaciones nunca han sido buenas para levantar alianzas entre socios de gobierno.

Pedro Sánchez ha estado jugando con fuego esta semana en la sesión de investidura, que puede quedar frustrada o no este jueves debido fundamentalmente a la poca generosidad del Partido Socialista con el resto de la izquierda

Los socialistas pusieron el veto a Pablo Iglesias como condición para formar un gobierno de coalición con Unidas Podemos. Fue un gesto muy feo del PSOE porque mal empieza una negociación exigiendo que el líder y cabeza de lista del otro partido con el que vas supuestamente a pactar no esté en el futuro gobierno.