Espacio de opinión de Canarias Ahora
¿Y por qué no un banco bueno?
Pero de lo que se habla es justo de su opuesto, del Banco Malo. Y creo que lo primero que hay que preguntarse es por la misma denominación: Banco Malo. De sobra sabemos que, en la actualidad, al Poder Establecido que hoy representa el Gobierno de España le molesta el lenguaje llano y sencillo. Y el transparente y contundente calificativo de Malo lo llena de sarpullos. Y prefiere ocultar su verdadera función llamándolo “Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria S.A.” (¡!), como si cambiando las palabras se cambiara la naturaleza de las cosas. Pero ese barroquismo pretencioso, por lo burdo que es, no ha dado maldito resultado y todos lo conocemos como lo que en verdad es: Banco Malo.
Este espécimen, forzado por la Unión Europea (UE) en algún otro caso de rescate como el irlandés, tiene una finalidad confesada: se trata de descargar de toda la morralla financiera (los famosos activos tóxicos) a los bancos recién nacionalizados (por ahora Bankia, CatalunyaCaixa, NovaCaixaGalicia y (en la práctica) el Banco de Valencia) y dejarlos limpitos como si nunca hubieran hecho nada “malo”. En otras palabras, se pretende “arreglar” el tremendo desaguisado perpetrado por los gestores de la banca privada en el último decenio, traspasando la tarea a una adecuada y sensata gestión pública
El Gobierno ha venido forzando a la banca privada nacional a que participara en este Banco Malo. Y para ello no se ha parado en barras. Garantiza que se va a ganar dinero, las previsiones son del 15%!! anual para el capital desembolsado. Por otra parte, la gestión de la venta de los activos del ladrillo va a proporcionar ganancias seguras (se habla de un 6% sobre el valor de cada operación). Además, van a tener importantes exenciones y beneficios fiscales de cuantía considerable (el impuesto de sociedades será igual que el de las SICAV, el 1% (!!), y otros que no podemos detallar aquí). No está nada mal.
Como se sabe hay dos aspectos centrales en toda esta historia. El primero es conseguir alargar en el tiempo la necesidad de descargarse de todo el ladrillo acumulado en los años locos de la burbuja. En este caso, se estipula un plazo de 15 años. Con la finalidad de permitir gestionar toda esta tarea sin las apreturas de las urgencias ni de las necesidades de liquidez. El segundo es el precio al que se traspasan estos activos tóxicos. Porque si el precio es bajo, es cierto que se venderán mejor, pero van a ir dejando a los bancos nacionalizados cada vez en peores condiciones. Con lo que tendrán que pedir nuevas ayudas. Pero si, por el contrario el precio es alto, se corre el grave riesgo de que el precio de la venta posterior sea menor y, al final, los costes tengan que apuntarse a las arcas públicas. Y, no lo olvidemos, el Gobierno insiste por activa y por pasiva que (en contradicción con la experiencia española, recuérdese los 1.000 millones de pérdidas en el caso Banesto) el Banco Malo no va a costar ni un solo euro a los ciudadanos.
A grandes rasgos y hasta aquí, la explicación académica y oficial del sentido y las funciones del Banco Malo.
Otra visión
Pero se trata de una explicación interesada. Somos muchos los que tenemos otra visión muy diferente de las cosas.
Y hay que empezar recordando que, hasta hace apenas cuatro años, la mitad de todo el sistema financiero español estaba fuera del control de la banca privada. Era el amplio y complejo mundo de las Cajas de Ahorro, que se definían como instituciones sin fines de lucro. Algo absolutamente incomprensible para los capitalistas (utilizando una expresión hoy tan denostada como necesaria) en general y de los de la banca privada en particular. Por eso y desde hacía décadas estaban esperando la coyuntura propicia (como hoy por ejemplo con la sanidad) para imponerse y apropiarse de las Cajas.
Y la ocasión vino al hilo de la crisis financiera y del estallido de la burbuja inmobiliaria. ¡Esta es la nuestra! se dijeron.
Y como si tuvieran preparado de antemano la necesaria “hoja de ruta”, apoyándose en las decisiones del Banco Central Europeo y con la entusiasta colaboración del Banco de España, entraron a saco. Y abrieron la operación que llamaron, edulcorada y pomposamente, la Reestructuración y la Reforma Financiera. Que comenzó afirmando que había muchas Cajas de Ahorro y que muchas eran demasiado pequeñas para seguir funcionando con normalidad. Sin ningún reparo afirmaron que, para ser competitivas, tenían que crecer y hacerse más y más grandes (confundiendo de forma dolosa eficiencia con tamaño). Estaba claro que la estrategia, como muchísimos denunciamos en ese momento, era transformar a las Cajas en Bancos incorporándolas así al oligárquico sector financiero español. En ese camino, primero se inventaron lo de las Fundaciones, para no acabar al inicio con las arraigadas Obras Sociales de las Cajas, muchas de ellas con enorme relevancia local. Y esas Fundaciones controlaban el negocio financiero de cada una de ellas. Hoy, una vez “olvidado” el primer embate privatizador, ya se está proponiendo que esas Fundaciones se desconecten de forma definitiva del negocio bancario. La operación se cierra y culmina con un éxito escalofriante e inquietante. Para nosotros, el ejemplo más cercano y evidente es el de Bankia. Puro y duro banco incorporado al todopoderoso oligopolio bancario sin ninguna otra consideración. Dentro de poco no va a quedar ni la estilizada palmera de su logo.
Pero el astuto y taimado proceso de desguace de las Cajas tenía un grave problema. Y es que había un inmenso stock de activos tóxicos que se tenía que integrar en las cuentas de la Nueva Banca privada. Los cálculos más conservadores hablan de 55.000 millones de euros (para tener alguna referencia, nada menos que 1,25 veces el PIB canario). Y esta bola estratosférica era imposible de “metabolizar de golpe” por parte de la banca privada española que acababa de tragársela. Para poder escapar tendría que vender de inmediato y con urgencia una buena parte del ladrillo, lo que hubiera significado unas pérdidas del todo inasumibles. La ruina completa.
Y es entonces cuando aparece el invento del Banco Malo, con el que el Gobierno salva la situación, entre otras cosas, permitiendo la ampliación del plazo de venta del ladrillo hasta un mínimo de 15 años. De otra parte, inyectando dinero a fondo perdido (ya pasa de los 20.000 millones de euros prácticamente irrecuperables, sobre todo en Bankia). Además, para hacer más tragable el saqueo de las Cajas ante la opinión pública, el Gobierno está especialmente interesado en aparecer minoritario en el Banco Malo. De ahí la barra libre de exenciones y estímulos fiscales que apuntamos más arriba para estimular la presencia de la banca privada.
Tengo la impresión que cualquier ciudadano informado que recapacite sobre todo lo aquí reflejado, se preguntará.
¿Y por qué no un banco bueno?
Que transforme el desguace privatizador de las Cajas para que, cambiando de objetivo, redunde en beneficio de toda la sociedad. En vez del exclusivo (aquí podríamos añadir una reata de calificativos indignados) beneficio para los banqueros privados.
Recapitulemos:
1) En la actualidad, Bankia, CatalunyaCaixa, NovaGalicia Banco y (en la práctica) el Banco de Valencia ya están nacionalizados. Obsérvese que todos ellos proceden de las antiguas Cajas de Ahorro. Además, por estos días se sabrá si Banco Mare Nostrum, Liberbank, Caja3 y Ceiss (también conglomerados de antiguas Cajas) se incorporarán al grupo.
2) Si la aportación de los bancos privados al Capital del Banco Malo va a ser de 2.400 millones de euros en efectivo, resulta perfectamente factible que esa misma cantidad, para capitalizar al posible Banco Bueno, sea desembolsada por el Tesoro para que todo su capital sea público. Recordemos que del rescate financiero europeo, que podía ascender hasta los 100.000 millones, queda sin utilizar la mitad.
3) En el aspecto financiero hay que resaltar lo que hoy todo el mundo reconoce: que el verdadero talón de Aquiles del sistema financiero español, es la inexistencia de crédito barato para facilitar la inversión productiva. El Banco Malo no está concebido para resolver este grave asunto, su función es digerir la burbuja inmobiliaria. Por el contrario, un Banco Bueno público podría jugar un papel excepcional utilizando a ese fin los recursos baratos que inyecta a la banca el Banco Central Europeo y, a partir de ahí, concediendo créditos a bajo coste. Aquí cabrían los 20.000 millones de euros que pide el PSOE en su Plan de Choque. Eso sí, a diferencia de lo que allí se propone, nuestra propuesta es un Baco Bueno público.
4) En sentido contrario a lo que propone el Banco de España (poner un techo al interés de los depósitos de los ciudadanos (1,75%), lo que supone incrementar las ganancias de la banca privada), nuestro Banco Bueno, podría forzar a que el techo se pusiera a los créditos que otorgue la banca. De tal manera que fueran más baratos para los inversores y las familias
5) Por supuesto, el Banco Bueno utilizaría todas las exenciones y beneficios fiscales que ahora atesora el dichoso Banco Malo.
6) Como desaparecería el 15 % de ganancia que se asegura al capital privado invertido en el Banco Malo, esos recursos irían destinados a abaratar las operaciones de crédito destinadas a la inversión y a la creación de empleo.
7) El plazo de 15 años dejaría de tener sentido.
8) En el aspecto puramente inmobiliario, el Banco Bueno podría contar con más de 100.000 viviendas, con las que podría poner en funcionamiento una formidable oferta de alquileres sociales, con lo que se podría hacer frente como mínimo a todos los costes fijos y al mantenimiento de dicho parque.
En resumen ¿qué sentido tiene hacer esfuerzos formidables desde el Gobierno para beneficiar a unos pocos muy enriquecidos, cuando esos mismos esfuerzos dirigidos con otra estrategia, pueden de verdad beneficiar a la totalidad de los ciudadanos, al tiempo que nos ayudan a salir del pozo?
¿Por qué un estrafalario Banco Malo si podemos poner en pie un Banco Bueno?
¿Por qué?
Pero de lo que se habla es justo de su opuesto, del Banco Malo. Y creo que lo primero que hay que preguntarse es por la misma denominación: Banco Malo. De sobra sabemos que, en la actualidad, al Poder Establecido que hoy representa el Gobierno de España le molesta el lenguaje llano y sencillo. Y el transparente y contundente calificativo de Malo lo llena de sarpullos. Y prefiere ocultar su verdadera función llamándolo “Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria S.A.” (¡!), como si cambiando las palabras se cambiara la naturaleza de las cosas. Pero ese barroquismo pretencioso, por lo burdo que es, no ha dado maldito resultado y todos lo conocemos como lo que en verdad es: Banco Malo.
Este espécimen, forzado por la Unión Europea (UE) en algún otro caso de rescate como el irlandés, tiene una finalidad confesada: se trata de descargar de toda la morralla financiera (los famosos activos tóxicos) a los bancos recién nacionalizados (por ahora Bankia, CatalunyaCaixa, NovaCaixaGalicia y (en la práctica) el Banco de Valencia) y dejarlos limpitos como si nunca hubieran hecho nada “malo”. En otras palabras, se pretende “arreglar” el tremendo desaguisado perpetrado por los gestores de la banca privada en el último decenio, traspasando la tarea a una adecuada y sensata gestión pública