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Basura

Podemos devorar una hamburguesa, comida basura, mientras vemos un programa de televisión (telebasura), en nuestra piso que compramos gracias a unos créditos que ahora sabemos que fueron fruto de una hipoteca basura, que así se llama a la debilidad de los bancos al haber prestado dinero a los que lo necesitaban. Los tertulianos o todólogos (expertos en todo) nos repiten todos los días que en ese error de los bancos está el origen de la actual crisis con la que nos asustan. Para conseguir esa hipoteca basura tuvimos que entregarle al banco una copia del contrato laboral, contrato basura. Y eso que el contrato recogía un máximo de 40 horas semanales, frente a las 65 que aprobó recientemente el Parlamento europeo.

Todo esa basura que nos rodea es un privilegio para los que huyen de sus países, donde no hay agua potable, y los niños no tienen ni siquiera derecho a contratos basuras, porque son niños de la guerra, o trabajan fabricando playeras de conocidas marcas a 1 euro al día, playeras que aquí se venden a 100 euros y que nos ponemos para pisar la basura que tiramos y que a lo mejor comerían a gusto los fabricantes de nuestros zapatos .Y si los padres de esos niños se montan en un cayuco, y sobreviven, les aplicarán una directiva europea que ha transformado los derechos humanos en papel basura.

Pero de repente nos enteramos que la basura no es sólo cosa de los pobres, también los mandamases económicos funcionan con basura. Resulta que detrás del capital financiero internacional que mueve este sistema económico lo que había eran bancos y grandes compañías de seguros cuyas cuentas estaban llenas de activos basura . Republicanos y demócratas ( que se diferencian como la Coca Cola de la Pepsi Cola) deciden en Washintong que la solución pasa porque el Estado salve esas empresas y sus directivos se marchen de rositas. El gobierno de Bush ofrece 700.000 millones de dólares para salvar empresas de Wall Street, se trata del mismo presidente que en la última cumbre de los G-8 mandó a pasear a los presidentes africanos que se acercaron a Japón para recordarles que no habían cumplido la promesa de aportar entre todos los países más ricos 50.000 millones de dólares para combatir el hambre y enfermedades como el SIDA o la malaria. En la crisis de 1929, los especuladores de la bolsa se suicidaban, hoy se marchan a casa con sus finiquitos y sus stocks option. El emperador Bush y su escudero británico en lugar de detener a los mafiosos y estafadores que especulaban con dinero que no habían ganado lo que hacen es que les salvan las empresas, las nacionalizan y se legaliza el latrocinio.

Los asesinos de Keynes lo han sacado de la tumba, pero uno no sabe si detrás de Keynes está el propio Marx nacionalizando todo, aunque esta vez no será para acabar con las clases sociales, sino para que las clases bajas paguen con sus impuestos las golfadas de las clases altas. Cuando hablo de Marx me refiero a Karl, aunque Groucho también definió muy bien cómo funciona este sistema cuando dijo: “El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, está hecho”. Pues eso. Libre mercado llamamos a este sistema que nadie se atreve a dar por muerto. Basura, lo llamaría yo.

Juan García Luján

Podemos devorar una hamburguesa, comida basura, mientras vemos un programa de televisión (telebasura), en nuestra piso que compramos gracias a unos créditos que ahora sabemos que fueron fruto de una hipoteca basura, que así se llama a la debilidad de los bancos al haber prestado dinero a los que lo necesitaban. Los tertulianos o todólogos (expertos en todo) nos repiten todos los días que en ese error de los bancos está el origen de la actual crisis con la que nos asustan. Para conseguir esa hipoteca basura tuvimos que entregarle al banco una copia del contrato laboral, contrato basura. Y eso que el contrato recogía un máximo de 40 horas semanales, frente a las 65 que aprobó recientemente el Parlamento europeo.

Todo esa basura que nos rodea es un privilegio para los que huyen de sus países, donde no hay agua potable, y los niños no tienen ni siquiera derecho a contratos basuras, porque son niños de la guerra, o trabajan fabricando playeras de conocidas marcas a 1 euro al día, playeras que aquí se venden a 100 euros y que nos ponemos para pisar la basura que tiramos y que a lo mejor comerían a gusto los fabricantes de nuestros zapatos .Y si los padres de esos niños se montan en un cayuco, y sobreviven, les aplicarán una directiva europea que ha transformado los derechos humanos en papel basura.