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Beethoven: 200 años por la paz y la unidad de la humanidad
La Sinfonía No. 9 en Re menor, Op. 125 es considerada una de las obras más importantes y revolucionarias de Beethoven. La sinfonía incluye coro y solistas vocales en su último movimiento, en el cual se interpreta el famoso himno Oda a la Alegría.
Se estrenó en Viena el 7 de mayo de 1824. Hace 200 años. Muchos críticos y musicólogos la consideran como una obra maestra de la música clásica europea, pero también a nivel mundial. Es una de las sinfonías más interpretadas del mundo.
El 7 de mayo de 2024 de nuestra Era recibí inesperadamente una llamada telefónica: era de un gran artista canario, nuestro pintor Pepe Dámaso, amigo entrañable de los finales años 50 del pasado siglo XX, de los tiempos de la Dictadura de Franco y de la gazmoñería y del falso puritanismo pseudo-católico impuesto por el ordeno y mando del Caudillo que sólo se rompería con la entrada de turismo y la oleada de divisas extranjeras en la antidemocrática estatalidad de España. Las “rubias”, como así se llamaban a las monedas de una peseta, cedieron lugar a los francos, libras, dólares y marcos alemanes. Otras “rubias” de carne y hueso, suecas, inglesas, alemanas y nórdicas ocuparon nuestras entonces semidesiertas playas para escándalo de obispos y prosperidad de hoteleros, restaurantes y camareros. El dinero en divisas acabó por imponer al ministro Fraga Iribarne y a los del Opus Dei el final de la “moralina”, dando paso a una moral pública europeizada que permitía los bikinis y otras costumbres antes calificadas de indecentes e inmorales.
Pepe Dámaso me llamaba para darme las gracias por el último artículo mío sobre Libertad de Prensa que le envié. Y luego de una corta conversación me envió un whatsapp que me emocionó: “El coro más grande del mundo en China y una enorme orquesta interpretaban la 9ª Sinfonía de Ludwig von Beethoven. Y dada la distancia entre Canarias y Alemania donde resido es obligado recordar unas palabras atribuidas a Beethoven: Los amigos no sólo están unidos cuando están uno junto al otro; incluso el que se encuentra lejos sigue presente en nuestro pensamiento. Ni lo años pasados desde el pasado siglo ni la distancia geográfica ha quebrado recuerdos comunes ni la amistad”.
La eroica y Bonaparte
Es un hecho histórico, pero no muy conocido, que Beethoven era de espíritu revolucionario, que había saludado con entusiasmo el triunfo de la Revolución Francesa y la instauración de la república eliminando el absolutismo de la monarquía borbónica. Incluso en 1803 había compuesto la Tercera Sinfonía dedicada a Napoleón y titulada Bonaparte por considerarlo un héroe de la revolución frente las absolutistas aristocracias. Hay una película titulada Eroica (BBC-2003) en inglés con subtitulos en español, dirigida por Simon Cellan Jones, película de ficción sobre el estreno en Viena de la Tercera Sinfonía (1803), considerada por muchos como el “nacimiento” del romanticismo musical. Ian Hart, protagonista de Tierra y libertad, de Ken Loach, actúa en el papel de Beethoven. Producida por Liza Marshall y escrita por Nick Dear.
Al final de la película, Beethoven recibe la noticia de que el militar Bonaparte ha pasado de ser cónsul a proclamarse Emperador, lo cual hace que el compositor tache furiosamente el título de Bonaparte…
La Oda a la alegría es una llamada a la libertad
La Oda a la Alegría es una llamada a la libertad, al amor común entre los hombres, a la hermandad, es un recordatorio de que los humanos cuando se ponen de acuerdo pueden lograr cosas increíbles. Siendo ese ir más allá de las notas musicales uno de los valores de esta obra que rompió completamente los moldes, los cánones clásicos. Una sinfonía nunca antes incluyó coristas, tampoco solistas, nunca antes hubo una sinfonía tan poderosa que rompía musicalmente con las estructuras musicales anteriores y políticamente con el absolutismo imperante en la vieja Europa.
La Novena Sinfonía, con sus 200 páginas manuscritas por Ludwig van Beethoven, forma parte oficialmente desde 2013 de la Memoria del Mundo de la Unesco. De acuerdo con la oficina de la ONU, la pieza contiene “una de las más impresionantes y fantásticas nociones de la obra de Beethoven” y “su influencia en la historia de la música ha sido decisiva e intensa en los siglos XIX y XX”. Una música que todavía hoy nos conmueve en el anhelo por nuevos tiempos de paz y de hermandad entre los pueblos.
Beethoven fue un hijo de la Ilustración y lo siguió siendo toda su vida. A finales del siglo XVIII, la ciudad de Bonn, donde nació, estaba impregnada del pensamiento más progresista de la época: Manuel Kant, el filósofo de la libertad, era un tema de discusión muy vivo en la universidad, al igual que su seguidor Friedrich Schiller, el poeta de la libertad, enemigo apasionado de los tiranos de todo el mundo. Muchos jóvenes y entre ellos el joven Beethoven estaban fuertemente influenciado por Eulogius Schneider, a cuyas conferencias asistía. Schneider, uno de los más importantes jacobinos alemanes, era tan radical que en 1791 fue expulsado de la liberal Universidad de Bonn. Después Schneider se unió al Club Jacobino de Estrasburgo, en Francia (allí fue nombrado fiscal del Tribunal Revolucionario, enviando con entusiasmo a los aristócratas a la guillotina hasta que, al haber un cambio gubernamental, perdiera su propia cabeza un par de años después). El republicanismo de Schneider siguió influyendo a Beethoven y permaneció anclado en sus ideales, pero fue al poeta Schiller a quien Beethoven veneraba.
Por ello no es extraño que el poema de Schiller, An die Freude (conocida como la Oda a la alegría), que había impresionado inmensamente a Beethoven reapareciera. Beethoven quería al principio ponerle música y finalmente lo hizo con la Novena Sinfonía. Pero estaba igual de enamorado de las obras idealistas y heroicas de Schiller, como Los ladrones, Guillermo Tell y Don Carlos. Cuando era joven, anotó sus propios pensamientos sobre esta obra: “Hacer el bien siempre que se pueda, amar la libertad por encima de todo, no negar nunca la verdad, aunque se esté ante el trono”. Décadas más tarde, lo encontramos exclamando en una carta: “¡¡¡Libertad!!! ¿¿¿Qué más quiere uno???”. Una vez escribió en una carta: “Desde mi más tierna infancia, mi celo por servir a nuestra pobre humanidad sufriente de cualquier manera por medio de mi arte no ha quedado comprometida con ningún motivo inferior. Estoy encantado de haber encontrado en usted un amigo de los oprimidos”. El historiador Hugo Leichtentritt escribió: “Beethoven fue un demócrata apasionado, un republicano convencido, incluso en su juventud; fue, de hecho, el primer músico alemán que tuvo fuertes intereses, ideales y ambiciones políticos”.
Anécdotas del estreno de la 'Novena Sinfonía'
Existen varias anécdotas sobre el estreno de la Novena. Basándose en el testimonio de algunos participantes, se ha dicho que la sinfonía no se ensayó lo suficiente (sólo hubo dos ensayos completos) y que su ejecución fue algo irregular. Pero pese a ello, el estreno fue un gran éxito. En cualquier caso, Beethoven no tuvo la culpa, como recordaría el violinista Joseph Böhm.
El propio Beethoven dirigía, es decir, se colocaba delante de un atril y se lanzaba de un lado a otro como un loco. En un momento dado se estiraba hasta su altura máxima, al siguiente se agachaba hasta el suelo, se agitaba con las manos y los pies como si quisiera tocar todos los instrumentos y cantar todas las partes del coro. La dirección real parece que estaba en manos de [Louis] Duport; los músicos sólo seguían su batuta.
Según se dice, el scherzo fue interrumpido completamente en un momento dado por los aplausos. Bien al final del scherzo, bien al final de la sinfonía (los testimonios difieren), Beethoven llevaba varios compases y seguía dirigiendo debido a su sordera; la contralto Caroline Unger se acercó y giró suavemente a Beethoven para aceptar los vítores y aplausos del público. Según el crítico del Theater-Zeitung, “el público recibió al héroe musical con el mayor respeto y simpatía, escuchó sus maravillosas y gigantescas creaciones con la más absorta atención y prorrumpió en jubilosos aplausos, a menudo durante las secciones, y repetidamente al final de las mismas”. El público le aclamó de pie cinco veces; y muchos que sabían de la sordera del músico levantaron pañuelos en el aire, también sombreros y manos levantadas, de modo que Beethoven que no podía oír los aplausos, al menos pudo ver las ovaciones y las caras de entusiasmo.
Emoción y entusiasmo que todavía hoy al oír la Novena Sinfonía nos sobrecoge 200 años después.
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