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Biografía de un gran incendio forestal

Ben Magec

La vida de un incendio forestal no solo depende de una chispa, una llama por sí misma no es capaz de generar un gran incendio forestal. Para ello necesita además de combustible y de un medio de propagación adecuado (baja humedad, altas temperaturas y viento). Por eso, para escribir la biografía de un gran incendio forestal vamos a tener que empezar por su nacimiento… el de Canarias.

Canarias es un archipiélago de origen volcánico ubicado en la región subtropical del Planeta, cálida y de precipitaciones modestas. Su relación con el fuego se remonta a sus orígenes. No en vano, algunas de las especies canarias más representativas necesitan de él no sólo para reproducirse, sino también para mantener en buen estado su ecosistema. Se les denomina especies “pirófitas”. Sin embargo, en aquel momento de génesis natural de Canarias, los únicos agentes capaces de iniciar un fuego eran los naturales, normalmente volcanes y rayos, y afortunadamente eran de carácter puntual.

Muchísimo tiempo después de su nacimiento llegaron los primeros pobladores humanos. De eso hace aproximadamente 2.000 años. Sabemos que, sin embargo, la explotación del territorio era entonces mucho menos intensiva que después de la conquista. No obstante, desde que esta última se produce y hasta mediados del siglo XX se intensificó la deforestación de las islas en la que se combinaban la ocupación del territorio para la generación de pastos y la creación de asentamientos rurales, con el uso de la madera como combustible entre otros y diversos usos madereros, lo que originó el alarmante grado de deforestación que alcanzaron las islas. En los inicios del s. XX se realizan importantes campañas de reforestación de pinares, lo que supuso la recuperación del suelo y el aumento de la capacidad de recarga de los acuíferos.

Paralelamente, a lo largo de estos siglos y con intención de darle un aprovechamiento, se introdujeron gran número de especies exógenas de carácter invasor como la caña común o los eucaliptos. Todas ellas son especies altamente inflamables, y a ellas se le han añadido otras altamente invasoras e introducidas más recientemente de forma “accidental” como el rabo de gato. Actualmente suponen un importante vector de propagación de los incendios forestales, ya que la situación de abandono de la agricultura y la ganadería han supuesto que también se abandone su aprovechamiento.

A mediados del siglo XX, con el cambio de modelo económico en Canarias vinculado al binomio turismo-construcción, la actividad económica se desplazó a la costa, y se transformaron o se abandonaron las medianías. Esto supuso un contundente abandono del sector primario cuyas consecuencias no sólo implican un riesgo relacionado con los incendios, sino también con nuestra capacidad de autoabastecimiento alimentario.

A lo largo de estos siglos hasta la actualidad no se ha dejado de sobrexplotar el acuífero insular con la consecuente bajada del nivel freático, sequedad de los suelos y de la vegetación, la ausencia de cauces de agua y de nacientes naturales, lo que sin duda genera un ambiente propicio para la propagación de los incendios.

Hoy en día, si analizamos las tres condiciones básicas para que se produzca un incendio (ignición, comburente y combustible) nos encontraremos con un panorama preocupante, como así se ha constatado con los recientes grandes incendios. Por un lado, la ignición del 99% de ellos es fruto directo de la acción humana ya sea por negligencias, accidentes o de forma intencionada, lo cual es enormemente preocupante y vislumbra carencias educativas y de sensibilización, pero también nos debe hacer reflexionar como sociedad el hecho de que existan personas dispuesta a quemar el monte de forma intencionada.

A esto habría que añadirle la condiciones climatologías y de sequedad, que por efecto del cambio climático cada vez son mas adversas y mas propicias para la propagación de los incendios forestales, y que además están consiguiendo afectar a espacios en los que, por sus características de humedad y umbría, nunca había entrado el fuego.

Por último, nos encontramos con un medio rural abandonado y cargado de biomasa, propicio para que se produzcan cada vez en mayor número Grandes Incendios Forestales de Interfaz urbano-forestal, en donde encontramos unos ecosistemas naturales desequilibrados e inmaduros, fruto de repoblaciones relativamente recientes, con una carente e insuficiente gestión, a lo que habría que añadir la presencia de unos asentamientos rurales de carácter agrícola-ganadero, también desvalorizados y desactivados en donde se acumulan grandes cantidades de vegetación matorral seca junto a viviendas ocupadas por la población, en donde las plantas invasivas de carácter inflamable como la caña, el rabo de gato y el eucalipto campan a sus anchas funcionando como verdaderas mechas de propagación de los incendios, comunicando los sectores rurales con los forestales. Toda esta acumulación de biomasa está esperando una chispa para empezar a arder.

Los incendios forestales acontecidos en Canarias a lo largo de la última década, denominados “Grandes Incendios Forestales”, se caracterizan por ser incendios de alta intensidad (con mayor capacidad destructiva) y mayor amplitud (afectando a más de 500 hectáreas de superficie), en muchos casos fuera de capacidad de extinción, que a su vez afectan tanto a los ecosistemas naturales como a los asentamientos rurales, por lo que también se denominan “de Interfaz Urbano-Forestal”. Esta situación se agrava cuando este tipo de incendios se simultanean en varias islas a la vez como así ocurrió en el año 2007 y 2012, dispersando los medios de extinción. A lo largo de la última década se han intensificado en Canarias los Grandes Incendios Forestales. En el año 2007 ardieron 35.758 Has., en Gran Canaria y Tenerife, en el año 2012 se quemaron 12.135 Has. en La Gomera, Tenerife y La Palma, en el año 2016 ardieron 1.000 Has. en La Palma 2016, en el 2017 se quemaron 2.700 Has., en Gran Canaria y en lo que llevamos de verano se han generado dos en la isla de Gran Canaria que que arrasaron en torno a 12.000 Has., esto sin tener en cuenta los innumerables conatos de incendios o incendios de baja intensidad que se suman a éstos. Estos datos reflejan la preocupante situación en la que se encuentra el medio rural de Canarias.

Frente a esto nos quedan dos soluciones: aceptar que los Grandes Incendios Forestales van a volver a suceder con las graves consecuencias sociales, económicas y ambientales asociadas; o que las diferentes administraciones como máximos responsables y la población civil como principales afectados, cojan conciencia de esta problemática y empiecen a tomar medidas para evitar que se generen las condiciones óptimas para los incendios. Es necesario que tome un mayor número de medidas preventivas a lo largo de todo el año, en las que participen de forma activa todos los agentes implicados, ya que como es bien sabido, los incendios ‘se apagan en invierno'.

En el actual contexto de crisis climática y ecológica, queremos recordar que el medio ambiente aporta valiosos servicios ambientales (agua, oxígeno, suelo, biodiversidad, etc) de los que depende toda la población y que están en riesgo por la carencia de medios para la gestión de los ecosistemas naturales. También queremos recordar que el medio ambiente es el reclamo utilizado por la industria turística, por lo que se deben reinvertir vía impositiva parte de los beneficios derivados del sector turístico para sustentar un medio rural vivo, activo y sostenible. Por otro lado el sector primario es una fuente generadora de empleo, además de garantizar unos mínimos de autoabastecimiento alimentario para Canarias y de su papel preventivo frente a los incendios forestales y custodia del territorio por lo que se debe de revitalizar y poner en valor. Es necesario que como sociedad cuidemos el medio natural y a nuestra gente del campo porque dependemos de ellos.

El fin de esta biografía coincidirá con la extinción del incendio… pero tendrá que ser en invierno.

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