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¡Cállate ya, Chávez!

El primer párrafo de este artículo está construido a partir de las crónicas sobre el golpe de Estado que no existió que se publicaron el 12 de abril de 2002 en los dos principales diarios españoles: El País y El Mundo. El editorial de El Mundo se titulaba: “Fulgurante ascensión y caída del estrafalario Hugo Chávez”. El diario de Pedro J. Ramírez justificaba el golpe de Estado. La crónica de El País se titulaba: “Carmona asume la presidencia y promete elecciones en un año”. Ni en el titular, ni en el subtítulo ni en el primer párrafo de la crónica (desconozco el resto, no soy suscriptor de El País) aparece la expresión “golpe de Estado”.

La hemeroteca puede servir para repasar la historia de un país o para comprobar la capacidad ilimitada de mentir que tienen los medios de comunicación. En todas las facultades de periodismo deberían analizarse los periódicos españoles editados el 12 de abril de 2002. En las crónicas y los editoriales de ese día se disfrazó de demócrata a un grupo de conspiradores, se ocultó la realidad de un presidente democrático secuestrado por unos militares y se dibujó la figura de ese presidente como la de un cobarde que lo único que quería era huir a Cuba o a Libia. Los hechos posteriores desnudaron la realidad. Serrat cantó: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. La verdad de lo ocurrido es tan diferente a lo contado en aquellos periódicos que no deberíamos de olvidarlo. Creo que quienes mintieron con el objetivo de defender a una minoría golpista que fue arrasada por una mayoría democrática no tienen ninguna legitimidad para continuar cinco años después dando lecciones de democracia a los gobernantes venezolanos.

Con estos antecedentes de la prensa española ante el golpe de Estado en Venezuela, podemos entender mejor la reacción mediática a lo ocurrido en la XVII Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile. Toda la prensa ha cerrado filas ante el “¿por qué no te callas?”del Rey Juan Carlos a Hugo Chávez. Los diarios españoles que leen de forma tan distinta y distante la sentencia del 11 M , parecen el mismo periódico a la hora de analizar la reacción del Rey y de Zapatero ante las acusaciones de Hugo Chávez y Daniel Ortega al Gobierno español. Todos los periódicos aplauden que el monarca español, que era un invitado más y no el moderador del debate, mandara callar a Chávez. Hay un consenso oficial de que Chávez no tenía que haber acusado a Aznar de respaldar el golpe de Estado de 2002. El presidente venezolano dijo lo mismo que hace un año declaró el ministro Miguel Ángel Moratinos en Televisión Española. En lugar del repetido discurso navideño del Rey, me hubiera gustado oír decir al monarca “cállate, Moratinos” la noche del 24 de diciembre del año pasado.

Después de mandar callar a Chávez, el Rey de España abandonó la reunión porque el presidente nicaragüense Daniel Ortega criticó los comportamientos de Unión Fenosa en su país y dijo que en la embajada española en Managua también hubo reuniones de empresarios para acordar un plan para frenar la victoria electoral de los sandinistas. ¿De qué hay que hablar en una cumbre de gobiernos iberoamericanos: de la necesidad de liberar a los secuestradores de niños del Chad? Pues no, del colonialismo francés se debe de hablar en una Cumbre Franco-Africana. En una Cumbre Iberoamericana toca hablar de la continuación de las actitudes colonialistas en las embajadas españolas en Sudamérica. Si leemos la prensa del domingo, llegaremos a la conclusion de que criticar a Aznar y a Unión Fenosa es atacar a España, pero mandar callar al presidente Hugo Chávez es un ejercicio de democracia europea. Según Zapatero, los demócratas no deben caer en descalificaciones y por eso Chávez no debió llamar fascista a Aznar. Los dirigentes del PP sólo pueden ser calificados de ultraderechistas en los mítines del PSOE.

Por razones de trabajo estuve en Venezuela hace unos años. Durante diez días leía tres o cuatro periódicos venezolanos. Pude ver varios canales de televisión. No encontré ni un artículo a favor de Hugo Chávez. Todos lo calificaban de “payaso”, “mentiroso” o “caudillo bananero”. Cuando regresé y veía la prensa española hablando de la falta de libertad de expresión en Venezuela pensé: “¡fuerte dictador más tolete!”, porque los oprimidos periodistas le están dando leña todo el día.

El eurodiputado del PP Fernándo Fernández fue uno de los observadores internacionales en las últimas elecciones venezolanas. El político canario nunca ha denunciado falta de limpieza de los procesos electorales de ese país. Ya que le hemos pagado el viaje con nuestros impuestos, sus compañeros de partido que tanto insultan a Chávez deberían creer en la honestidad de Fernando Fernández cuando no ha visto tongo en las elecciones venezolanas.

Es la primera vez que veo a Don Juan Carlos de Borbón y Borbón hablando sin leer un discurso, y lo que dice es “¿por qué no te callas?”. Y resulta que estuvo en su sitio. Creo que esta Cumbre Iberoamericana producirá un avance de los distintos movimientos independentistas en el Estado español. Porque si Aznar y Unión Fenosa son España, me quedo con la sombra del almendro de Nicolás Estévanez, no quiero más patria.

Juan García Luján

El primer párrafo de este artículo está construido a partir de las crónicas sobre el golpe de Estado que no existió que se publicaron el 12 de abril de 2002 en los dos principales diarios españoles: El País y El Mundo. El editorial de El Mundo se titulaba: “Fulgurante ascensión y caída del estrafalario Hugo Chávez”. El diario de Pedro J. Ramírez justificaba el golpe de Estado. La crónica de El País se titulaba: “Carmona asume la presidencia y promete elecciones en un año”. Ni en el titular, ni en el subtítulo ni en el primer párrafo de la crónica (desconozco el resto, no soy suscriptor de El País) aparece la expresión “golpe de Estado”.

La hemeroteca puede servir para repasar la historia de un país o para comprobar la capacidad ilimitada de mentir que tienen los medios de comunicación. En todas las facultades de periodismo deberían analizarse los periódicos españoles editados el 12 de abril de 2002. En las crónicas y los editoriales de ese día se disfrazó de demócrata a un grupo de conspiradores, se ocultó la realidad de un presidente democrático secuestrado por unos militares y se dibujó la figura de ese presidente como la de un cobarde que lo único que quería era huir a Cuba o a Libia. Los hechos posteriores desnudaron la realidad. Serrat cantó: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. La verdad de lo ocurrido es tan diferente a lo contado en aquellos periódicos que no deberíamos de olvidarlo. Creo que quienes mintieron con el objetivo de defender a una minoría golpista que fue arrasada por una mayoría democrática no tienen ninguna legitimidad para continuar cinco años después dando lecciones de democracia a los gobernantes venezolanos.