Tuve el honor de ser invitado recientemente al XII Congreso Nacional del Partido Nacionalista Canario (PNC). En el mismo, además de continuar con la discusión acerca del papel del partido arrancada en la pasada Convención Nacional, celebrada el 25 de septiembre de 2021, se produjo la renovación total de la dirigencia de esta fuerza histórica. El incombustible Juan Manuel García Ramos abandona sus funciones como presidente, cargo que ahora asume Francisco Martín Espinosa, para ocupar la Presidencia de Honor. Emiliano Oliva, joven empresario, ejercerá la Secretaría General del PNC en lo que supone un movimiento hacia un partido más ejecutivo y con mayor capacidad de intervención política, con voluntad de regenerarse y crecer.
Durante el sobrio acto de clausura, García Ramos definió al PNC como “un partido de cuadros”. En mi opinión, todos los partidos lo son, de alguna manera, en la medida en que los “partidos de masas” ya no existen y la cartelización de los mismos es un fenómeno de carácter generalizado. Sin embargo, al contrario que a otros, al PNC le espera una función de suma importancia, más allá de competir agónicamente como el resto de fuerzas por alcanzar el poder. El PNC debe configurarse como el auténtico referente intelectual del nacionalismo dentro de un espacio político como el canarismo que, en la actualidad, está hegemonizado por el autonomismo.
El autonomismo -a grandes rasgos, la defensa del modelo de la España de las Autonomías y la defensa de una participación de Canarias en la misma de manera justa y equitativa- viene siendo desde 1993 la cultura política preponderante en el canarismo. Nuestro autogobierno ha avanzado sobre todo en base a un proyecto político moderado, con amplio apoyo popular, que se ha encargado de vehicular el desarrollo de las transferencias, su gestión desde Canarias y vigilar el que el archipiélago reciba un trato justo en materia de financiación, cumplimiento del REF, etc. sin plantear nunca de manera consistente la superación de dicho modelo. En ese sentido, se perciben notables diferencias con Euskadi y Cataluña, que sí han contado con partidos fuertemente nacionalistas, comprometidos con la construcción nacional de sus respectivos países.
Complementariedad
Lejos de presentar autonomismo y nacionalismo como tendencias enfrentadas, creo sinceramente en su necesaria colaboración desde el respeto y la complementariedad. Los nacionalistas no debemos ser anti-autonomistas sino post-autonomistas. Ambas tendencias deben confluir en una opción de amplio espectro aún por construir, en una segunda fase de desarrollo del canarismo nacido en 1993. A esta opción están invitados los insularismos no fratricidas, o sea no insolidarios, también los municipalismos no ombliguistas, que compartan una visión de país canario y el resto de familias del canarismo. Creo que el renovado PNC puede aportar muchísimo en este proceso, señalando horizontes, elevando el nivel del debate, ampliando las fronteras ideológicas como partido con vocación pluralista, que no quiere limitarse a acoger exclusivamente a una sola tendencia ideológica en el eje izquierda-derecha.
Juan Manuel García Ramos ha liderado un cambio de guardia ordenada, sin conflictos. En este sentido ha sido, una vez más, ejemplar. Espero que no sea su último servicio a la causa del nacionalismo canario. El Parlamento canario perdería mucho si finalmente no continuara ocupando su escaño. Pocos parlamentarios aportan el nivel intelectual y la referencia histórica que él viene encarnando desde hace décadas. Es muy necesario que se siga oyendo la voz del PNC en la sede de la soberanía popular canaria. Finalmente, deseo que su pase a la reserva sea acompañado por un Homenaje Nacional, en el que todos los canaristas, nacionalistas o no, podamos agradecerle su entrega.