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¿Hacia dónde caminamos a nivel electoral en España?

Mario Regidor

Con los resultados derivados de la última convocatoria electoral, las elecciones europeas, hemos podido comprobar varias cosas, independientemente de quién haya resultado vencedor en las mismas.

La primera es que el bipartidismo imperfecto existente en nuestra democracia parece agotado y en eso ha tenido mucho que ver la irrupción de Podemos como partido político heredero, en cierto modo, de los movimientos del 15-M. UPyD e IU se las prometían muy felices con sus alzas electorales, cuatriplicando y triplicando respectivamente, el número de diputados presentes en el Parlamento Europeo pero, encuestas posteriores, han permitido vislumbrar una pérdida de votos progresiva y constante de estos dos partidos que ambos pretenden combatir de forma muy diferente.

IU por medio de la articulación de un amplio frente de izquierdas que no parece encontrar mucho eco en Podemos, que aboga por la creación de una “amplia mayoría social” diferente a lo existente en la actualidad. Huelga decir que, dicho frente de izquierdas podría constituir la tabla de salvación de la formación liderada por Cayo Lara (¿o debería decir por Alberto Garzón…?) pero se revela como innecesaria, al menos en el momento de la contienda electoral para Pablo Iglesias, Monedero y el resto de líderes mediáticos de Podemos. Otra cosa diferente será, una vez celebradas las elecciones, el momento de los pactos. Ahí sí es posible que IU y Podemos confluyan, allí donde les permita la aritmética electoral, pero ya no será desde una posición de igualdad, como pretende IU, sino con lo que manden los resultados electorales, donde se espera que la posición de fuerza la ostenten las huestes de Podemos.

UPyD por su parte, intenta superarlo por medio de la cerrazón inicial en sí mismos y en sus postulados inamovibles, elevados a la categoría de dogmas de fe políticos, por encima de los cuáles no es posible la asunción de pacto electoral alguno, como pretende Ciudadanos, un partido político, en principio, radicado en Cataluña, donde le cierra cualquier posibilidad de progresar a UPyD y que, en las últimas elecciones europeas, consiguió dar el gran salto, con dos actas de diputado.

Y en medio de toda esta vorágine, ¿qué pasa con los dos partidos mayoritarios?, ¿qué pasa con el PP? ¿Y con el PSOE? El PSOE parece estar respondiendo al embate político, en la manera en que se lo permiten sus estructuras, sin perder la cara a lo que se enfrentan pero, al menos eso espero, siendo conscientes de que hay un nuevo actor en el panorama político y que ha venido para quedarse durante largo tiempo y, quien sabe, incluso constituyendo una alternativa de gobierno futuro. La elección de un nuevo secretario general por medio del voto directo del militante, desdeñando las prácticas decimonónicas de la elección de delegados y el voto delegado para este menester, ha puesto al PSOE en la palestra mediática y sólo la madurez y el sentido común a la hora de llevar a cabo las primarias regionales y locales que se avecinan para el mes de octubre en la práctica totalidad de la geografía española, les hará merecedores del crédito político que necesitan como agua de mayo para afrontar la necesaria reconstrucción de los apoyos sociales y de base del partido.

En el caso del PP, la reacción ha sido totalmente contraria a lo esperado. La creencia de que la irrupción de PODEMOS sólo afecta a los partidos políticos de izquierda ya que fragmenta su nicho de votantes, dividiéndolo entre más opciones, es de una cortedad de miras alarmante. Es cierto que, a corto plazo, pudiera representar una oportunidad de ganar las siguientes elecciones aprovechando que son la única opción de derechas con posibilidades reales de conseguir una cota electoral apreciable en la práctica totalidad de regiones y municipios, pero lo que la sociedad está demandando, a pasos agigantados además, es una nueva manera de entender la política, de llegar a la gente y de que la actividad política que realizan nuestros representantes sea creíble, no sólo por las siglas que representan, sino por la calidad del trabajo realizado y su influencia en nuestra forma de vida.

La obsesión del PP por desarrollar una reforma electoral que da una vuelta de tuerca radical a la forma de elección de nuestros representantes más cercanos a nueve meses escasos de las próximas elecciones municipales y autonómicas, aprovechando, además, su mayoría absoluta, me parece una maniobra artera y ruin, que evidencia un partido sin más recursos que la alteración de las reglas del juego en un momento en que saben que podrían perder la mayoría absoluta que ostentan en varias comunidades autónomas y grandes ciudades y que no han sabido articular mayorías alternativas mediante el acercamiento a otros partidos políticos que pudieran compartir los aspectos fundamentales de su ideario político.

Si esta situación persiste, auguro la potenciación de los partidos políticos de izquierda, PSOE incluido, y la debacle del PP en próximas contiendas electorales a partir del 2016. Se está formando una nueva mayoría en España y no es, precisamente, de derechas pero para que puedan albergar esperanzas de transformar la realidad que les rodea, es necesario el entendimiento de todas esas fuerzas políticas y cuando digo todas, incluyo a IU, PODEMOS y en especial, al PSOE.

No va a ser una tarea sencilla pero será necesario que las listas electorales municipales y autonómicas estén pobladas por personas proclives a llegar a pactos y acuerdos ya que eso y no otra cosa es lo que nos demanda la sociedad en este momento: personas con voluntad de llegar a acuerdos y que, alejándose de posiciones maximalistas en sus programas políticos, sean capaces de superar sus rencillas y llegar a formar mayorías de izquierdas. Se abre una nueva era donde las mayorías absolutas serán la excepción. La cuestión es, ¿tendremos la madurez política y el sentido común necesarios para lograrlo?

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