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Canarias, referencia global del pensamiento sobre el fenómeno migratorio
“Canarias, hoy receptora de flujos migratorios intensos, tiene una herencia grabada a fuego: un profundo conocimiento de la historia de las migraciones. La entiende muy bien, o al menos debería hacerlo. Fueron nuestros antepasados: campesinos, pastores, artesanos, quienes, huyendo del hambre, de la injusticia o del abandono, marcharon en tropel por la senda que abrieron aquellos barcos que iban hacia las Américas”.
No se me ocurría mejor manera de arrancar hoy este texto que con una cita textual del emocionante broche que el periodista José Naranjo puso este martes en el Auditorio de Casa África al III Encuentro Migratlantes, unas jornadas de dos días de duración inauguradas por el presidente del Ejecutivo regional, Fernando Clavijo, en las que el objetivo era parar dos días del frenesí (y sus consiguientes rifirrafes políticos) que supone la gestión del fenómeno migratorio para pararse a pensar, a reflexionar con buena parte de los actores implicados en la acogida de las personas llegadas al Archipiélago en la búsqueda de nuevos horizontes.
La intervención de Naranjo apeló tanto a los canarios que se fueron a Cuba, Venezuela, Uruguay, San Antonio de Texas o Argentina, pero también a Senegal, Guinea, a Sidi Ifni, al Sáhara Occidental, a Mauritania como a la naturalidad con la que históricamente hemos acogido a los que llegaron: “Emigrantes, viajeros, aventureros españoles, castellanos, andaluces, portugueses, que salpicaron de belleza nuestra habla; esclavos negros, comerciantes británicos... Hoy, las tiendas de los indios, los coreanos y sus flotas, los libaneses de Triana, los mauritanos paseando por Las Canteras, el aroma de las arepas de los venezolanos… Somos todo eso. Un pueblo de ida y vuelta, nuestro ADN está cocido con finas hebras hechas de distintos acentos y procedencias”.
Qué suerte tenemos en el Archipiélago de contar con Pepe Naranjo, un periodista con esta enorme sensibilidad y capacidad para recordarnos quiénes somos. De él siempre recordaré con estima el trabajo que hizo en la llamada crisis de los cayucos (2006-2008). Y qué importante es que podamos hacer estas reflexiones en este momento, en unos días en que el ruido no hace más que embrutecer para generar odio y rechazo, para convertirnos en algo que nunca hemos sido y que no queremos ser.
Celebro y felicito enormemente, pues, la iniciativa que el Gobierno de Canarias tuvo de celebrar este encuentro en Casa África, por el que rondó una idea que me parece de vital importancia. Nuestra tierra, con su ADN de finas hebras a las que alude Naranjo, es y debe ser también un punto de referencia internacional, hasta global, para la reflexión alrededor del fenómeno (que no el problema, sino el fenómeno) migratorio. Somos un espacio neutral, diverso y tolerante en el que poder pensar, y hasta poder ejecutar, proyectos audaces para la integración y acogida de los migrantes. Por ejemplo, en Casa África reuniremos esta próxima semana a representantes de think-tanks (centros de pensamiento) africanos y españoles especializados en el ámbito migratorio para reflexionar alrededor de estas materias y generar un documento de reflexión conjunta.
Una de las aportaciones de Casa África a este encuentro, además de logística, consistió en la proyección de un documental llamado Los cayucos de Kayar, protagonizado por el actor senegalés Thimbo Samb, que llegó en patera a nuestra tierra, fue mantero en Madrid y tras estudiar arte dramático inició una carrera que lo ha llevado a protagonizar series y películas de éxito. La reflexión de este joven y las contradicciones que suponen convertirse en un espejo para jóvenes senegaleses que han muerto en el camino abrieron este encuentro, dando voz así a los migrantes, personas humanas protagonistas de estas historias.
Como responsable de una institución de diplomacia pública, Casa África, traslado habitualmente con orgullo el hecho de que España está siendo un ejemplo en toda la Unión Europea de cómo abordar el fenómeno migratorio. Como frontera sur de Europa, y con muchísimos aspectos a mejorar, nos hemos mantenido inamovibles en lo trascendental que es poner frente a todo los Derechos Humanos de las personas migrantes.
Es algo que recordé en mi intervención inaugural en Migratlantes y que llevo toda la vida diciendo, algo que los periodistas recuerdan que decía en cada comparecencia pública en ese año 2006: que a Canarias llegan seres humanos, no basura, ni chatarra ni material radioactivo, son personas que simplemente anhelan un camino hacia una vida mejor para poder ayudar a sus familias. En el último libro que acabo de editar he reunido una treintena de artículos sobre las migraciones, que marca la línea conceptual que hemos mantenido desde Casa África en estos últimos seis años.
Así que, si España está siendo ahora mismo la punta de lanza en toda Europa del respeto a los Derechos Humanos para la gestión de las migraciones, Canarias va un poco más allá dentro de todo ese espacio, constituyendo un perfecto laboratorio de reflexión y diálogo, en el que la ciudadanía percibe con enorme naturalidad lo que en otros espacios genera, de manera incomprensible, un grave enfrentamiento y una polarización insufribles.
Y esta idea, la de Canarias como un espacio en el que reflexionar y tener en cuenta como un puente para el diálogo entre todos alrededor del fenómeno migratorio la llevé a la reciente reunión de la Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas, celebrada en Cascais (Portugal).
En este encuentro al que fui invitado tuve el honor de intervenir en una mesa sectorial sobre migraciones. Desde mi posición, expuse la realidad que afrontamos en Canarias con la Ruta Atlántica, que este año 2024 ha alcanzado cifras récord al superar las 40.000 personas llegadas, pero principalmente trasladé la idea de que somos un puente para el diálogo y la alianza de civilizaciones, un patio en el que exponer las ideas para entendernos todos más y mejor.
En Portugal subrayé, además, la urgente necesidad de abordar la capacidad de acogida autonómica, especialmente con los menores no acompañados, cuyo número ronda los 6.000. Sin embargo, hice especial hincapié en la necesidad de erradicar los naufragios, porque enfrentamos la ruta migratoria marítima más peligrosa del mundo, donde la vida humana está constantemente en riesgo. Insistí en que ningún esfuerzo será suficiente si no ponemos fin a esta tragedia.
De este foro también surgió la Declaración de Cascais, un documento que resalta el impacto positivo de una migración «segura, ordenada y regular». En él se pone énfasis en combatir la xenofobia y fomentar una visión positiva de la diversidad cultural como motor de inclusión social. Además, destaca el papel crucial de los líderes religiosos en la mediación de conflictos, la relevancia de las mujeres como negociadoras y pacificadoras, y la importancia de luchar contra la desinformación y el odio.
La cumbre de la Alianza de Civilizaciones en Cascais contó con la destacada presencia del Rey Felipe VI, quien en la inauguración del foro calificó esta iniciativa como «la diplomacia de los valores», resaltando su capacidad para fomentar el entendimiento entre culturas y civilizaciones en estos tiempos de tensiones globales. El evento reunió a importantes personalidades como el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo da Sousa; el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres; los ministros de Exteriores de España y Turquía, José Manuel Albares y Hakan Fidan, respectivamente; el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero; y el secretario general Adjunto de Naciones Unidas y Alto Representante de la Alianza, Miguel Ángel Moratinos, entre otros altos cargos.
El foro, que congregó a más de 2.000 asistentes, se consolidó como un espacio clave para reflexionar sobre los desafíos de la humanidad y el fortalecimiento del diálogo global. Como reafirmó el propio Felipe VI, en un mundo cada vez más complejo, el concepto y la idea con que nació la Alianza de Civilizaciones cobra más sentido que nunca. Orgullo siento, al tratarse de una idea concebida y nacida desde nuestro país hace ya unos cuantos años. Un orgullo que viene a sumarse al que siento por ser canario y trabajar en esta tierra, que puede ser un laboratorio de construcción de sociedades inclusivas, prósperas y amables, que ofrecer como ejemplo para el mundo.
“Canarias, hoy receptora de flujos migratorios intensos, tiene una herencia grabada a fuego: un profundo conocimiento de la historia de las migraciones. La entiende muy bien, o al menos debería hacerlo. Fueron nuestros antepasados: campesinos, pastores, artesanos, quienes, huyendo del hambre, de la injusticia o del abandono, marcharon en tropel por la senda que abrieron aquellos barcos que iban hacia las Américas”.
No se me ocurría mejor manera de arrancar hoy este texto que con una cita textual del emocionante broche que el periodista José Naranjo puso este martes en el Auditorio de Casa África al III Encuentro Migratlantes, unas jornadas de dos días de duración inauguradas por el presidente del Ejecutivo regional, Fernando Clavijo, en las que el objetivo era parar dos días del frenesí (y sus consiguientes rifirrafes políticos) que supone la gestión del fenómeno migratorio para pararse a pensar, a reflexionar con buena parte de los actores implicados en la acogida de las personas llegadas al Archipiélago en la búsqueda de nuevos horizontes.