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Y tú más
Su paso por el gobierno de la comunidad autónoma está bien archivado en la memoria de 35 niños africanos que en octubre de 2003 fueron tratados como producto contaminante por Águeda Montelongo. El cabildo de Fuerteventura tenía el centro de menores saturado, había 86 niños y adolescentes en un centro de 35 plazas. La consejera insular de Asuntos Sociales, Natividad Cano, envió a los centros de Gran Canaria a 35 menores. Los menores llegaron a las 12 del mediodía al aeropuerto de Gran Canaria, con tiempo suficiente para ubicarlos en los centros de la isla. Cuando los trabajadores sociales estaban preparando las habitaciones, la consejera Montelongo mandó parar. “¡Un momento, aquí mando yo!¡ Para Fuerteventura de nuevo!”. Y los mandó sin contemplaciones en dos vuelos entre las 6 y las 8 de la tarde.
La reacción de Montelongo hace ocho años con Natividad Cano fue la misma que tuvo ayer con Mario Cabrera. La consejera de Natividad Cano la llamaba por teléfono para pedirle que realojara a los chiquillos en Gran Canaria donde había plazas, para contarle que, como ella sabía, el centro de Fuerteventura masificado. Pero Águeda Montelongo no se le ponía al teléfono. “La consejera no le puede atender, está reunida”, era la respuesta del equipo de Montelongo a las numerosas llamadas que recibían desde el cabildo de Fuerteventura para intentar evitar que por culpa de la soberbia de Águeda Montelongo los chiquillos tuvieran que dormir hacinados en el suelo. Aunque los niños hubieran sido enviados sin avisar directamente a la señora consejera, si Montelongo hubiese tenido voluntad de arreglarlo hubiera cogido el teléfono en lugar de dar una contraorden que perjudicaba a los menores. Pero ya ven, los jóvenes africanos no se llamaban Tomás Burgos, no tenían un alto cargo en el Senado que pudiera permitirle a la presidenta insular del PP continuar con su gimnasia de trampolín político. Seguramente el portavoz adjunto del PP en el Senado no se imagina que la hospitalaria Águeda Montelongo que le buscó y pagó un hotel con dinero público la semana santa del año pasado, hubo un tiempo en el que la mismita Águeda no conseguía habitaciones para todo el mundo.
Ayer la todavía (en el momento de escribir este artículo) consejera de Turismo del cabildo de Fuerteventura no se le ponía al teléfono a su presidente Mario Cabrera y no apareció por la corporación insular. Esta vez pasó del trampolín al buceo, ella y su equipo se pusieron a revisar expedientes del cabildo para buscar mierda que echar en la cara de Coalición Canaria. Ante la publicación en CANARIAS AHORA de las vacaciones del senador del PP pagadas por el Patronato de Turismo, en lugar de dar las explicaciones que le pedía Mario Cabrera, la delegada de Soria en Fuerteventura redactó un comunicado con la gastada estrategia del “y tú más”. El PP acusa ahora a Coalición Canaria de intentar pagar viajes sin justificar con dinero del Patronato. Lo podía haber denunciado el miércoles pasado y hubiera tenido el aplauso de un servidor, pero hacerlo ahora suena a tinta de calamar o a basura tapada por ellos mismos. Coalición Canaria negó las acusaciones del PP majorero.
Recordemos que Águeda Montelongo es consejera de Turismo del cabildo de Fuerteventura por un acuerdo personal con Mario Cabrera y José Manuel Soria. En el año 2007 Domingo González Arroyo presidía el PP majorero, y la apuesta del marqués de la Oliva era un pacto con el PSOE de Blas Acosta. Pero ese acuerdo no le venía bien a los intereses de José Manuel Soria que quería entrar en el gobierno con el mismo Paulino Rivero al que ahora no quiere hacer presidente (ja,ja,ja?). Ahora PP Manolo se echó al monte y Águeda Montelongo es libre de abandonar el gobierno insular. No lo hace porque la cosa está muy malita y necesitan los sueldos públicos para mantener a la tropa con la barriguita llena durante la campaña electoral. Mario Cabrera tiene una excelente oportunidad este martes de demostrar que todavía ejerce de presidente del cabildo para nombrar a consejeros? y para destituirlos.
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Juan GarcÃa Luján
Su paso por el gobierno de la comunidad autónoma está bien archivado en la memoria de 35 niños africanos que en octubre de 2003 fueron tratados como producto contaminante por Águeda Montelongo. El cabildo de Fuerteventura tenía el centro de menores saturado, había 86 niños y adolescentes en un centro de 35 plazas. La consejera insular de Asuntos Sociales, Natividad Cano, envió a los centros de Gran Canaria a 35 menores. Los menores llegaron a las 12 del mediodía al aeropuerto de Gran Canaria, con tiempo suficiente para ubicarlos en los centros de la isla. Cuando los trabajadores sociales estaban preparando las habitaciones, la consejera Montelongo mandó parar. “¡Un momento, aquí mando yo!¡ Para Fuerteventura de nuevo!”. Y los mandó sin contemplaciones en dos vuelos entre las 6 y las 8 de la tarde.
La reacción de Montelongo hace ocho años con Natividad Cano fue la misma que tuvo ayer con Mario Cabrera. La consejera de Natividad Cano la llamaba por teléfono para pedirle que realojara a los chiquillos en Gran Canaria donde había plazas, para contarle que, como ella sabía, el centro de Fuerteventura masificado. Pero Águeda Montelongo no se le ponía al teléfono. “La consejera no le puede atender, está reunida”, era la respuesta del equipo de Montelongo a las numerosas llamadas que recibían desde el cabildo de Fuerteventura para intentar evitar que por culpa de la soberbia de Águeda Montelongo los chiquillos tuvieran que dormir hacinados en el suelo. Aunque los niños hubieran sido enviados sin avisar directamente a la señora consejera, si Montelongo hubiese tenido voluntad de arreglarlo hubiera cogido el teléfono en lugar de dar una contraorden que perjudicaba a los menores. Pero ya ven, los jóvenes africanos no se llamaban Tomás Burgos, no tenían un alto cargo en el Senado que pudiera permitirle a la presidenta insular del PP continuar con su gimnasia de trampolín político. Seguramente el portavoz adjunto del PP en el Senado no se imagina que la hospitalaria Águeda Montelongo que le buscó y pagó un hotel con dinero público la semana santa del año pasado, hubo un tiempo en el que la mismita Águeda no conseguía habitaciones para todo el mundo.