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Una de candidatos

Dice Arcadio que hará al PSC más canario, cosa que, a estas alturas de mi vida, vistos los nacionalismos emergentes e insurgentes que gastamos, no sé si es bueno o peor y si no habrá que echarse a correr. En cuanto a Pérez, tengo la impresión de que para él la administración territorial canaria debería organizarse a partir de la autonomía de los cabildos, que representan la genuina tradición autonómica de las islas desde sus comienzos como colonias castellanas.

Alguna vez he dicho que vivimos en una autonomía fallida. No porque no haya por donde coger al actual Gobierno, que también, sino debido a que no nos sirve el sistema; no responde a nuestra configuración geográfica ni a nuestro modo de ser. El Gobierno paulinés es más consecuencia que causa de ese fracaso, aunque haya puesto de su parte; para acelerarlo y que se note más.

Suele alegarse en defensa del Gobierno la necesaria unidad de los canarios, lo que está muy bien para canciones del Día de Canarias y para llenarse la boca en los mítines; como el futbolista se llena de balón y lo envía a la estratosfera. Pero la realidad es que nunca hemos estado tan lejos de conseguirla. La unidad no depende de que tengamos un gobierno centralizado; mucho menos si ese gobierno es el resultado de una ley electoral que da un valor distinto a los votos canarios, según la isla en que se deposite. Ni les cuento de la “unidad” de la Provincia única que añora don Pepito. Si la centralización propicia la arbitrariedad, la ley electoral ha deteriorado gravemente la representatividad de las instituciones autonómicas que por esa razón (nada digo de las del Código Penal, que afectan a la confianza ciudadana) están hoy viciadas y controladas por intereses a los que les va, miren por dónde, el espíritu centralista de la Provincia y se oponen a una reforma estatutaria en profundidad a partir de los Cabildos, con una reducción del Gobierno canario a mínimos de coordinación de ciertas políticas y de representación de la Comunidad frente al exterior. Mutatis mutandi, el Estatuto vasco de referente posible.

Creo que, quizá de forma menos radical y explícita, por ahí va la concepción de Pérez, aunque no lo podamos saber a ciencia cierta si no la formula explícitamente. Y no sé qué piensa de esto Arcadio. Aunque entiendo que no puede reprochársele a uno que vaya con pies de plomo y a Arcadio su indefinición pues en esa canariedad cabe todo, incluso que esté pensando imponer en las escuelas el canto una vez al año del Islas Canarias, como pretende Sarkozy con La Marsellesa. Por más que siempre será mejor el pasodoble que la nana de Teobaldo Power, la que elevaron al rango de himno convirtiéndola en sarcástica referencia a cómo nos quieren los mandarines: tarareando con la boca cerrada y dormiditos, mis niños chicos.

Sé también que esta manera de ver la autonomía la comparte alguna gente en Gran Canaria, menos en Tenerife y nada en las islas no capitalinas por razones obvias. También sé que no son pocos los psocialistas que ni se la plantean y que no estarían de acuerdo llegado el caso; porque no se han parado a pensarlo o por pertenecer a sectores del PSC casi diría que afines a ATIcc, con quien les gustaría pactar, y menos al PP, con el que no les importaría pactar, si no queda más remedio que quitarse la careta. El Gobierno centralizado da un poder de decisión sobre todas las islas que los cabildos autònomos impedirían y eso no favorece la “unidad” de los negocios regionales.

Quiero decir, en definitiva, que para mí el candidato de verdad no sería el más cualificado, honesto, etcétera, calidades que doy por supuestas, sino el que se atreva a coger el toro por los cuernos. La reforma electoral, que no dejarán salir adelante, mejoraría la situación actual, pero la reforma de futuro, la que se necesita, es la de un Estatuto que descanse sobre las autonomías insulares. En la portada de su “plebiscito”, antecedente inmediato de la ley de Cabildos de 1912, el majorero Manuel Velázquez Cabrera estampó el “Dar a cada uno lo suyo”; lo puso en latín pero no por eso dejamos de entenderlo.

Debería Paulino pensárselo aunque sólo sea para acabar con las angustiosas pesadillas canarionas del editor de El Día, que no duerme, pobrecito, por temor a que la perfidia grancanaria y su quinta columna en la Univesidad lagunera (¡y hasta en las murgas carnavaleras, que horror!) aseste cualquier noche el golpe definitivo a “su” Tenerife, que no es el de los tinerfeños con dos dedos de frente. Espero que Soria respalde al presidente y en su próxima visita al periódico santacrucero le haga ver a tan esclarecidos editorialistas que la mejor manera de conjurar el peligro amarillo es que ninguna isla meta las narices en los asuntos de la otra.

Dice Arcadio que hará al PSC más canario, cosa que, a estas alturas de mi vida, vistos los nacionalismos emergentes e insurgentes que gastamos, no sé si es bueno o peor y si no habrá que echarse a correr. En cuanto a Pérez, tengo la impresión de que para él la administración territorial canaria debería organizarse a partir de la autonomía de los cabildos, que representan la genuina tradición autonómica de las islas desde sus comienzos como colonias castellanas.

Alguna vez he dicho que vivimos en una autonomía fallida. No porque no haya por donde coger al actual Gobierno, que también, sino debido a que no nos sirve el sistema; no responde a nuestra configuración geográfica ni a nuestro modo de ser. El Gobierno paulinés es más consecuencia que causa de ese fracaso, aunque haya puesto de su parte; para acelerarlo y que se note más.