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Desde Cano nº 22 con la Grundig: Cuito Cannevale

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El once de noviembre de 1975, Agostino Neto, uno de los más grandes dirigentes del movimiento descolonizador de África proclamó, desde un estadio de Luanda abarrotado de multitudes entusiastas, la independencia de Angola.

Por aquella fecha vivíamos, desde hacía algunos años, en una casa de la calle Cano, una vivienda modesta que se me representa, continuamente y me evoca los mejores recuerdos. Disfrutamos allí años trepidantes, de mieles y tormentos, intensos, política y personalmente.

Seguíamos los acontecimientos de Angola, diariamente, con voracidad, por las emisoras portuguesas, a través de una radio Grundig, muy potente para la época que le había pedido prestada a mi padre y que aún conservo con venia resignada de mis hermanos y hermanas.

Nos manteníamos cada noche, con puntualidad militante, en horas fijas, con las orejas como ventosas, pegadas a la Grundig, desde la Revolución de los Claveles y así durante cerca de 15 años, hasta Cuito Cuanevale, en marzo de 1988.

Aquel once de noviembre compartíamos con el pueblo de Angola y su histórico dirigente, la celebración de aquella independencia que tanto horror y sacrificio se había cobrado.

Sin embargo, estábamos sobrecogidos. Las fuerzas contrarrevolucionarias, infectadas de criminales mercenarios, unidades enteras del ejercito asesino de Mobuto y técnicos sudafricanos pertrechados por la CIA y muchos países europeos, incluida España, con violencia inaudita, estaban venciendo a las unidades patrióticas del MPLA. Cabinda había sido invadida por las tropas de Mobuto -el asesino de Patrice Lumumba-, Savinbi, con activo apoyo sudafricano dominaba el sur y Holden Roberto, por entonces el “hombre de la CIA” avanzaba imparable sobre Luanda, se encontraba apenas a 100 km del estadio donde Agostino Neto y el pueblo liberado celebraban el acontecimiento más importante que la historia había legado a su patria.

La revolución angoleña y su independencia estaban mortalmente amenazadas. Unidades revolucionarias de infantería, aviación, paracaidistas y marinos portugueses, al mando del almirante a quien tantos méritos le debe la revolución portuguesa, el imponente Rosa Coutinho, a punto de reembarcar para Europa, contribuían con modestas fuerzas a la resistencia.

Ocurrió entonces uno de los episodios de mayor grandeza de la historia del internacionalismo y de la solidaridad internacional y que nos marcó, como con hierro, para siempre: La Operación Carlota.

“Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad” dijo Fidel.

Decenas de miles de cubanos y cubanas, se alistaron voluntariamente para ir a combatir con el pueblo angolano, a los sátrapas de Moluto, a los racistas del apartheid, a los sicarios y a los traidores al servicio del imperialismo. Y lo hacían desafiando una travesía tan terrorífica como su propio destino: por aire, en puente aéreo, vía Guyana, con aviones atestados, sin luces, volando a pocos metros sobre la superficie del océano para eludir los radares. Por mar, en buques de carga, hacinados en bodegas, sin salir a las cubiertas para evitar ser descubiertos por los reconocimientos aéreos.

Al arribar fueron trasladados, de inmediato, a los frentes de Cabinda, de Holden Roberto en el norte, y de Savinbi en el sur.

Con una indescriptible manifestación de heroísmo, firmeza moral y arte militar, de manera fulminante, en pocos días, si no en solo horas, fueron desechas las agrupaciones de Mobuto de Cabinda, se asestó a Holden Roberto un golpe demoledor en las puertas de Luanda, del que nunca más pudo reponerse y las formaciones de Unita se desbandaron hacia las fronteras de Namibia, El Congo y Sudafrica, perseguidas por las columnas del MPLA y las avanzadillas internacionalistas.

Cada noche, nosotros seguíamos con un gran mapa el curso de los acontecimientos del que informaban las nuevas emisoras portuguesas y sus corresponsales, con tensión máxima, como si los frentes estuvieran en Moya, en Tafira Baja o en el Doctoral. Los camaradas que faltaban un día, pasaban al siguiente por las noticias ?no teníamos teléfono-. Y a mí me pasaba, como señalaba en una oportunidad Fidel al propio Chaves y esta contaba con su humor contagioso:

Chaves: “Tu me dijiste Fidel, que podía decir en cualquier parte, salvo las cuestiones de carácter secreto, lo que me has contado”.

Fidel: “No te reprocho que lo cuentas, sino que a lo que te digo tu añades lo tuyo... lo rellenas, dijéramos..”.

Yo rellenaba la información recibida con lo que en base a ella debía haber ocurrido después. Solo que lo contaba como si ya hubiera sucedido. A decir verdad pocas veces acerté.

Recuerdo que en uno de aquellos momentos, de sagrado recogimiento, en que la Grundig daba el do de pecho sorteando interferencias y silbidos estridentes, recibí la visita de un amigo, nacionalista de derecha, no daba crédito a lo que veía: “...no puedo entenderlo, una cosa que esta pasando tan lejos”. Nos limitábamos a decirle, “tienes razón, no puedes entenderlo, tu patria es muy chica, pero deberías hacer un esfuerzo, lo que se decida allí, tan lejos, termina entrando por la puerta de nuestras casas, de una manera o de otra, para bien o para mal”.

También quiero decir que tenemos fresca en la memoria la indiferencia cómplice, cuando no la hostilidad abierta, que mostraba el por la época hegemónico “eurocomunismo” ? “hegemónicos” se creían ellos-, contra esa gran pagina de la historia del internacionalismo y la solidaridad que con el máximo sacrificio y heroísmo se estaba escribiendo en Angola. Ya en aquellos días nos indignaba y avergonzaba, nos parecía revelador de la degradación ideológica y política en la que se estaban sepultando y sepultando con ellos, a muy buena parte del movimiento comunista de este país.

Con el tiempo la empresa liquidadora del “eurocomunismo” fue infinitamente las lejos de lo que nosotros sospechábamos.

Tras aquella primera fase exitosa de la Operación Carlota, vino lo peor. El apartheid se la jugaba, en la propia Sudáfrica y, de inmediato, en Namibia. Para el imperialismo y el neocolonialismo estaba en cuestión la iniciativa histórica. Lo que en definitiva se determinaba allí era una victoria o una derrota de significación histórico universal que incidiría en la orientación de los acontecimientos más allá de Angola, de Sudáfrica, de África entera.

Más de diez mil hombres, dotados de los mejores equipos de combate, del ejercito sudafricano, considerado a la sazón uno de los mejores del mundo, agrupados con decenas de miles de las desperdigadas columnas de Unita y Mobuto lanzaron una fulminante ofensiva que en pocos días penetró más de doscientos kilómetros en el territorio de Angola. Se mostraban imparables. La amenaza sobre la Revolución Angoleña era esta vez cien veces mayor que la que años antes representó Holden Roberto.

En Cuito Cuannavale -sud/este- se encontraba un centro estratégico fortificado por los portugueses, con pista aérea, era la llave que cerraba o abría el paso para una penetración fácil y en profundidad hacia el centro, la costa y el norte de Angola.Las unidades debilitadas del MPLA no podían aguantar la presión del poderoso ejército racista y sus aliados y allí quedaron cercadas.

Se decidió entonces la batalla decisiva. De cincuenta mil voluntarios cubanos -numerosas mujeres-, cuarenta mil fueron involucrados en los combates. Descongestionaron el asedio a Cuito Cuannavale abriendo nuevos frentes envolventes y extendiendo la línea de combates en más de cuatrocientos kilómetros de extensión.

Intervinieron en las operaciones más de quinientos tanques, centenares de piezas de artillería... una versión modernizada de los “organillos de Stalin” neutralizó la ventaja de la moderna artillería sudafricana, y la formidable destreza de los pilotos cubanos, al mando de los Mig Soviéticos, les hizo dueños del aire. Unidades desplegadas en la retaguardia sudafricana con la inestimable ayuda de miles de guerrilleros namibios -SWAPO- y de profundas incursiones aéreas mantuvieron inmovilizada en Namibia una agrupación sudafricana de más de veinte mil hombres.

La batalla comenzó en diciembre de 1987 y culminó con la derrota de los arrogantes invasores en Marzo de 1988. El ejercito racista sus mercenarios y colaboracionista desencadenaron cinco violentas ofensivas para tomar Cuito Caunavale. En la cuarta, un señuelo cubano, los condujo a un terreno letal minado. La quinta fué la ultima. Después solo quedó la retirada, la humillación del invasor y el armisticio. Y quedó también, la sangre derramada por más de dos mil internacionalistas cubanos. Una sangre que germinó y trajo al mundo la más hermosa de las espigas: la derrota para siempre del odioso régimen del apartheid y la independencia de Angola.

El General cubano Leopoldo Cintra Frías, -Polo-, que mandaba el cuerpo internacionalista, en armas desde los tiempos de Sierra Maestra, y los cincuenta mil voluntarios cubanos, se encuentran desde entonces en el más alto pedestal de la grandeza del movimiento revolucionario: el internacionalismo.

Para Fidel y Raul, desde luego, que no abandonaron ni un solo segundo su puesto de mando desde La Habana, la gratitud inmensa de los pueblos liberados de la esclavitud racista y colonial y de quienes sentimos como nuestra aquella solidaridad épica. No hay palabras que hagan justicia a su colosal estatura revolucionaria.

Inmediatamente después de Cuito Cuannavale llego la liberación de Namibia.

Nelson Mandela dijo:

“Cuito Cuannavale fue el viraje para la lucha de liberación de mi continente y de mi pueblo del flagelo del apartheid”.

Nosotros, en aquel mes de marzo inolvidable, dejamos descansar, satisfecha, a la Grundig, nos embargaba y nos embarga aún, esa sensación, contradictoria, de orgullo por sentirnos molécula de ese movimiento, por una parte, y por la otra un sentimiento de pequeñez. Seguimos todo, día a día...pero por la radio. ¡¡Tan jóvenes, entonces, y tan lejos!!. Pero si me preguntaran que, con los dedos de una mano, contara los acontecimientos que he “presenciado” que amortizan una vida, uno de de ellos estaría dedicado, sin duda, a Cuito Cuannavale. Y no es para menos.

El once de noviembre de 1975, Agostino Neto, uno de los más grandes dirigentes del movimiento descolonizador de África proclamó, desde un estadio de Luanda abarrotado de multitudes entusiastas, la independencia de Angola.