Espacio de opinión de Canarias Ahora
Carta abierta a Ana Oramas
Estimada Ana Oramas:
La ignorancia y la violencia verbal se han instalado en nuestro entorno, tanto que no hay manera de erradicarlas. Forman parte de un amplio acervo de aspectos negativos que han configurado el comportamiento y la actitud colectiva, hasta el punto que transitamos peligrosamente por la senda de las relaciones sociales como un funambulista que está abocado a perder el equilibrio y caer al vacío. Aun así, soy optimista y considero que la única manera de erradicarlas es a través de una herramienta fundamental para garantizar, mantener y ampliar el conocimiento, a la vez que nos permite crecer y avanzar desde una perspectiva reflexiva y de desarrollo consolidado: la cultura.
Precisamente, su habilidad como política no es caminar por el alambre ni mantener la armonía; más bien, todo lo contrario. Su reciente comentario, en relación a que “el problema es que el propio profesorado no tiene ni puta idea de la identidad y de la cultura canaria”, no solo constituye una falta de respeto hacia la docencia pública, sino a todos los canarios. En realidad, no me causa estupor porque ya estoy curado en salud cuando escucho los argumentos de sus intervenciones, sea donde sea. En frases como esta, que no son novedosas en su dilatada trayectoria política, se observa claramente que impera esa violencia verbal y una ignorancia extrema sobre ciertos temas que le hacen un flaco favor en su carrera al frente de un cargo sufragado con dinero de los contribuyentes, y no digo nada de lo que implica a nivel personal. Por naturaleza, debería mostrarse más educada y condescendiente; por eso, considero que no es un ejemplo a seguir y que su ímpetu, lo mismo que sus argumentos pasionales, basados en la defensa de su modelo de canariedad, son el reflejo de alguien que actúa al margen de los problemas reales de la comunidad de la que forma parte y que se cree con el suficiente poder para ensuciar el trabajo que, día tras día, realizan distintos profesionales.
Usted no representa a quienes defendemos la cultura desde una óptica plural, global y diversa, sin atender a la exaltación de banderas y patrias, y que además valoramos, por encima de todo, el papel crucial que juega la docencia pública en el contexto de una democracia donde la educación y la cultura son pilares que conllevan el derecho al conocimiento en igualdad de condiciones y la libertad para pensar y opinar.
Su idea de identidad canaria, nacida en la fábrica de su partido, Coalición Canaria (CC), es un esperpento enlatado con el cual trata de convencernos de cuáles son los rasgos esenciales que caracterizan a este archipiélago y que lo diferencian de otros territorios. Además, no estamos en una crisis de identidad, como deja entrever en su afirmación, porque la sociedad sigue trabajando para fortalecer y defender su cultura y su idiosincrasia sin que medie ningún tipo de fuerza política. Eso está en la esencia de las personas. Su arquetipo de canariedad representa los intereses de la burguesía de derechas y de una clase obrera que se deja llevar por las pasiones de discursos basados en el amor patrio, mientras que los problemas reales quedan en un segundo plano.
Por eso, su llorera suena a disco rayado, algo que viene practicando asiduamente desde que está en política, donde todo lo que hace el contrario está mal, pero sin aportar alternativas y soluciones efectivas.
Me duele mucho escuchar, según su comentario, que su hija nunca ha leído a Arturo Maccanti, Rafael Arozarena y Pedro García Cabrera. Esto no es un problema de los docentes, sino de su hija y suyo por no fomentar la lectura en su ámbito familiar. Si fuese así, no hubiese dicho esta barbaridad. Eso se deja para personas que, por determinadas circunstancias en la vida, no han tenido la oportunidad de aprender a leer y escribir y menos aún de tener un libro entre sus manos. Pero usted, que representa esa burguesía de derechas y que tiene el suficiente dinero como para comprar toda una librería, lo que demuestra es su poco interés personal y familiar precisamente por la cultura canaria.
No justifique que la culpa de que su hija no haya leído a los referidos escritores es de los docentes y del sistema educativo porque, repito, CC ha estado años en el poder y no se ha caracterizado precisamente por difundir y consolidar la cultura canaria. En realidad, esto es un problema de interés personal y debe asimilar su parte de culpa. Si le sirve de consuelo, yo estudié en la antigua Educación General Básica y en el Bachillerato de tres años y tampoco leí a muchos escritores o escritoras canarios; la culpa no era de los docentes, sino del método educativo, que no fue capaz de trabajar sólidamente los contenidos canarios que, por el contrario, hoy en día están muy bien asentados. Eso no fue impedimento para que descubriese a esos y otros autores por mi cuenta, con muchos menos medios que los actuales.
Trabajo en una biblioteca pública municipal, desarrollando un servicio eminentemente con vocación pública. En este sentido, le invito a que visite esta u otra biblioteca de cualquier localidad de las islas que conforman su imaginario de la identidad canaria. Seguro que los compañeros y las compañeras que trabajan en ellas le asesorarán convenientemente sobre las obras de multitud de poetas, ensayistas y novelistas y su trascendencia en la Literatura, la Historia y, en general, en la cultura regional. También le informaran sobre cómo sachar papas, la receta de potaje de millo y el rezado para un santiguado, entre otras cosas, porque las bibliotecas públicas no son rañosas ni generan rebumbio ni son ajenas a tanto bagañete, sino que constituyen un leño de conocimiento. Ya sabe: canariedad popular frente a canariedad elitista.
Si dijese que usted no tiene “ni puta idea de política” (que, en realidad, todos sabemos que es cierto), no solo le estaría faltando al respeto, cosa que no me lo perdonaría, sino que, por encima de todo, estaría traicionando la educación y los valores que mi madre transmitió a sus hijos. Fíjese que ella solo tuvo la oportunidad de estudiar a nivel básico, en tiempos en que había ponerse a trabajar desde muy joven y eso no la convirtió en ignorante e inculta porque conoce a muchos escritores y escritoras, con más o menos renombre, pero los conoce. Y también es canaria, del campo, de la clase obrera, y ella sí le podría dar lecciones de qué es la idiosincrasia y la identidad canaria. Quizás no se lo explicase bien, con los términos correctos y precisos, pero sí con las vivencias del día a día, las que determinan cómo se ha configurado nuestra sociedad, llena de desequilibrios y alimentada por los sinsabores del trabajo en el campo.
Sinceramente, su comentario le viene muy grande y su visión de la cultura es muy pobre porque, como política y ciudadana, ha contribuido a denigrar una profesión imprescindible como es la docencia. No se puede hablar tan a la ligera de los contenidos canarios en educación como si usted y su partido tuviesen el control y la única verdad sobre ellos. Los docentes no se merecen esa vejación colectiva porque lo que usted ha hecho es una vejación en toda regla, con la cual se cree muy graciosa en su círculo de amigos y seguidores, pero en realidad demuestra que solo quiere seguir llamando la atención porque ya es un peón de segunda fila.
Atentamente.
Pd. Gracias por recordarnos que hay que leer a Pedro García Cabrera, un magnífico escritor que no solo defendió la importancia de la educación pública, sino que denunció el caciquismo en La Gomera. Muy recomendable su lectura para seguir defendiendo la verdadera canariedad.
Estimada Ana Oramas:
La ignorancia y la violencia verbal se han instalado en nuestro entorno, tanto que no hay manera de erradicarlas. Forman parte de un amplio acervo de aspectos negativos que han configurado el comportamiento y la actitud colectiva, hasta el punto que transitamos peligrosamente por la senda de las relaciones sociales como un funambulista que está abocado a perder el equilibrio y caer al vacío. Aun así, soy optimista y considero que la única manera de erradicarlas es a través de una herramienta fundamental para garantizar, mantener y ampliar el conocimiento, a la vez que nos permite crecer y avanzar desde una perspectiva reflexiva y de desarrollo consolidado: la cultura.