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Chirino en Triana

Y ya que del casco antiguo de Las Palmas hablo, aprovecho para volver al traslado de la Alcaldía a las oficinas municipales del antiguo Metropole. Lo ha anunciado Cardona y si las razones históricas y de revitalización del barrio de Vegueta son evidentes para desear que la Alcaldía siga en Santa Ana, no son pocas las que apuntan al hecho de que la Casa Consistorial acaba de salir, como el otro que dice, de un largo y caro proceso de restauración que aconseja no volver a dejarlo de nuevo casi sin uso. La conservación del patrimonio de una ciudad no consiste sólo en tener las fachadas albeadas sino en el uso que se le dé y lo que ese uso represente de tradición viva, la que en el caso del recinto de la Plaza de Santa Ana se remonta al siglo XVI. En ese solar estuvo el primitivo Concejo de la isla y como es sabido, el primer edificio lo destruyó un incendio criminal tras el que se levantó el que ahora conocemos. Hay, pues, un continuo histórico que tiene que ver bastante con la identidad de la ciudad que acabará por perderse a medida que perdamos las referencias físicas. Ya sufrió Las Palmas la destrucción del entorno fundacional del Guiniguada, con la construcción del acceso desde el centro de la isla, y no parece buena ocurrencia debilitar más la significación de su casco histórico.

Sé, por supuesto, que hablar de estas cosas es hoy como ayer hacerlo con las paredes, pero, qué quieren, es hábito que uno tiene. Por cierto y volviendo al acceso desde el centro: cuando se tomó la decisión de sepultar el Guiniguada, hubo quienes clamaron en el desierto para salvar aquel entorno ofreciendo la alternativa de construir el acceso por El Lasso, a partir de la autovía de San Cristóbal. Resulta irónico que, al cabo de los años, al no ser ya posible la alternativa de El Lasso, hayan tenido que volver precisamente a la autovía de San Cristóbal (zona a la que, por cierto, se privó de su nombre tradicional de “Vega de San José”) para practicar el tremendo túnel que por poco deja sin casa a más de cuatro. La imprevisión se cobró un alto precio: el de a obra en sí y el el susto de quienes vieron resquebrajarse sus paredes a barrenazo limpio. Aunque quizá, no seamos ingenuos, mejor que de imprevisión“ deberíamos hablar de otro tipo de previsiones; de las hoy conocidas genéricamente como pelotazos, quién sabe.

Y ya que del casco antiguo de Las Palmas hablo, aprovecho para volver al traslado de la Alcaldía a las oficinas municipales del antiguo Metropole. Lo ha anunciado Cardona y si las razones históricas y de revitalización del barrio de Vegueta son evidentes para desear que la Alcaldía siga en Santa Ana, no son pocas las que apuntan al hecho de que la Casa Consistorial acaba de salir, como el otro que dice, de un largo y caro proceso de restauración que aconseja no volver a dejarlo de nuevo casi sin uso. La conservación del patrimonio de una ciudad no consiste sólo en tener las fachadas albeadas sino en el uso que se le dé y lo que ese uso represente de tradición viva, la que en el caso del recinto de la Plaza de Santa Ana se remonta al siglo XVI. En ese solar estuvo el primitivo Concejo de la isla y como es sabido, el primer edificio lo destruyó un incendio criminal tras el que se levantó el que ahora conocemos. Hay, pues, un continuo histórico que tiene que ver bastante con la identidad de la ciudad que acabará por perderse a medida que perdamos las referencias físicas. Ya sufrió Las Palmas la destrucción del entorno fundacional del Guiniguada, con la construcción del acceso desde el centro de la isla, y no parece buena ocurrencia debilitar más la significación de su casco histórico.

Sé, por supuesto, que hablar de estas cosas es hoy como ayer hacerlo con las paredes, pero, qué quieren, es hábito que uno tiene. Por cierto y volviendo al acceso desde el centro: cuando se tomó la decisión de sepultar el Guiniguada, hubo quienes clamaron en el desierto para salvar aquel entorno ofreciendo la alternativa de construir el acceso por El Lasso, a partir de la autovía de San Cristóbal. Resulta irónico que, al cabo de los años, al no ser ya posible la alternativa de El Lasso, hayan tenido que volver precisamente a la autovía de San Cristóbal (zona a la que, por cierto, se privó de su nombre tradicional de “Vega de San José”) para practicar el tremendo túnel que por poco deja sin casa a más de cuatro. La imprevisión se cobró un alto precio: el de a obra en sí y el el susto de quienes vieron resquebrajarse sus paredes a barrenazo limpio. Aunque quizá, no seamos ingenuos, mejor que de imprevisión“ deberíamos hablar de otro tipo de previsiones; de las hoy conocidas genéricamente como pelotazos, quién sabe.