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Combatir al enemigo en el terreno científico. ¡Peligro: genetista suelto!

Esta afirmación la promueven todos los medios propagandísticos afines al poder y a título individual los pregoneros de las excelencias de la moralidad e ideología burguesa.

Ya en un artículo anterior titulado Ciencia e ideología, expuse algunas claves del por qué interesa tanto a los defensores de la ideología dominante mantener a la población al margen de las investigaciones y el desarrollo de la ciencia, y conciban a esta, como una materia especializada del conocimiento incognoscible por su dificultad.

Nadie duda que un profesional que se dedique al estudio y al trabajo de una especialidad concreta sea cual sea, está más capacitado que el resto que dedica su tiempo y esfuerzo a otra tarea. Pero de ahí a desacreditar y vilipendiar a quien opina, e incluso investiga y teoriza, por el simple hecho de no tener un título académico existe un trecho. Lo verdaderamente importante son las ideas.

A nadie le resulta presuntuoso opinar sobre economía, política o historia, pero cuando se trata de las ciencias naturales, es casi un acto de valentía arriesgarse a hablar sin ser considerado un advenedizo.

La cuestión principal, es que los avances científicos van ligados a los triunfos y al ascenso del materialismo dialéctico y el socialismo, y las teorías hegemónicas en el campo occidental imperialista provocan auténtico terror.

James Dewey Watson, el aclamado científico galardonado en 1962 con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, codescubridor de la doble hélice de ADN y prestigioso biólogo y zoólogo estadounidense, tiene una excelente carta de presentación que deslumbra al que se acerca someramente a su obra y a sus logros.

Las posiciones de los genetistas que se fundamentan en Thomas H. Morgan y Gregor Mendel seguramente admirarán encarecidamente la labor de Watson. Por el contrario, quienes consideramos que la línea lamarckiana no debe ser soterrada, estamos escandalizados y muy preocupados por el futuro que puede tener la ciencia con “eminencias” como el genio de Watson.

Hace poco, el padre del ADN provocó la reacción de algunos sectores de la comunidad científica al afirmar que la inteligencia de los negros no es igual a la de los blancos.

En octubre del 2007, el genetista que actualmente supera los 80 años, visitó el Reino Unido para promocionar su último libro y declaró su pesimismo con respecto al futuro de nuestro continente africano “por que todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia -refiriéndose a los africanos de raza negra se entiende- es la misma que la nuestra, cuando todas las pruebas demuestran que no es así”.

También dijo que existe un deseo natural de que todos los seres humanos deben ser iguales, “pero la gente que tiene que tratar con empleados negros saben que esto no es así”.

Por si alguien cree que el problema de este hombre es que padece demencia senil, no está de más recordar que una década antes, en 1997, comentó que las mujeres deberían de tener derecho a abortar si un test demostrase que sus futuros hijos serían homosexuales.

Toda esta polémica que no es nueva ni finalizó aún, demuestra como un prestigioso científico evidencia un tic ideológico de lo más recalcitrante sin ninguna base científica y de una forma extremadamente ofensiva, y la gravedad del asunto sólo inmiscuye a la comunidad científica y no trasciende a la opinión pública.

Para orgullo de los deterministas biológicos, el colega de Francis Crick cree que en una década podrían conocerse los genes responsables de las diferencias en los niveles de inteligencia humana.

Lo siguiente sería justificar la creciente desigualdad entre naciones opresoras y oprimidas relacionando lo que Watson considera “crecimiento desigual del cociente de inteligencia entre diferentes regiones geográficas” con la mayor o menor prosperidad de los diferentes Estados.

Es común en Watson y sus admiradores lanzar estos exabruptos acientíficos, racistas, homófobos, deterministas y de alguna manera supremaciales. Y estas ideas deben ser combatidas radicalmente.

Los genetistas contemporáneos que apoyan estas descabelladas teorías, al igual que los economistas en su campo, demuestran sus intereses estableciendo patrones clasistas que justifiquen lo indemostrable, y por supuesto estas ideas tenemos que rebatirlas por las consecuencias que conllevan.

Ya durante el siglo XX se desarrollaron estas tesis y se aplicaron en la práctica ideas que de ellas emanan, como en el caso de la eugenesia, que actualmente se emplea de una forma especializada y muy sutilmente camuflada. Pero fueron en todo momento rebatidas fundamentalmente por los científicos de los Estados socialistas y por algunos sectores de los propios países que las acogían.

En 1990 la aparición del libro The Bell Cure, en español editado con el nombre de La Campana de Gauss, firmada por Charles Murray y Richard Hermstein, se convirtió en el libro de cabecera de los defensores de la teoría que afirma que las diferencias existentes entre los índices de cociente intelectual entre diferentes grupos raciales tienen un origen genético.

Y recientemente en la prensa se ha convertido en algo habitual la publicación de noticias referentes a diversos genes cuya “funcionalidad” ofrecen respuesta a todo. Artículos pseudo-científicos que sólo interesan a los vetustos mendelistas y a los grandes burgueses de entre otras industrias, las relacionadas con el negocio de la salud como lo entienden ellos.

Aunque las enseñanzas de Jean-Baptiste Lamarck han sido enriquecidas y han evolucionado perfeccionándose cada vez más gracias al progreso científico, son muchos los “genios” que se empeñan en demostrar que en los genes está determinado absolutamente todo, obviando entre otras cosas la herencia de los caracteres adquiridos y la transmisión de los mismos. Por no hablar de los condicionantes no puramente científicos.

En el terreno de las ideas y la ciencia tenemos que estar constantemente en guerra, y el desarrollo de la genética que puede traer enormes beneficios para la salud y la agricultura por poner algunos ejemplos, mejor que sea conducida responsablemente, porque de lo contrario podríamos lamentarlo de verdad.

*Miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)

David Delgado*

Esta afirmación la promueven todos los medios propagandísticos afines al poder y a título individual los pregoneros de las excelencias de la moralidad e ideología burguesa.

Ya en un artículo anterior titulado Ciencia e ideología, expuse algunas claves del por qué interesa tanto a los defensores de la ideología dominante mantener a la población al margen de las investigaciones y el desarrollo de la ciencia, y conciban a esta, como una materia especializada del conocimiento incognoscible por su dificultad.