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¿Consejeros insulares o esclavos?

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José Miguel Pérez, Spínola, Cruz and company, que han cogido el gusto a hacerle el eco a Coalición Canaria en la cantaleta victimista al mismo tiempo que han renunciado a cualquier autonomía del PSC-PSOE para decidir en los asuntos de la política canaria, sostienen que los consejeros socialistas se vendieron de por vida a sí mismos -como el Judas Iscariote garciamarquiano en Del amor y otros demonios- como esclavos de Coalición Canaria.

Tendrían que aguantar a pie firme cualquier tropelía, como la de echarles injustificadamente del gobierno insular, y mantener a viento y marea el apoyo a González Taño, que reconoció que el pacto funcionaba bien.

Política y jurídicamente, la destitución unilateral de los consejeros socialistas era la causa de justificación de la formación de una nueva mayoría. Pero, sobre todo, estaba en juego una cuestión de dignidad. Esa cosa tan extraña que algunos han olvidado. El PSC-PSOE, como en otro tiempo el PP canario, y lo que es mucho más importante, las instituciones y la política canaria, se han convertido en moneda de cambio para Ferraz.

Primero, para obtener el respaldo de Oramas al gobierno en minoría de Zapatero. Ahora, para aislar al PP y mantener como rehenes a algunos socialistas en un gobierno autonómico. Y de cara al futuro, para mantener las puertas abiertas a un gobierno estatal que desplazara al PP en la próxima legislatura, aún en la eventualidad de que ganara sin mayoría las elecciones.

El PSC-PSOE siempre como moneda de cambio para colmar la insaciable ambición de poder y el maquiavelismo barato de Coalición Canaria, cuyo jerga logra una renta adicional: lo ven, los partidos de ámbito estatal son meras sucursales de Ferraz o de Génova.

El auto del Juzgado de lo Civil de Santa Cruz de La Palma, además de subrayar la “apariencia contundente de buen derecho” de los socialistas expulsados a seguir siendo militantes del PSOE desde el minuto cero en que les fue impuesta una sanción “sin haberles incoado expediente disciplinario alguno”, lo que es “absolutamente contrario a la exigencia de que el funcionamiento y estructura interna del partido sean democráticos”, aplicándoles un reglamento interno “ a todas luces contrario no sólo al artículo 8.3 de la Ley Orgánica de Partidos Políticos, sino a todas las garantías constitucionales”.

Pero la luez de lo Civil, a la que ahora amenazan con apartarla de un proceso entre el PSOE y sus propios militantes, del que es la jueza predeterminada por la Ley, por ser cuñada de un consejero del PP. Cada vez me recuerda más al caso, que viví como abogado defensor, de unas monjitas que denunciaron a una pareja por escándalo público, porque los habían visto bañándose desnudos y metiéndose en una playa tinerfeña semidesierta, al amanecer de un martes de Carnaval, con un catalejo ¡?!

Pero donde mejor retrata el auto judicial a la dirigencia que está reduciendo lo que fue el socialismo canario a un montón de escombros es cuando concluye que la expulsión exprés de los consejeros socialistas también afectó al derecho de participación política de 10.967 electores palmeros que votaron al PSOE en las elecciones al Cabildo de La Palma en el año 2011 que “de manera súbita ven que el partido al que otorgaron su voto queda sin representación alguna en la corporación, por voluntad expresa de los órganos de gobierno del propio partido, en beneficio exclusivo de otro partido y en base a pactos que exceden con mucho al ámbito territorial de la corporación a la que votaron en aquellas elecciones”.

Aunque a algunos no les convenga darse por enterados, la democracia y la autonomía política quedan completamente degradadas si los partidos políticos se empeñan en permanecer enquistados como reductos cuyo funcionamiento lo marcan la arbitrariedad y la aplicación despiadada de la ley del más fuerte. Que muchas veces no refleja fortaleza, sino cobardía y debilidad.

José Miguel Pérez, Spínola, Cruz and company, que han cogido el gusto a hacerle el eco a Coalición Canaria en la cantaleta victimista al mismo tiempo que han renunciado a cualquier autonomía del PSC-PSOE para decidir en los asuntos de la política canaria, sostienen que los consejeros socialistas se vendieron de por vida a sí mismos -como el Judas Iscariote garciamarquiano en Del amor y otros demonios- como esclavos de Coalición Canaria.

Tendrían que aguantar a pie firme cualquier tropelía, como la de echarles injustificadamente del gobierno insular, y mantener a viento y marea el apoyo a González Taño, que reconoció que el pacto funcionaba bien.