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De Cospedal al aguilucho en el cielo

Dicen Cospedal y el PP que el dinero presupuestado, 231.960 euros, no es para tanto y que el traslado de la sede presidencial le ahorraría al Gobierno manchego los 700.000 euros que ahora mismo se llevan los alquileres de una serie de dependencias. Cospedal dijo, además, que las obras no acarrearán subida de impuestos y que ni un euro saldrá por esa vía de los bolsillos manchegos. Habrá que esperar a ver si la obra sale por lo presupuestado y no la encarecen los dichosos “ya que” y si se produce el ahorro.

Pero esa no es la cuestión ahora. Tampoco que la cantidad sea tan pequeña respecto a la deuda global de Castilla-La Mancha que puede aplicársele el viejo dicho de que una golondrina no hace verano.

Ustedes dirán qué se me ha perdido por las tierras de don Quijote y no les faltará razón. Si traigo aquí este asunto es en lo que tiene de nuevo reflejo de la concepción pepera de la cosa pública y sus dineros. Respecto a que no afectarán las obras a los bolsillos de los contribuyentes, habría que preguntarse si para el PP existen dineros públicos no generados por la fiscalidad o si le está diciendo al ciudadanaje que lo que se da, no se quita. En el buen entendido de que el de los impuestos no es dinero dado y resulta imposible quitárselo a quien corresponda. No quiero pensar, aunque a veces lo parezca, que en su gusto por lo privado considere privatizado el dinero que entra en las arcas a su cuidado.

Pero lo más significativo es el desprecio por lo público que trasciende la anécdota. Al margen de que la instalación de Cospedal en Fuensalida resta un espacio cultural al disfrute ciudadano, el hecho de que sea un gasto modesto en el montante de la deuda total de la comunidad no oculta la insensibilidad de acordar ese gasto al tiempo que anuncia recortes en educación, sanidad, servicios sociales, etcétera, que suponen arruinarles la vida a centenares o miles de personas. Por no hablar de boticarios, proveedores y otros despreciables individuo. Cierto que 200.000 euros no dan para empezar a pagar, pero no por eso deja de poner de manifiesto donde están las prioridades del PP.

El PP, a lo que iba, vuelve a mostrar en este caso, como en otros, que confunde austeridad y recortes. La austeridad atañe a los gastos superfluos, innecesarios, inoportunos en momentos de crisis y que pueden esperar (pedir catálogo a Soria); o sea, nada tiene que la austeridad con los recortes de dinero para servicios públicos, las reducciones en los presupuestos de Educación y Sanidad o no pagar a los proveedores sin que importe ni mucho ni poco la ruina de empresas. Debería el PP quitarse la careta de una maldita vez, reconocer que lo suyo es cargarse lo público para engordar lo privado. Que es, dicho sea de paso, lo que hace también el PSOE con una diferencia nada consoladora porque el resultado es el mismo: el PP quiere acabar con lo público porque esa es su ideología manzanilla party; y el PSOE lo hace obligado por las circunstancias y porque no se atreve a explicar claramente lo que pasa, quienes son los misteriosos mercados y demás.

Pensaba cerrar estos folios de vellón con alguna referencia al becario Soria, mas héte aquí que al mirar por la ventana vi en el cielo una nube contorsionista que acabó por hacer figura de aguilucho franquista y eso me da que no es bueno.

Dicen Cospedal y el PP que el dinero presupuestado, 231.960 euros, no es para tanto y que el traslado de la sede presidencial le ahorraría al Gobierno manchego los 700.000 euros que ahora mismo se llevan los alquileres de una serie de dependencias. Cospedal dijo, además, que las obras no acarrearán subida de impuestos y que ni un euro saldrá por esa vía de los bolsillos manchegos. Habrá que esperar a ver si la obra sale por lo presupuestado y no la encarecen los dichosos “ya que” y si se produce el ahorro.

Pero esa no es la cuestión ahora. Tampoco que la cantidad sea tan pequeña respecto a la deuda global de Castilla-La Mancha que puede aplicársele el viejo dicho de que una golondrina no hace verano.