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La crisis de Rajoy

No se si alabarle al presidente Rajoy su optimismo o su sentido de la oportunidad. Mejor no le alabo ni lo uno ni lo otro, en realidad, su fatua declarando el fin de la crisis es más un ejercicio de cinismo político que otra cosa. Porque es cierto que la situación macroeconómica comienza a mejorar, que el empleo da signos de cierta recuperación y que España ha dejado de ser el problema de Europa. Todo eso es verdad. Pero la crisis es mucho más que eso. La crisis son los millones de parados que colocan a millones de familias en situación de pobreza y marginalidad y a este país en el récord del paro europeo. La crisis son los millones de ciudadanos que han visto desaparecer todas sus expectativas de una vida razonable: gente que ha perdido sus viviendas, jóvenes que han tenido que emigrar, ancianos que no pueden pagarse sus medicinas, trabajadores explotados hasta el puro salvajismo, con horarios laborales de diez y doce horas, obligados a aceptar la explotación porque la alternativa es el desahucio y el hambre. La crisis son los contratos en precario, los sueldos paupérrimos que convierten a un mileurista de los de antes en un potentado. La crisis son los hospitales sin vendas ni jeringuillas, y con plantas cerradas, las escuelas sin calefacción y con los alumnos amontonado y las carreteras desechas sin que nadie se gaste un duro en arreglarlas. Todo eso es la crisis, y no sólo no ha mejorado, sino que va a peor.

Va a peor porque este Gobierno optó por un modelo para superar la crisis que ha convertido a España en el único país de la OCDE en el que la desigualdad social casi se ha duplicado en los últimos años. Un modelo que facilita y abarata el despido “para que se cree más empleo”, que considera que aumentar la productividad es hacer “que se trabaje más horas” (aunque sea sin cobrarlas), que propone amnistías físcales “para recaudar más”, que reduce el poder adquisitivo de las mayorías y las carga con una cuarentena de figuras impositivas nuevas “para garantizar la cohesión social”. La crisis que Rajoy ha dado triunfalmente por zanjada va a peor porque su Gobierno se gasta los 32.000 millones que deja de pagar a los jubilados en el rescate de los bancos, perdona las deudas de las grandes empresas, rebaja los impuestos a los que más tienen y aumenta hasta el billón de euros una deuda pública que nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos pagaremos hasta el último euro.

¿Ha empezado el fin de la crisis? Puede que la crisis fiscal y presupuestaria que preocupaba al Gobierno haya empezado a menguar. Pero la crisis real que nos afecta a los demás se ha enseñoreado de nuestras vidas, se ha instalado en nuestras economías personales y domésticas, y lo cierto no tiene intención de irse en mucho, pero que mucho tiempo…

No se si alabarle al presidente Rajoy su optimismo o su sentido de la oportunidad. Mejor no le alabo ni lo uno ni lo otro, en realidad, su fatua declarando el fin de la crisis es más un ejercicio de cinismo político que otra cosa. Porque es cierto que la situación macroeconómica comienza a mejorar, que el empleo da signos de cierta recuperación y que España ha dejado de ser el problema de Europa. Todo eso es verdad. Pero la crisis es mucho más que eso. La crisis son los millones de parados que colocan a millones de familias en situación de pobreza y marginalidad y a este país en el récord del paro europeo. La crisis son los millones de ciudadanos que han visto desaparecer todas sus expectativas de una vida razonable: gente que ha perdido sus viviendas, jóvenes que han tenido que emigrar, ancianos que no pueden pagarse sus medicinas, trabajadores explotados hasta el puro salvajismo, con horarios laborales de diez y doce horas, obligados a aceptar la explotación porque la alternativa es el desahucio y el hambre. La crisis son los contratos en precario, los sueldos paupérrimos que convierten a un mileurista de los de antes en un potentado. La crisis son los hospitales sin vendas ni jeringuillas, y con plantas cerradas, las escuelas sin calefacción y con los alumnos amontonado y las carreteras desechas sin que nadie se gaste un duro en arreglarlas. Todo eso es la crisis, y no sólo no ha mejorado, sino que va a peor.

Va a peor porque este Gobierno optó por un modelo para superar la crisis que ha convertido a España en el único país de la OCDE en el que la desigualdad social casi se ha duplicado en los últimos años. Un modelo que facilita y abarata el despido “para que se cree más empleo”, que considera que aumentar la productividad es hacer “que se trabaje más horas” (aunque sea sin cobrarlas), que propone amnistías físcales “para recaudar más”, que reduce el poder adquisitivo de las mayorías y las carga con una cuarentena de figuras impositivas nuevas “para garantizar la cohesión social”. La crisis que Rajoy ha dado triunfalmente por zanjada va a peor porque su Gobierno se gasta los 32.000 millones que deja de pagar a los jubilados en el rescate de los bancos, perdona las deudas de las grandes empresas, rebaja los impuestos a los que más tienen y aumenta hasta el billón de euros una deuda pública que nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos pagaremos hasta el último euro.