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A cuenta de la herencia

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Suele recurrirse, en el debate político, a la herencia recibida, para justificar condicionantes, estancamientos o expectativas de gestión seriamente defraudadas. La culpa, de quien nos precede. Y ahí surgen contradicciones, ventajismos y debilidades argumentales. Suelen hacerse balances comparativos desacompasados o mal establecidos temporalmente que propician verdades a medias, inexactitudes y diagnósticos insostenibles.

La salida de la recesión del país, con todas sus bendiciones oficialistas, ha sido un buen ejemplo: ese 0,1% positivo en un trimestre, después de un largo período de penurias cifradas negativamente -sacrificios y restricciones para terminar desmantelando el Estado del bienestar- es un dato que el Gobierno, tan necesitado de demostrar que sus políticas son las que convienen y tan propenso a proclamar que este avance es gracias a nosotros, ha tratado de exprimir a su favor sembrando incluso la confusión que tan bien le viene en el río revuelto de una opinión pública desigual y desconcertada.

Pero hay algunos matices que invitan a no lanzar cohetes porque, adecuadamente analizados, vienen a desembocar en el mismo delta que Mariano Rajoy y su gabinete se encontraron al acceder al poder tras las elecciones de 2011. Por ejemplo, haciendo caso al Instituto Nacional de Estadística (INE), el Producto Interior Bruto (PIB) del año 2011 registró un crecimiento del 0,7% que, tras un proceso posterior de revisiones y cambios de cálculo, se redujo a un definitivo 0,1%. El Banco de España, a finales de octubre pasado, señaló que, por primera vez desde que gobierna el Partido Popular, el PIB registró un trimestre en positivo, ese crecimiento del 0,1% al que estamos aludiendo. Si el PIB interanual, atendiendo a las mismas fuentes, se mantiene en un -1,2%, es evidente que se sigue estando lejos del porcentaje con el que el actual Gobierno inició su andadura.

Por lo tanto, difícilmente se aceptan euforias en declaraciones y derivadas de ciertos titulares cuando, comparativamente hablando, cabe dilucidar si lo que era malo, si la sustancia de una herencia que algunos llamarían envenenada, es decir, un 0,1% de PIB en un año, ahora la misma cantidad, ceñida a un trimestre, se convierta en un éxito relevante hasta el punto de apuntar que la economía española no solo sale de su estancamiento sino que empieza a volar alto. La contradicción resulta flagrante y pone al desnudo los apremios gubernamentales aludidos.

Haría bien el Ejecutivo en mostrarse más cauto. Sobre todo, después de que, en su informe, el Banco de España haya señalado que los bajos niveles de renta, el todavía elevado endeudamiento privado y las perspectivas poco favorables del mercado laboral “no permiten prever una recuperación sensible del consumo a corto plazo”. Los datos, desde luego, reflejan que la economía no está mejor de cómo se la encontró y el déficit público es mayor del que se registraba en diciembre de 2011.

Cautela y cuidado con descalificar la herencia. Procede.

Suele recurrirse, en el debate político, a la herencia recibida, para justificar condicionantes, estancamientos o expectativas de gestión seriamente defraudadas. La culpa, de quien nos precede. Y ahí surgen contradicciones, ventajismos y debilidades argumentales. Suelen hacerse balances comparativos desacompasados o mal establecidos temporalmente que propician verdades a medias, inexactitudes y diagnósticos insostenibles.

La salida de la recesión del país, con todas sus bendiciones oficialistas, ha sido un buen ejemplo: ese 0,1% positivo en un trimestre, después de un largo período de penurias cifradas negativamente -sacrificios y restricciones para terminar desmantelando el Estado del bienestar- es un dato que el Gobierno, tan necesitado de demostrar que sus políticas son las que convienen y tan propenso a proclamar que este avance es gracias a nosotros, ha tratado de exprimir a su favor sembrando incluso la confusión que tan bien le viene en el río revuelto de una opinión pública desigual y desconcertada.