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Debate del insularismo

Del debate en sí lo que más me ha quedado grabado es el odio que le tiene el PP y CC a Juan Fernando López Aguilar, y es comprensible, es lo mismo que le pasa a Rodríguez Zapatero a nivel nacional, y es que ambos son más “izquierdistas” que sus antecesores Felipe González y Juan Carlos Alemán, y eso a la derecha política, y sobretodo a la extrema derecha que es lo que abunda en CC y PP, le sienta como una patada en las partes bajas, y más concretamente les preocupa y hasta les aterroriza. El insularismo se desbordaba cuando hablaron Paulino Rivero, Australia Navarro y José Miguel Barragán. En el caso de Australia Navarro la ínsula para ella no eran sino los consejeros del Partido Popular, a los que puso por las nubes, incluso a Mercedes Roldós, pese a todo el lío que ha formado en la Sanidad canaria. Me reí mucho al escuchar a José Miguel Barragán, que tal y como ha puesto las cosas en Fuerteventura Domingo González Arroyo se dedicó sin ningún sonrojo a hacer la pelota a Paulino Rivero a ver si le da asilo político en Tenerife si las cosas en la Maxorata se ponen mal para la exAsamblea Majorera.

Se confirmó plenamente, y lo siento por quienes no estén de acuerdo conmigo, la pobreza del Parlamento de Canarias cuando su presidente, Antonio Castro Cordobés, descendió al terreno de la gamberrada política y como niño travieso quiso llevarse el balón para su casa y no dejar jugar a Juan Fernando López Aguilar por el asunto/trasunto de la comunicación al Rey de la investidura de Paulino Rivero antes de comenzar el partido. Sin duda fue esta versión de un Antonio Castro irascible, descompuesto, descontrolado, la que más me sorprendió del debate sobre los insularismos, y se demuestra a qué nivel está Teobaldo Power. Lo peor para Castro es que después de toda una vida de hombre dialogante, asequible, tranquilo, se le va a recordar por el escándalo que le armó al jefe de la oposición siendo presidente del Parlamento.

Quien no me sorprendió fue Paulino Rivero, cuando comparó a Juan Fernando López Aguilar con Rodolfo Chikiliquatre, el cantante que defenderá a España en el Festival de Eurovisión, afirmando que el líder socialista se pasa toda la vida cantando el chiki chiki. Si esos son los argumentos de un presidente del gobierno de una comunidad autónoma para criticar al líder de la oposición, ya ven como está la política en Canarias, y que paciencia tenemos que tener los que nos dedicamos a juntar letras para referirnos a los payasos de la política. Viendo el debate sobre el insularismo llegué a comprender como Juan Fernando López Aguilar prefiere irse a Madrid que no estar cuatro años aguantando a estas mesnadas que lo único que hacen es desprestigiar la palabra parlamento. Y eso que sigo sin estar de acuerdo que se vaya a Madrid, pero es que estar en Teobaldo Power es una cruz. Y qué cruz.

Del debate en sí lo que más me ha quedado grabado es el odio que le tiene el PP y CC a Juan Fernando López Aguilar, y es comprensible, es lo mismo que le pasa a Rodríguez Zapatero a nivel nacional, y es que ambos son más “izquierdistas” que sus antecesores Felipe González y Juan Carlos Alemán, y eso a la derecha política, y sobretodo a la extrema derecha que es lo que abunda en CC y PP, le sienta como una patada en las partes bajas, y más concretamente les preocupa y hasta les aterroriza. El insularismo se desbordaba cuando hablaron Paulino Rivero, Australia Navarro y José Miguel Barragán. En el caso de Australia Navarro la ínsula para ella no eran sino los consejeros del Partido Popular, a los que puso por las nubes, incluso a Mercedes Roldós, pese a todo el lío que ha formado en la Sanidad canaria. Me reí mucho al escuchar a José Miguel Barragán, que tal y como ha puesto las cosas en Fuerteventura Domingo González Arroyo se dedicó sin ningún sonrojo a hacer la pelota a Paulino Rivero a ver si le da asilo político en Tenerife si las cosas en la Maxorata se ponen mal para la exAsamblea Majorera.

Se confirmó plenamente, y lo siento por quienes no estén de acuerdo conmigo, la pobreza del Parlamento de Canarias cuando su presidente, Antonio Castro Cordobés, descendió al terreno de la gamberrada política y como niño travieso quiso llevarse el balón para su casa y no dejar jugar a Juan Fernando López Aguilar por el asunto/trasunto de la comunicación al Rey de la investidura de Paulino Rivero antes de comenzar el partido. Sin duda fue esta versión de un Antonio Castro irascible, descompuesto, descontrolado, la que más me sorprendió del debate sobre los insularismos, y se demuestra a qué nivel está Teobaldo Power. Lo peor para Castro es que después de toda una vida de hombre dialogante, asequible, tranquilo, se le va a recordar por el escándalo que le armó al jefe de la oposición siendo presidente del Parlamento.