Espacio de opinión de Canarias Ahora
Sobre el debate
Comprensiblemente desde la radio y las teles, se intentó no bien concluido el enfrentamiento Zapatero-Rajoy, alzar metafóricamente el puño del vencedor. Un fracaso previsible. Las encuestas hechas sobre la marcha y, por imperativos de las prisas, poco representativas demoscópicamente, no fueron fiables. Los medios se afianzaron en la noche del lunes y en la mañana del martes en sus querencias, dando ganador a Zapatero y a Rajoy sin objetividad alguna. Me gustó el titular de Metro: “Rajoy ganó en empuje, Zapatero en aplomo” Y en las sedes del PP y del PSOE los dirigentes y militantes entonaban sus riquirracas convencidos de que su señorito ?el señorito de Génova, el señorito de Ferraz- había arrollado al contrario.
Nadie arrolló a nadie, pero las portadas de la prensa y las declaraciones de los políticos son un reflejo de lo ocurrido: cada cual convenció a sus ya convencidos. En este sentido, el debate que tanta expectación despertó por la hipotética posibilidad de que disparara la participación y disipara las dudas entre los millones de indecisos no ha servido de nada. La sensación es que, a pesar de la crudeza de ciertas acusaciones entre ambos contendientes, tanto Rajoy como Zapatero se ciñeron a un guión del que se salieron en contadas ocasiones. Eso propició que más que un debate propiamente dicho, asistiéramos aun toma y daca de dos monólogos perfectamente aprendidos en el marco de un escenario rígido, atenazado por demasiadas normas y acuerdos previos. La gente habría deseado, sospecho, un debate de verdad y no esa suerte de pimpón dialéctico encorsetado, sin lugar para la chispa y el imprevisto.
Respecto a fallos concretos: ambos candidatos leyeron en exceso. Falta soltura, sí, pero miedo también a la improvisación. A salirse de lo marcado. Rajoy demostró además que nos sabe mirar a la cámara. ¿A dónde se le iban los ojos en un espacio tan vacío como el diseñado por la Academia?... Y, por supuesto, se equivocó Rajoy en el cierre del combate, con esa especie de redacción escolar ? de los primeros niveles docentes- sobre la niña que nace al futuro de una España nueva. No creo que, a estas alturas, las cursiladas renten políticamente, la verdad.
José H. Chela
Comprensiblemente desde la radio y las teles, se intentó no bien concluido el enfrentamiento Zapatero-Rajoy, alzar metafóricamente el puño del vencedor. Un fracaso previsible. Las encuestas hechas sobre la marcha y, por imperativos de las prisas, poco representativas demoscópicamente, no fueron fiables. Los medios se afianzaron en la noche del lunes y en la mañana del martes en sus querencias, dando ganador a Zapatero y a Rajoy sin objetividad alguna. Me gustó el titular de Metro: “Rajoy ganó en empuje, Zapatero en aplomo” Y en las sedes del PP y del PSOE los dirigentes y militantes entonaban sus riquirracas convencidos de que su señorito ?el señorito de Génova, el señorito de Ferraz- había arrollado al contrario.
Nadie arrolló a nadie, pero las portadas de la prensa y las declaraciones de los políticos son un reflejo de lo ocurrido: cada cual convenció a sus ya convencidos. En este sentido, el debate que tanta expectación despertó por la hipotética posibilidad de que disparara la participación y disipara las dudas entre los millones de indecisos no ha servido de nada. La sensación es que, a pesar de la crudeza de ciertas acusaciones entre ambos contendientes, tanto Rajoy como Zapatero se ciñeron a un guión del que se salieron en contadas ocasiones. Eso propició que más que un debate propiamente dicho, asistiéramos aun toma y daca de dos monólogos perfectamente aprendidos en el marco de un escenario rígido, atenazado por demasiadas normas y acuerdos previos. La gente habría deseado, sospecho, un debate de verdad y no esa suerte de pimpón dialéctico encorsetado, sin lugar para la chispa y el imprevisto.