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La ‘desrealización’ de Clavijo

Noemí Santana

En el trastorno llamado desrealización la persona que lo padece experimenta el mundo o el entorno como si fuera extraño e irreal, como si estuviera dentro de un sueño. Puede percibir alteraciones en la forma y el tamaño de los objetos y la gente le puede parecer extraña o desconocida. También puede aparecer una alteración en la sensación subjetiva del paso del tiempo.

Fernando Clavijo y su gobierno parecieran afectados por este y otros trastornos. Nos invade la sensación, en demasiadas ocasiones, de que nuestro presidente tiene problemas de ubicación, espacio, tiempo y, en general, de percepción de la realidad.

En primer lugar, cuando vemos cómo ignora por completo los problemas reales que padece una gran mayoría de gente de Canarias. Hace casi un año conocimos el dato de la vergüenza: la tasa Arope que indicaba que el 44'6% de la población canaria vive en riesgo de pobreza y exclusión social. La respuesta de nuestro presidente en un pleno monotemático sobre el tema fue sorprendente: discutir los datos, no el problema.

Lo mismo ocurrió cuando le preguntamos en sede parlamentaria (esa en la que, por cierto, cada vez pasa menos tiempo, apenas una hora cada 15 días) por el dato de que Canarias era una de las regiones de Europa donde había mayor preocupación por los casos de corrupción y enchufismo. Su respuesta fue por la misma línea: discutir el estudio en que se basaba la información.

Pero, sin duda, lo más hilarante de estos últimos meses de legislatura fue cuando le preguntamos por la corrupción y nos respondió con el ya famoso “la corrupción en Canarias es inexistente”. Lo dicho, el problema en la percepción de la realidad es más que preocupante.

La desubicación se manifiesta en hechos sorprendentes, como que nuestro presidente ejerza en ocasiones funciones de ministro de Defensa (visitando tropas españolas en el extranjero) o de cortesano (acompañando a los Reyes en sus viajes por Estados Unidos), o incluso de comercial de grandes hoteleras, visitando toda feria de turismo habida y por haber.

Pareciera que no comprendiera que sus funciones fundamentales no son las representativas (que también), sino las ejecutivas.

Dice la Constitución española que el Rey tiene solo funciones representativas, que “reina, pero no gobierna”. Pareciera que en Canarias, más que presidente tenemos otro Rey: aparenta, pero no gobierna. Su última función este verano es una de las más preocupantes: hacer de lobbista de grandes multinacionales de los videojuegos. Su defensa exacerbada de los e-sports da mucho que pensar. Y para mal.

El trastorno de desrealidad es grave también cuando la mente de nuestro gobernante se imagina que hace cosas que en realidad no hace. Eso ocurre sobre todo con la inversión en investigación y desarrollo, que baja en los presupuestos y sube en su imaginación. O también con la apuesta por las energías renovables: en la realidad se apuesta por el gas, en su mente apostamos por las energías limpias. Grave, muy grave.

En resumen, y hay un dato claro por encima de todos que demuestra la realidad del Gobierno de Canarias: llevan más de 3 años y solo han sacado adelante una ley de calado: la del suelo. El resto: humo, reuniones y fotos.

Ante esto, no hay mejor terapia de choque para la desrealidad de un gobernante, que las urnas.

2019 es un año clave para Canarias. Nos jugamos seguir en la parálisis o movernos hacia algún lado. O seguir igual o cambiar. Seguir la senda de otros lugares, como Castilla-La Mancha (donde, con un gobierno PSOE-Podemos se ha podido sacar adelante una Renta Mínima Garantizada) o como Baleares (donde se aprobó una ecotasa de gran éxito, que ha permitido repercutir el beneficio del turismo en la población).

Pero toda mejora pasa por un punto clave: Coalición Canaria no puede seguir gobernando esta tierra. Han sido un palo en la rueda que no ha permitido avanzar a Canarias.

Ya han tenido demasiadas oportunidades y el resultado ha sido nefasto. Tienen que salir del gobierno.

Y para que eso ocurra, lo hemos dicho y lo diremos por activa y por pasiva: hace falta un Podemos Canarias fuerte. Porque somos la única garantía de que haya un gobierno de coalición sin Coalición.

Otros partidos parece que sufren de otro tipo de trastorno: el síndrome de Estocolmo. A pesar lo mal que les ha ido, insisten en querer seguir gobernando con Coalición.

Esperamos que las urnas les dejen claro que el cambio en Canarias no solo es necesario: es imparable.

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