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Educación: cambio de caras
No se me había ocurrido, la verdad, porque llegas a una edad en que olvidas cosas y ni les cuento de aquellas que apenas has visto practicar. Creía, en fin, que el verbo dimitir había sido suprimido por falta de uso y para mi vergüenza me hizo ver el contertulio que no, que sigue en el Diccionario; como una rareza, pero allí está. Y como en las tertulias se trata de que tengas siempre razón o al menos lo parezca, quise apabullarlo en plan radical: nada de dimisiones, que cesen por decreto a la consejera; que no se vaya, que lo echen ignominiosamente. Por tronca.
En realidad, no propuse nada del otro jueves. Cesar a Milagros Luis Brito y equipo es la salida que le queda a Paulino. El conflicto dura ya quince meses y la consejera ha hecho lo imposible para enquistarlo con tanta eficiencia que continuará abierto el curso que viene. Una sociedad normal no soporta una situación como ésta sin que el Gobierno actúe. Pero nadie ha dicho que sea normal esta sociedad que se encomendó a semejantes rebenques. Aunque sea su propósito favorecer a la privada concertada reventando desde el Gobierno la pública en su beneficio, hay formas menos cantosas de hacerlo.
Está más que visto que entre las prioridades paulinesas no está la enseñanza. Las de Paulino son la guanchabcha y la Willytele adobadas con jarabe de pico contra la crisis. Calculé en pesetas los millones de euros para estos dos cuidados prioritarios y Solbes tiene razón: no hemos asimilado el euro. Sale un pastón de pesetas que no consigno aquí para no crear alarma social.
El enquistamiento es de tales proporciones que al cese de la consejera y principal responsable del desaguisado debería acompañarlo la retirada a zonas más templadas de los profesores que han intervenido en las negociaciones; que deben estar más quemados que la pipa de un indio.
Aunque parezca injusto pedirle el paso a un lado para que lo intenten otros a quienes se han batido el cobre, es preciso el cambio de caras por las dos partes y poner el marcador a cero. Aunque, de todos modos, hablo por hablar ya que ni la consejera dimitirá ni Paulino va a cesarla. Lo ha hecho mal y hay curiosidad por ver si es posible empeorar.
No se me había ocurrido, la verdad, porque llegas a una edad en que olvidas cosas y ni les cuento de aquellas que apenas has visto practicar. Creía, en fin, que el verbo dimitir había sido suprimido por falta de uso y para mi vergüenza me hizo ver el contertulio que no, que sigue en el Diccionario; como una rareza, pero allí está. Y como en las tertulias se trata de que tengas siempre razón o al menos lo parezca, quise apabullarlo en plan radical: nada de dimisiones, que cesen por decreto a la consejera; que no se vaya, que lo echen ignominiosamente. Por tronca.
En realidad, no propuse nada del otro jueves. Cesar a Milagros Luis Brito y equipo es la salida que le queda a Paulino. El conflicto dura ya quince meses y la consejera ha hecho lo imposible para enquistarlo con tanta eficiencia que continuará abierto el curso que viene. Una sociedad normal no soporta una situación como ésta sin que el Gobierno actúe. Pero nadie ha dicho que sea normal esta sociedad que se encomendó a semejantes rebenques. Aunque sea su propósito favorecer a la privada concertada reventando desde el Gobierno la pública en su beneficio, hay formas menos cantosas de hacerlo.