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El Emperador bueno

Al día siguiente de la celebración del día de Martin Lutherg King y 53 años después de que la costurera Rosa Parks se negara a ceder su asiento en la guagua a un blanco y a ponerse en la parte de atrás del vehículo tal y como exigía la ley estadounidense en ese momento, un hombre de origen africano y piel oscura tomó posesión como presidente de Estados Unidos. Miles de negros y negras lloran de emoción y dicen que nunca creyeron que vivirían ese momento. Barack Hussein Obama dijo ayer que sus compatriotas eligieron la esperanza frente al temor y anunció el nacimiento de una nueva era y el fin de los dogmas caducos. En su primer discurso como presidente Obama dejó claro que la política de Bush ya es el pasado. Frente a las habituales amenazas que el expresidente lanzaba contra los miembros del Eje del Mal, Obama habló de tender la mano a antiguos enemigos y anunció a los musulmanes que dialogará con ellos desde el respeto. También dijo que Estados Unidos es la nación más poderosa de la tierra y que intentará seguir ocupando ese liderazgo.

Obama y Bush no son lo mismo. Hablar de Eje del Mal no es lo mismo que tender la mano a los que piensan diferente y hablar desde el respeto. No es lo mismo secuestrar a disidentes en Guantánamo que prometer tirar abajo ese monumento a la ignonimia. No es lo mismo ser un niño de papá que llegó a la Casa Blanca sin haber salido de las fronteras norteamericanas, que ser hijo y nieto de africanos y ser educado entre católicos, musulmanes y no creyentes. Los caminos recorridos por George W. Bush y por Barack Hussein Obama fueron muy distintos. Pero los dos llegaron al mismo sitio: a la Casa Blanca. Y eso significa trabajar codo con codo con la criminal Agencia de Inteligencia Norteamericana (la CIA) y estar al frente del Ejército de los Estados Unidos, que ayer Obama definió como “guardianes de nuestra libertad”. En Palestina, Latinamérica, África, Irak, Afganistán, Guantánamo hay mucha sangre derramada por culpa de esos guardianes. Desde esos lugares muchos prefieren mirar hoy a la Casa Blanca con la esperanza en Obama después de haber mirado con pánico las bombas o los terroristas de Estado que les enviaba George W. Bush. El discurso de ocho folios del nuevo presidente de Estados Unidos resume el sueño de un hombre que quiere pasar página, que quiere cambiar a su país y al mundo aunque no su sistema (“el poder del mercado para generar riqueza y expandir la libertad no tiene rival”). Un hombre que quiere ser el Emperador bueno, pero que no renuncia a ser el Emperador.

Juan García Luján

Al día siguiente de la celebración del día de Martin Lutherg King y 53 años después de que la costurera Rosa Parks se negara a ceder su asiento en la guagua a un blanco y a ponerse en la parte de atrás del vehículo tal y como exigía la ley estadounidense en ese momento, un hombre de origen africano y piel oscura tomó posesión como presidente de Estados Unidos. Miles de negros y negras lloran de emoción y dicen que nunca creyeron que vivirían ese momento. Barack Hussein Obama dijo ayer que sus compatriotas eligieron la esperanza frente al temor y anunció el nacimiento de una nueva era y el fin de los dogmas caducos. En su primer discurso como presidente Obama dejó claro que la política de Bush ya es el pasado. Frente a las habituales amenazas que el expresidente lanzaba contra los miembros del Eje del Mal, Obama habló de tender la mano a antiguos enemigos y anunció a los musulmanes que dialogará con ellos desde el respeto. También dijo que Estados Unidos es la nación más poderosa de la tierra y que intentará seguir ocupando ese liderazgo.

Obama y Bush no son lo mismo. Hablar de Eje del Mal no es lo mismo que tender la mano a los que piensan diferente y hablar desde el respeto. No es lo mismo secuestrar a disidentes en Guantánamo que prometer tirar abajo ese monumento a la ignonimia. No es lo mismo ser un niño de papá que llegó a la Casa Blanca sin haber salido de las fronteras norteamericanas, que ser hijo y nieto de africanos y ser educado entre católicos, musulmanes y no creyentes. Los caminos recorridos por George W. Bush y por Barack Hussein Obama fueron muy distintos. Pero los dos llegaron al mismo sitio: a la Casa Blanca. Y eso significa trabajar codo con codo con la criminal Agencia de Inteligencia Norteamericana (la CIA) y estar al frente del Ejército de los Estados Unidos, que ayer Obama definió como “guardianes de nuestra libertad”. En Palestina, Latinamérica, África, Irak, Afganistán, Guantánamo hay mucha sangre derramada por culpa de esos guardianes. Desde esos lugares muchos prefieren mirar hoy a la Casa Blanca con la esperanza en Obama después de haber mirado con pánico las bombas o los terroristas de Estado que les enviaba George W. Bush. El discurso de ocho folios del nuevo presidente de Estados Unidos resume el sueño de un hombre que quiere pasar página, que quiere cambiar a su país y al mundo aunque no su sistema (“el poder del mercado para generar riqueza y expandir la libertad no tiene rival”). Un hombre que quiere ser el Emperador bueno, pero que no renuncia a ser el Emperador.