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Por las esencias

Rivero es tinerfeño pero es, al mismo tiempo, un claro enemigo para el ATI secular, el del provincianismo rancio y apellidos heredados desde la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera y el franquismo. Es un tinerfeño no capitalino y por sus venas no corre la sangre azul de las grandes familias de La Laguna y Santa Cruz. Es, por lo tanto, un advenedizo de segunda división que jamás, pese a sus esfuerzos e indudable evolución profesional, comprenderá lo que es el Tenerife profundo ni esa manera peculiar de entenderse de los chicos ilustres de las logias locales. ATI es una empresa que dirigen en calidad de accionistas mayoritarios Pedro Luis Cobiella y Juan Fuentes, entre otros, y ellos sienten el peligro, un charco inminente de inmundicia del que nadie está a salvo.De modo que se le ha declarado la guerra a Rivero. Adán estaba yéndose pues nadie le había llamado para que continuara. Esperó durante meses pero en vano. Todo el mundo sabe que su gestión, por un montón de razones, no ha convencido a casi nadie. Sin embargo es de ellos, el último blasón que les queda. A Zerolo, el sucesor hay que ayudarle a transar en Las Teresitas y en San Andrés y, con él, a Suárez Trenor, el mejor conocedor de la fontanería de ATI y de las economías domésticas de las familias locales. Ruano es de Paulino y Miguel Becerra demasiado técnico. Castro es palmero y podría ser una alternativa si fallara la opción Adán siempre y cuando se le rodease de los guías adecuados. Rivero, por su parte, está en condiciones de plantar batalla con la ayuda de los alcaldes del interior, e incluso ganarla. Aunque tal vez el precio sería excesivo: la marca sufriría, y el abismo que se abriría debilitaría a la isla que, no olvidemos, en ese universo es lo más sagrado.O sea, que es tiempo para que don José Rodríguez, editor/director de El Día realice su segunda gran llamada telefónica del año. La primera fue para reclamarle a Zerolo que se quitase de la cabeza sus ganas de no presentarse a la Alcaldía, que cogiera el toro por los cuernos y se invistiese con la dignidad de la víctima, ya que su medio iba a alterar la conducta de los contribuyentes y convencerles de que todos sus males se deben a una conspiración canariona, figurando al frente de la cual el “perverso” Juan Fernando López Aguilar. Dicha teoría les resultará cansinamente familiar en boca del PP grancanario. También en ésto, los que han decidido gobernar Canarias después de mayo de 2007, están plenamente de acuerdo.Don José se dispone a llamar a Adán. A demandarle un último sacrificio en nombre de una patria chica que, según su visión trágica de la existencia, se desmorona. Al fin alguien con importancia, y colegiado por una horda de colosales intereses económicos, le pide lo que tanto tiempo lleva aguardando. ¿Cómo decir que no al toque de corneta, a la llamada de la tradición, a los amigos que te quieren y que te miran como a su salvador?Pero el factor Adán no agrada en el resto de las islas. De ahí que Lanzarote y Fuerteventura busquen consensuar un candidato único, y que Mauricio, especialista en las suertes de la codicia, juegue al mismo tiempo a tres o cuatro candidatos. Si falla Julios, Paulino Rivero; si falla Rivero, Miguel Cabrera; si falla Cabrera, Antonio CastroÂ… Cualquiera menos Adán Martín, que se la tiene jurada. Con Adán de nuevo mandando el plan sería ser enterrado en una fosa común y ATI pactar en algún momento de la legislatura con Román Rodríguez a cambio de la desaparición de los “comunistas”; con Rivero el plan sería similar, con la variante de que Mauricio sería presidente de CC y mantendría cierta influencia en el presumible futuro gobierno y también en la operación de recuperación de los “descarriados” de Nueva Canarias. Queda claro que apostar por uno o por otro ofrece consecuencias radicalmente distintas.A Mauricio no le queda otra que ser llave en el Cabildo de Gran Canaria y Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, circunstancia nada sencilla, y que nos devuelve al escenario de hace dos meses. Todo dependerá de si Adán da el salto definitivo. Francisco J. Chavanel

Rivero es tinerfeño pero es, al mismo tiempo, un claro enemigo para el ATI secular, el del provincianismo rancio y apellidos heredados desde la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera y el franquismo. Es un tinerfeño no capitalino y por sus venas no corre la sangre azul de las grandes familias de La Laguna y Santa Cruz. Es, por lo tanto, un advenedizo de segunda división que jamás, pese a sus esfuerzos e indudable evolución profesional, comprenderá lo que es el Tenerife profundo ni esa manera peculiar de entenderse de los chicos ilustres de las logias locales. ATI es una empresa que dirigen en calidad de accionistas mayoritarios Pedro Luis Cobiella y Juan Fuentes, entre otros, y ellos sienten el peligro, un charco inminente de inmundicia del que nadie está a salvo.De modo que se le ha declarado la guerra a Rivero. Adán estaba yéndose pues nadie le había llamado para que continuara. Esperó durante meses pero en vano. Todo el mundo sabe que su gestión, por un montón de razones, no ha convencido a casi nadie. Sin embargo es de ellos, el último blasón que les queda. A Zerolo, el sucesor hay que ayudarle a transar en Las Teresitas y en San Andrés y, con él, a Suárez Trenor, el mejor conocedor de la fontanería de ATI y de las economías domésticas de las familias locales. Ruano es de Paulino y Miguel Becerra demasiado técnico. Castro es palmero y podría ser una alternativa si fallara la opción Adán siempre y cuando se le rodease de los guías adecuados. Rivero, por su parte, está en condiciones de plantar batalla con la ayuda de los alcaldes del interior, e incluso ganarla. Aunque tal vez el precio sería excesivo: la marca sufriría, y el abismo que se abriría debilitaría a la isla que, no olvidemos, en ese universo es lo más sagrado.O sea, que es tiempo para que don José Rodríguez, editor/director de El Día realice su segunda gran llamada telefónica del año. La primera fue para reclamarle a Zerolo que se quitase de la cabeza sus ganas de no presentarse a la Alcaldía, que cogiera el toro por los cuernos y se invistiese con la dignidad de la víctima, ya que su medio iba a alterar la conducta de los contribuyentes y convencerles de que todos sus males se deben a una conspiración canariona, figurando al frente de la cual el “perverso” Juan Fernando López Aguilar. Dicha teoría les resultará cansinamente familiar en boca del PP grancanario. También en ésto, los que han decidido gobernar Canarias después de mayo de 2007, están plenamente de acuerdo.Don José se dispone a llamar a Adán. A demandarle un último sacrificio en nombre de una patria chica que, según su visión trágica de la existencia, se desmorona. Al fin alguien con importancia, y colegiado por una horda de colosales intereses económicos, le pide lo que tanto tiempo lleva aguardando. ¿Cómo decir que no al toque de corneta, a la llamada de la tradición, a los amigos que te quieren y que te miran como a su salvador?Pero el factor Adán no agrada en el resto de las islas. De ahí que Lanzarote y Fuerteventura busquen consensuar un candidato único, y que Mauricio, especialista en las suertes de la codicia, juegue al mismo tiempo a tres o cuatro candidatos. Si falla Julios, Paulino Rivero; si falla Rivero, Miguel Cabrera; si falla Cabrera, Antonio CastroÂ… Cualquiera menos Adán Martín, que se la tiene jurada. Con Adán de nuevo mandando el plan sería ser enterrado en una fosa común y ATI pactar en algún momento de la legislatura con Román Rodríguez a cambio de la desaparición de los “comunistas”; con Rivero el plan sería similar, con la variante de que Mauricio sería presidente de CC y mantendría cierta influencia en el presumible futuro gobierno y también en la operación de recuperación de los “descarriados” de Nueva Canarias. Queda claro que apostar por uno o por otro ofrece consecuencias radicalmente distintas.A Mauricio no le queda otra que ser llave en el Cabildo de Gran Canaria y Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, circunstancia nada sencilla, y que nos devuelve al escenario de hace dos meses. Todo dependerá de si Adán da el salto definitivo. Francisco J. Chavanel