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La España deshilachada

Hemos asistido al esperpéntico desenlace de una lucha de poltronas absolutamente salvaje, en la que todo vale y donde ninguno de los contendientes ha contemplado ni de lejos la conveniencia, interés o mínimo respeto por los derechos del pueblo, cuyos “legítimos” representantes se han lanzado a la vorágine con sus únicos objetivos solo relacionados con el poder.

No sufríamos suficiente hartazgo mediático con el conflicto catalán, que ahora nos vemos sumidos en el monotema “moción de censura”; sus prolegómenos, secuelas, opiniones, conjeturas, temores y cierta alarma social expandida al albur de esta aparente regresión de 75 años, por aquello de que los pueblos que olvidan su historia, o la tergiversan con disimulo, están condenados a repetirla.

La percepción ciudadana ante la virulenta lucha de poltronas, recién culminada con el máximo respeto por la legalidad constitucional, es de absoluto menosprecio de nuestros representantes políticos hacia el “pueblo soberano”.

No se salva ninguno. España les importa un bledo. Aves de presa que vuelan en exclusiva sobre los intereses de su partido; solo por debajo de ambiciones personales. Ladrones, oportunistas, corruptos, traidores, mendaces y facinerosos… (No son insultos, sino expresiones de una penosa realidad).

Culpables, todos… aunque el origen de esta lamentable situación está perfectamente localizado en el abuso de poder de un partido que, desde su mayoría absoluta, ejerció el autoritarismo despótico mientras pudo. Pero cuando quedó en minoría, no supo adaptarse a las nuevas limitaciones en el ejercicio de “servir al pueblo” como mandamiento constitucional. Con todo a favor, lo tenía que haber hecho mucho mejor. Pero si para colmo se asume el absurdo papel de adalid de corruptos y defensor de ladrones, era lógico que la Justicia cayera con todo su peso… para regocijo de adversarios y beneficiados pescadores en río turbulento.

Suena extraño que en las redes sociales haya estallado con tanto énfasis el caso EREs como la más escandalosa corrupción conocida –todavía presunta–; y que en el crudo debate político y en los medios de comunicación convencionales haya pasado de puntillas, como para no perturbar la campaña del ya Presidente; cuya obsesión por cazar la poltrona a cualquier precio le costará sin duda más de un disgusto y, desde luego, se prevé como consecuencia una perniciosa adversidad para esta sufrida y maltratada ciudadanía.

Hasta aquí el nocivo bipartidismo, que solo puede empeorarlo la profusión de satélites orbitando sobre los despojos para “pillar cacho”. Demasiado plumero asomando de emergentes confitados en las encuestas favorables que los encandilan para insistir en “elecciones anticipadas”. Oportunismo interesado que, en otra onda, también se da en quienes acechan el liderazgo de la izquierda; que ya lo tienen donde querían tras empujarlo hacia la cima, para cortarle la cuerda en el último tramo y esperar que se estampe para sustituirlo… con el objetivo obsesivo de rescatar de las catacumbas un modelo político, social y económico, ya caducado por su incuestionable fracaso histórico. La falacia del progresismo de demolición como bandera no puede significar arrasar en su totalidad el paisaje actual para reinstalar su Granja de Orwell. La destrucción masiva parece el único argumento antisistema; dañino en general y sin beneficio aparente para nadie.

El mayor riesgo para la Nación no ha cambiado de titulares, aunque sí ha recibido la bombona de oxígeno en el momento justo para recuperar sus patógenas opciones de romper España. Se han “vendido” como mercenarios baratos, pero tendrán difícil cobrar soldada alguna. Algunos por lo de que “Roma no paga traidores… ni España, tampoco”. Y otros porque desde su obcecación psicótica tendrán enfrente al Estado de derecho y la legalidad democrática impuesta por la misma Justicia que ha metido corruptos y golpistas en la cárcel –quedan muchos más–.

Grave problema político-social el de individuos que tienen que ser lo que no quieren ser, por razones geográficas, históricas, por lugar de nacimiento o, simplemente, porque fueron adoctrinados desde la cuna en el odio y resentimiento, basados en frustraciones históricas que generan agresividad irracional. Como parece que esto no tiene remedio razonable, habrá que diseñar y articular medidas políticas de alto rango para resolver el problema de estas minorías que, por mor de una ley electoral deleznable, gozan de una capacidad de chantaje inaceptable para la totalidad de la población española… aunque el chalaneo político haya resultado, eventualmente, rentable para los trileros que tantas veces cambiaron votos por bajadas pantaloneriles.

Disculpas por mi falta de serenidad, que siento superada por una dolorosa indignación ante tan frustrante presente e inquietante futuro… Pero siempre prevalecerá mi orgullo de español por pertenecer a un gran país que, durante siglos, ha estado manejado por las peores manos posibles. Por correlación, a pesar de tanto desaprensivo sin alma, España seguirá adelante.

Hemos asistido al esperpéntico desenlace de una lucha de poltronas absolutamente salvaje, en la que todo vale y donde ninguno de los contendientes ha contemplado ni de lejos la conveniencia, interés o mínimo respeto por los derechos del pueblo, cuyos “legítimos” representantes se han lanzado a la vorágine con sus únicos objetivos solo relacionados con el poder.

No sufríamos suficiente hartazgo mediático con el conflicto catalán, que ahora nos vemos sumidos en el monotema “moción de censura”; sus prolegómenos, secuelas, opiniones, conjeturas, temores y cierta alarma social expandida al albur de esta aparente regresión de 75 años, por aquello de que los pueblos que olvidan su historia, o la tergiversan con disimulo, están condenados a repetirla.