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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Si España fuera EE.UU.

Supongamos que España tuviera un sistema político como EE.UU. Entonces veríamos que los que financiarían las elecciones tanto primarias como presidenciales, serían primordialmente las grandes empresas y grupos financieros del país. Estas empresas darían millones de euros a los candidatos cuyas propuestas considerarían afines a sus intereses económicos. Este dinero ayudaría a los candidatos a promover sus puntos de vista en los medios de comunicación y muy en especial en los canales de televisión, todos ellos privados. Los candidatos podrían comprar el espacio que quisieran en la televisión, sin que existiera ningún tipo de regulación o limitación. Como sería de esperar, los candidatos de derechas tendrían muchos más fondos que los candidatos de izquierdas, pues estos últimos propondrían programas que afectarían los intereses de los grandes grupos empresariales del país, que serían los que financiarían gran parte de las campañas electorales de los candidatos. Es cierto que los sindicatos podrían también dar fondos a los candidatos, pero sus aportaciones totales serían cincuenta veces más pequeñas que las donaciones de sólo los nueve bancos más importantes del país.

El proceso electoral se iniciaría un año antes del día de las elecciones en las Cortes Españolas con las primarias de cada partido, lo cual, en teoría, parecería muy positivo hasta que uno se da cuenta de que la mayoría de los fondos que se utilizarían para tales elecciones, y sobre todo al principio de las primarias, procedería de fondos de grandes empresas. En realidad, los dos candidatos que luego competirían más tarde, serían los que habrían conseguido 78 millones de euros de las grandes empresas antes incluso de comenzar las primarias. Durante las primarias, los ciudadanos podrían enviar el dinero que desearan a cada candidato hasta un máximo de 1.800 euros. Una vez finalizadas las primarias, los ciudadanos podrían donar otros 1.800 euros. Sólo una minoría, el 20% de estas contribuciones individuales, sería de menos de 180 euros. La gran mayoría sería de aportaciones mayores procedentes del 30% de la población que goza de mayor renta. Resultado de este sistema de financiación veríamos que los candidatos (que desearan movilizar las donaciones empresariales) evitarían ofender los intereses económicos de tales grupos y clases sociales. Predeciblemente, propuestas de desarrollar políticas redistributivas se evitarían como la peste, (excepto en la retórica electoral en que se hablaría de la gran avaricia de los ricos), incrementando los impuestos sólo de un grupo muy minoritario de la población, los que ganarían 180.000 euros al año. Todos los demás verían disminuir sus impuestos. No se propondrían programas públicos de cobertura universal. La sanidad, por ejemplo, continuaría siendo financiada privadamente, gestionada por las compañías de seguro privadas que habrían dado millones de euros a los candidatos. Lo máximo a lo que el candidato ganador, José Luis Rodríguez Obama, se comprometería sería el de obligar a todos los padres a que compraran pólizas de seguro sanitario para sus niños. De la misma manera que los que conducen un coche necesitan tenerlo asegurado, los padres deberían pagar las pólizas de aseguramiento privado para sus hijos. Este es el significado de universalizar la sanidad a los niños que propone Obama. Mientras un rico en nuestro país viviría 18 años más que un pobre, y el 17% de la población no tendría ninguna cobertura sanitaria.

¿Es esta la democracia que consideran modélica? Ah, sí, es cierto. Me olvidaba. El Sr. José Luis Rodríguez Obama, ganador de la campaña, y que fue el que consiguió más dinero, 1.900 millones de euros para la campaña, es afro americano, lo cual tiene un valor simbólico tremendo. ¿Pero justifica ello el enorme entusiasmo de los medios? El hecho de que tendríamos un Presidente del Gobierno afro americano no implicaría que habría una movilidad vertical por clase social en el país. En realidad, y tal como ocurre en EE.UU., seríamos el país entre los más ricos del mundo donde una persona que nació en la pobreza tendría más probabilidades de morir en ella. Veríamos gran movilidad racial, pero escasísima movilidad de clase social. ¿Es el sistema electoral responsable de este hecho el que deseamos para España?

*Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra. Además ha sido catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas en la The Johns Hopkins University, de EEUU durante treinta y cinco años, en elplural.eselplural.es

Vicenç Navarro*

Supongamos que España tuviera un sistema político como EE.UU. Entonces veríamos que los que financiarían las elecciones tanto primarias como presidenciales, serían primordialmente las grandes empresas y grupos financieros del país. Estas empresas darían millones de euros a los candidatos cuyas propuestas considerarían afines a sus intereses económicos. Este dinero ayudaría a los candidatos a promover sus puntos de vista en los medios de comunicación y muy en especial en los canales de televisión, todos ellos privados. Los candidatos podrían comprar el espacio que quisieran en la televisión, sin que existiera ningún tipo de regulación o limitación. Como sería de esperar, los candidatos de derechas tendrían muchos más fondos que los candidatos de izquierdas, pues estos últimos propondrían programas que afectarían los intereses de los grandes grupos empresariales del país, que serían los que financiarían gran parte de las campañas electorales de los candidatos. Es cierto que los sindicatos podrían también dar fondos a los candidatos, pero sus aportaciones totales serían cincuenta veces más pequeñas que las donaciones de sólo los nueve bancos más importantes del país.

El proceso electoral se iniciaría un año antes del día de las elecciones en las Cortes Españolas con las primarias de cada partido, lo cual, en teoría, parecería muy positivo hasta que uno se da cuenta de que la mayoría de los fondos que se utilizarían para tales elecciones, y sobre todo al principio de las primarias, procedería de fondos de grandes empresas. En realidad, los dos candidatos que luego competirían más tarde, serían los que habrían conseguido 78 millones de euros de las grandes empresas antes incluso de comenzar las primarias. Durante las primarias, los ciudadanos podrían enviar el dinero que desearan a cada candidato hasta un máximo de 1.800 euros. Una vez finalizadas las primarias, los ciudadanos podrían donar otros 1.800 euros. Sólo una minoría, el 20% de estas contribuciones individuales, sería de menos de 180 euros. La gran mayoría sería de aportaciones mayores procedentes del 30% de la población que goza de mayor renta. Resultado de este sistema de financiación veríamos que los candidatos (que desearan movilizar las donaciones empresariales) evitarían ofender los intereses económicos de tales grupos y clases sociales. Predeciblemente, propuestas de desarrollar políticas redistributivas se evitarían como la peste, (excepto en la retórica electoral en que se hablaría de la gran avaricia de los ricos), incrementando los impuestos sólo de un grupo muy minoritario de la población, los que ganarían 180.000 euros al año. Todos los demás verían disminuir sus impuestos. No se propondrían programas públicos de cobertura universal. La sanidad, por ejemplo, continuaría siendo financiada privadamente, gestionada por las compañías de seguro privadas que habrían dado millones de euros a los candidatos. Lo máximo a lo que el candidato ganador, José Luis Rodríguez Obama, se comprometería sería el de obligar a todos los padres a que compraran pólizas de seguro sanitario para sus niños. De la misma manera que los que conducen un coche necesitan tenerlo asegurado, los padres deberían pagar las pólizas de aseguramiento privado para sus hijos. Este es el significado de universalizar la sanidad a los niños que propone Obama. Mientras un rico en nuestro país viviría 18 años más que un pobre, y el 17% de la población no tendría ninguna cobertura sanitaria.