Espacio de opinión de Canarias Ahora
Espuma de cabra y paradigma soriásico
Quitando la espuma, quedan los musos en su justa medida. Los hay dignos, inteligentes, esforzados en hacer política honesta y con visión; y hay Soria. Si los primeros me estimulan a cogerles las vueltas y hasta ironizar, el segundo resulta deprimente, aburrido, entristecedor, nada estimulante y tan repetitivo como el chorizo de Teror con su aquí mando yo.
El hombre, Soria, es una mina, lo reconozco. No hay semana en que no haga o diga alguna de las suyas merecedora de comentario. Pero si bien es verdad que le facilita a uno el despacho de esta cruz de columna diaria, no lo es menos que te empobrece el patetismo de un personaje prematuramente amortizado por su mala cabeza.
Hasta aquí la espuma. En el culo del cacharro queda Soria como paradigma de un tipo de político al que no pondré calificativos por si hay niños delante. El episodio de Juan Santana Hernández, asesor de Comunicación de la vicepresidencia, destacado ante el hotel Parque para apuntar a los dirigentes del PP que acudieran allí a reunirse con Paulino Montesdeoca, resulta eso, paradigma de la personalidad política de Soria.
Por un lado, es significativo el hecho mismo de que el espía esté a sueldo del Gobierno canario. Otro caso de utilización de recursos públicos (y que me perdone Santana por considerarlo “recurso”) para fines partidistas. Por el otro, no sé si el hecho de que lo detectaran con tanta facilidad se debió a que es menos hábil que Mortadelo y Filemón en estos menesteres de espía y acusica; o si pretendía que se dieran cuenta y se sintieran vigilados. Más o menos la técnica de cuando Él habitaba entre nosotros y se te acercaba un amigo a decirte ten cuidado que la Policía está detrás de ti. Un mecanismo de suave disuasión de actividades, indicativo de que la Político-Social ya se tentaba las ropas en la época antes de decidir o no molerte a palos, que en eso consistían sus “hábiles interrogatorios”, como decían las nota de Prensa policiacas.
El caso es que Paulino Montesdeoca retiró la demanda de suspensión del Congreso insular del PP. Es decir: sea cual fuere la intención del recurso vigilante, logró el efecto querido. Montesdeoca cedió a las presiones porque, dijo, no quiere que sus compañeros “asuman riesgos de cese”; como el de Víctor Jordán en Pesca. Lo que no sé es si, al afirmar tal cosa, asume Paulino Montesdeoca como lógico y natural que ser crítico con Soria conlleve un riesgo, el que él mismo corre como director general de Patrimonio, o le parece que está feo el autoritarismo caciquil con que el Jefe vincula aún más a su destino personal nada claro a la del colectivo del PP.
Quitando la espuma, quedan los musos en su justa medida. Los hay dignos, inteligentes, esforzados en hacer política honesta y con visión; y hay Soria. Si los primeros me estimulan a cogerles las vueltas y hasta ironizar, el segundo resulta deprimente, aburrido, entristecedor, nada estimulante y tan repetitivo como el chorizo de Teror con su aquí mando yo.
El hombre, Soria, es una mina, lo reconozco. No hay semana en que no haga o diga alguna de las suyas merecedora de comentario. Pero si bien es verdad que le facilita a uno el despacho de esta cruz de columna diaria, no lo es menos que te empobrece el patetismo de un personaje prematuramente amortizado por su mala cabeza.