Espacio de opinión de Canarias Ahora
'El Estudiante Rojo'
No miento si afirmo que Agustín Millares es uno de los mejores historiadores de nuestro país. No sólo por el rigor de sus investigaciones sino también por la calidad de sus escritos. Cualquiera puede recordar la magnífica prosa de su libro sobre los motines en Gran Canaria o su espléndido artículo Los católicos saludan a la romana. Huye del párrafo farragoso, de la frase estúpidamente rebuscada, de la erudición sin sentido. Y estas cualidades literarias son las que hacen que uno devore su último libro El Estudiante Rojo, como si de una novela bien escrita se tratara. Es un libro de poco más de ciento cincuenta páginas, todas ellas cargadas de emoción histórica y verdad literaria. Pues lo que hace Millares no es una hagiografía del personaje central, el poeta Agustín Millares Sall, es un estudio detallado de la situación en las Islas, y particularmente en las Palmas, desde el nacimiento del poeta hasta la sublevación criminal del 36. Lo hace con una visión global, contando no solo en entorno familiar del poeta o el mundillo intelectual, sino que informa del caciquismo y los poderes oligárquicos del momento. Informa igualmente de las luchas de las gentes contra aquel estado de cosas, de la Federación Obrera, del agrupamiento de los primeros comunistas, de los sucesos de Hermigua y da los nombres de los que en un momento u otro se suman a organizaciones y actos en contra de la oligarquía, el caciquismo o el fascismo.
Más allá de los primeros pasos del protagonista, el libro nos relata la llegada del primer comunismo a las Islas. Rescata para la memoria los nombres de quienes se implicaron en las ideas de liberación del proletariado, antes de la proclamación de la república. Una aportación fundamental para los que nos reclamamos de una tradición, la comunista, y cuya historia nos ha sido negada, unas veces por el propio fascismo, y otra por los aparatos que rechazaron en su momento que la historia podía ser construida por el pueblo y no por los oligarcas. Esta visión global de la historia, este explicar la sociedad en la que se mueve Agustín Millares, comunista y poeta, esta visión no hagiográfica del personaje (son duros los juicios sobre los primeros poemas o sobre su tardanza en terminar los estudios), nos empuja a seguir leyendo y a preguntarnos cuando continuará el historiador desvelándonos secretos que lograron ocultarnos.
Como ejemplo tenemos la Federación Regional de Amigos de la Unión Soviética, constituida en 1933, y en la que figuran nombres no sólo de comunistas, sino también de socialistas, sindicalistas e incluso algún republicano como mi abuelo Ventura Doreste Alonso. He de decir que esto no lo conocía: la sombra de la represión en las familias canarias hizo que muchos de los actos de nuestros antepasados quedaran silenciados. El miedo fue la segunda victoria (después de a muerte) de los fascistas canarios. Otro ejemplo es la constitución de la Federación Universitaria de Estudiantes en Gran Canaria, con personajes como Andrés Zamora Lloret o Víctor Caro Lobato… gentes de izquierda que sufrieron la represión.
Estremece leer los cuadros en los que Millares resume los destinos de los dirigentes del Radio Comunista de Las Palmas entre 1932 y 1933. De los 10 integrantes, tres son asesinados por la burguesía y el resto sufre largas penas de prisión. Un avance de esa represión es la reflejada en la tabla 3 “Comunistas ante los tribunales de Urgencia”, en el período del bienio negro. Condenas, detenciones gubernativas, multas… todo un rosario de represión que nos lleva al primer cuadro que hemos citado. La burguesía, utilizando la justicia republicana en el bienio negro o las fuerzas militares con los voluntarios falangistas, no quita el pie de encima de los comunistas canarios. Entiende que es preciso anularlos, aplastarlos, pues son la principal amenaza a sus intereses. No importa que fueran pocos, no perseguían el número sino las ideas.
Queda a los historiadores de Canarias completar la investigación sobre la represión y los crímenes falangistas. Mucho se ha avanzado, es cierto, pero aún permanece en casi todos los historiadores un púdico y temeroso silencio que oculta los nombres de los represores, Millares es la excepción. Y queda además la investigación de la represión económica, quién multó y quién fue multado, expropiado, saqueado. Y quién se benefició de esa represión económica, quién compró los bienes expropiados por mucho menos de los que valían, quién se lucró con la feroz represión. Qué familias construyeron su actual fortuna sobre el crimen franquista. Nunca estará completa la memoria histórica de las Islas sin esa investigación. Y ese es el principal obstáculo para que no se abran fosas ni se investigue dónde están los cuerpos. Encontradas las victimas habrá que identificar a los verdugos. Identificados los verdugos habrá que buscar a los instigadores, los delatores, los que mandaban y los que se aprovecharon económicamente de todo. Esperemos que más temprano que tarde, la oligarquía canaria también sea derrotada en este campo.
No miento si afirmo que Agustín Millares es uno de los mejores historiadores de nuestro país. No sólo por el rigor de sus investigaciones sino también por la calidad de sus escritos. Cualquiera puede recordar la magnífica prosa de su libro sobre los motines en Gran Canaria o su espléndido artículo Los católicos saludan a la romana. Huye del párrafo farragoso, de la frase estúpidamente rebuscada, de la erudición sin sentido. Y estas cualidades literarias son las que hacen que uno devore su último libro El Estudiante Rojo, como si de una novela bien escrita se tratara. Es un libro de poco más de ciento cincuenta páginas, todas ellas cargadas de emoción histórica y verdad literaria. Pues lo que hace Millares no es una hagiografía del personaje central, el poeta Agustín Millares Sall, es un estudio detallado de la situación en las Islas, y particularmente en las Palmas, desde el nacimiento del poeta hasta la sublevación criminal del 36. Lo hace con una visión global, contando no solo en entorno familiar del poeta o el mundillo intelectual, sino que informa del caciquismo y los poderes oligárquicos del momento. Informa igualmente de las luchas de las gentes contra aquel estado de cosas, de la Federación Obrera, del agrupamiento de los primeros comunistas, de los sucesos de Hermigua y da los nombres de los que en un momento u otro se suman a organizaciones y actos en contra de la oligarquía, el caciquismo o el fascismo.
Más allá de los primeros pasos del protagonista, el libro nos relata la llegada del primer comunismo a las Islas. Rescata para la memoria los nombres de quienes se implicaron en las ideas de liberación del proletariado, antes de la proclamación de la república. Una aportación fundamental para los que nos reclamamos de una tradición, la comunista, y cuya historia nos ha sido negada, unas veces por el propio fascismo, y otra por los aparatos que rechazaron en su momento que la historia podía ser construida por el pueblo y no por los oligarcas. Esta visión global de la historia, este explicar la sociedad en la que se mueve Agustín Millares, comunista y poeta, esta visión no hagiográfica del personaje (son duros los juicios sobre los primeros poemas o sobre su tardanza en terminar los estudios), nos empuja a seguir leyendo y a preguntarnos cuando continuará el historiador desvelándonos secretos que lograron ocultarnos.