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Los euros del café

Carlos Juma / Carlos Juma

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Las risitas del ministro Montoro han dado pie a muchos comentarios poniéndolo a caldo; parece ser que la ha modificado por un rictus cadavérico que es lo que mejor se aproxima a su impertinente conducta.

Los ojos del ministro de Economía siguen a su generosa extremidad cefálica con la mirada divergente, dirigido uno a París y otro a Berlín. Esta bien visto en los círculos europeos como corresponde al que fue delegado de Lehman y Bros,- el punto inicial de la crisis financiera-, para España y Portugal. Zorros cuidando gallinas.

La ticosa actitud de asomar los ojos por encima de las gafas cortas se interpreta como desafiante, de falsa intelectualidad, pretendiendo mostrar a la audiencia su poderío. La hemos visto reiteradamente en el exministro de Economía, Sr. Rato. Resonaban entonces los campanazos acompasados por la amplia sonrisa de satisfacción en el parqué madrileño.

La siseante, silábica expresión, del que fuera Jefe de la Justicia española sintiéndose víctima de la situación que él mismo provocó, se adhiere como sello al papel, en la cara amímica, inexpresiva, susceptible de buenas dosis de levodopa. Marmórea pues la facies para solicitar una indemnización que dice la norma,- no precisamente la Duval-, le corresponde. Algo más de doscientos mil euros de vellón a los que no se descuentan las tropelías de uso y disfrute en los fines de semana andalusíes. Tiene derecho, dice el que le sucede, risa en facies, ¡no hay más hoja que mascar!

Los desempleados que acuden al llamado,- que chiste-, Instituto Nacional de Empleo, se encuentran derechos recortados, mayores trabas para recabar lo que en justicia les corresponde, duración de prestación menoscabada. Su expresión facial es compatible con la angustia, desazón, tristeza.

Los hambrientos y sedientos de nuestra opulenta sociedad aumentan día a día, y sus ojos hundidos en un cráneo harto de rumiar obsesivamente la idea de cómo salvar su situación personal y familiar, se acurrucan en lentas bajadas de sus párpados.

Maestros, cuna del saber y entender, padres de la noble adquisición de conocimientos, repateados en sus derechos, acuden, más allá de su deber, a la tarea de doblar esfuerzos con la rebaja de su salario.

La gente de ciencia e investigación magníficamente preparada para la vida profesional se busca la vida allende de nuestras ¿fronteras?

Tu médico, quién te atiende y comparte tus inimaginables zonas erróneas, quién ha sido tu confidente, tu colaborador en la sanación o quién te alivia y consuela, también se va; hay que recortar gastos, no importa quién sino cuanto. Pero por si fuera de su interés, aquellos que aún perviven, han visto sus ingresos recortados en un veinticinco por ciento. Les puede más el sentido de la responsabilidad que la dignidad de una recompensa salarial justa. Y el Rey se la recorta en un siete por ciento, ¡manda trillos!

Quienes sostienen la estructura administrativa del Estado, los funcionarios, que han dejado sus pestañas en oposiciones, ahora en lo alto del cadalso, ven vaciarse sus bolsillos y escuchan la manida frase de “estos no dan palo al agua”. Injusta aseveración por generalizada.

Pensionista abuelos que abandonan la jubilación para abrazar nuevamente responsabilidades familiares con hijos, nieto y adláteres, al borde de morir desangrados económicamente, reviviendo épocas de luces de carburo, pendientes de estirar “los euros del café”, malviven con la zozobra de que en cualquier momento se vea recortada o desaparecida aún más su pensión legítimamente ganada a lo largo de una vida laboral en la que se ha dado lo mejor de sus años.

Por estas y muchas más, aquellos, pedúnculos vividores profesionales de la política que se reproducen por gemación y se propagan como hongos, deben ser sometidos a la Justicia, no a esta que primero espera a escuchar lo que dice “el tío de la campana” en el Congreso de los Diputados sino a la que es Universal porque lo que se está cometiendo es un delito de lesa humanidad, así, tal cual.

¿Cómo se va a tipificar a quienes llevan a la miseria y hambre, a la exclusión social, a la desprotección sanitaria, a la carencia de educación, al cierre de puertas de la Universidad, a los protectores de banqueros, a los que cobran dietas inmisericordes, a los que protegen a los golfos y mandantes y les dan sillas de poder? ¿Qué Justicia nos asegura la que está sujeta al popular y gallardo ministro?

La culpa de esta situación no es de quienes la padecen; los que nos han metido en este estado de cosas tienen nombre y apellidos. El “yo pasaba por allí” de los responsables debe dejar paso a la acción de la Justicia Justa, Rápida y Eficaz, que no permita que los malos funcionarios metan expedientes en cajones para que caduquen o prescriban en la memoria. El pueblo soberano es quién te pone y te quita y no conviene arrancarle pelos al gorila.

Eructando se alivia un estómago lleno de gases. Se le acaba el flatulento opio a la casta política. España no funciona, amigo mío. “Mala cosa es tener mucha razón dónde hay poca Justicia”.

Carlos Juma

Las risitas del ministro Montoro han dado pie a muchos comentarios poniéndolo a caldo; parece ser que la ha modificado por un rictus cadavérico que es lo que mejor se aproxima a su impertinente conducta.

Los ojos del ministro de Economía siguen a su generosa extremidad cefálica con la mirada divergente, dirigido uno a París y otro a Berlín. Esta bien visto en los círculos europeos como corresponde al que fue delegado de Lehman y Bros,- el punto inicial de la crisis financiera-, para España y Portugal. Zorros cuidando gallinas.