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Extradiciones
¿Cuál es la causa? La Galia un día romana es una democracia antigua, de más de doscientos años, que no tiene que demostrar al mundo su legalidad, mientras que la nuestra es joven, nacida luego de una larga dictadura y vista con lupa hasta no ha mucho por otras democracias con más solera. No siempre fue así. España puede presumir de ser pionera en la forma de gobierno que se ha demostrado como más eficaz en la historia de la humanidad y nació en Atenas, Grecia, hace ya dos mil quinientos años.
Los visigóticos Concilios de Toledo, que duraron tres siglos, del año 400 al 702, fueron un esbozo democrático, el primero en Europa tras la caída de Roma, en los que una asamblea representativa, llamada Senatus, trataba temas de interés general y limitaba el poder del monarca. Los reyes leoneses, ya en 925, debían dar cuenta de sus actos a un parlamento compuesto por ciudadanos ilustres, ricos-hombres y la jerarquía eclesiástica, que coartaba su poder absoluto. Carlos I y Felipe II, nuestros primeros austrias, respondían antes las cortes de sus reinos, que eran las que libraban los dineros y controlaban el gasto, el actual presupuesto. El rey prudente, tan denostado incluso entre nosotros, se sometía a la ley. En mi Médico de Flandes, una novela histórica, va una breve noticia, contrastada y verídica, que llamó mi atención en su día y que no me resisto a referir.
Aquel monarca, el más poderoso de la tierra en su momento, observó que en su finca de Aranjuez languidecían las praderas en pleno mes de mayo. Preocupado, pues amaba sus flores, preguntó al mayordomo, quien le informó de que el conde de Cifuentes, un noble de segunda fila que poseía un campo vecino al predio real, había instalado dos grandes molinos para sacar agua del río Tajo y regar sus plantas y frutales, compitiendo ventajosamente con el viejo molino de la finca regia.
El rey trató primero de llegar a un arreglo amistoso con el conde en el sentido de captar menos agua, a lo que éste se negó. Irritado Felipe II, pues veía sufrir y padecer a sus rosales y geranios, acudió en primera instancia a los tribunales de Toledo, donde perdió la causa. Seriamente ofendido esta vez, recurrió al alto tribunal de Valladolid donde un juez sentenció que, con la ley en la mano, el noble tenía perfecto derecho a utilizar un agua que era pública.
Imaginad la escena: el soberano de media Europa, Filipinas y las Indias discutiendo con un condecillo de nada, litigando ante los tribunales y ¡perdiendo! Os diré lo que habría ocurrido en Inglaterra, Dinamarca o Suecia en igual época: la reina Virgen habría ordenado azotar al insolente y deslenguado antes de enviarlo a la Torre de Londres con los beefeaters, Christian III lo habría desorejado personalmente y Gustavo I Vasa enviado a bogar dos o tres años entre los galeotes de su incipiente armada a rebencazo limpio. Vino después la corrupción y el nepotismo de los demás monarcas españoles, de tan mal recuerdo, que culminó en el odioso despotismo feudal de Fernando VII. Y así nos fue.
Pero volvamos a las extradiciones. Insisto en que no hay mejor lugar para un terrorista confeso, reo de sus crímenes, que una cárcel francesa. Allí no se andan con chiquitas, ni muestran actuaciones pacatas o vergonzantes con los reclusos. El terrorista cumple su condena, en determinados casos íntegramente, sin recibir otro trato que no sea el que se merece en cumplimiento de la ley. ¿Amenazar a un vigilante o chantajear a un funcionario de prisiones? Se tentará la ropa antes de hacerlo habiendo como hay celdas de castigo. ¿Solicitar el traslado a una prisión cercana al caserío para que puedan llevarle marmitaco o merluza de anzuelo? El alcaide del penal se mearía de risa. ¿Brindar con champagne cuando haya un atentado con muertos inocentes? El champagne no figura en la carta de un presidio francés. ¿Sacar un título universitario de garabatillo, por la cara o mediante coacciones? Los franceses son gente seria si se habla de cultura. ¿Comer a la carta del restaurante vecino? Está prohibido, pero ahí nuestros etarras tienen suerte: en los penales franceses hay un plato del día inspirado en la “nouvelle cuisin”e de Paul Bocusse. ¿Reagruparse todos los amiguetes para estar juntos, organizar cuadrillas gastronómicas, guateques o carcajearse del mundo afirmando que el dolor de las víctimas es su regocijo? Ni de coña: en Francia no se sonrojan si hay que apretar las clavijas a un convicto rebelde, ni temen denuncias por torturas falsas. Visteis no hace mucho la detención del inmundo presunto asesino, ese descerebrado con nombre de tribu india. Lo metieron en el coche a empellones. Pasa eso en España y al menor cardenal ya está la abogada de los etarras clamando al cielo y hablando de mal trato, torturas, suplicios y martirio. ¿Y qué decir del inefable de Juana Chaos? Insisten en pedir su extradición por presunta apología del terrorismo. Si la consiguen, cosa que pido al cielo no ocurra, se pasará en una cómoda cárcel española siete meses a mesa y mantel puesto y comiendo a la carta, recibiendo visitas y haciendo publicidad. Si como espero la extradición es denegada, se hará la puñeta en Irlanda del Norte algunos años, sin ver el sol apenas ni probar el chipirón de anzuelo, el bacalao a la vizcaína, el changurro y las angulas de Aguinaga, exquisiteces que fuera de mi amado País Vasco saben diferente.
Es por ello mil veces preferible, y más barato, que los facinerosos etarras cumplan sus condenas en Francia o donde pete. Que sepan lo que es una cárcel de verdad o disfruten de su bien merecido y húmedo exilio. Sólo después de haber pagado la deuda con el país correspondiente admito que prosigan abonándola en la tierra que, en mala hora, los vio nacer.
Antonio Cavanillas
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