Espacio de opinión de Canarias Ahora
Yo no estoy en Facebook
Yo recuerdo pasar unas tardes inolvidables en un club parroquial de Santa Cruz, del cual sólo queda hoy una plaza con arbolitos y poco más, jugando al ping pong, charlando con los colegas o participando en un grupo musical tocando la guitarra o la bandurria.
De las charlas con los compañeros descubres, con el tiempo, quién merece más ser ese amigo a quien le cuentas más cosas que al otro, por sus expresiones, por su receptividad, por su verdadero sentido de la amistad. ¿Quieren decirme que en una red social como Facebook, con 500 millones de usuarios activos, podemos hablar de amigos? Por favor, no confundamos las cosas. Alguien dijo una vez que “un amigo es un tesoro”, y estoy de acuerdo con esa frase. Porque la amistad es, a veces, un lazo mucho más fuerte que la propia familia.
No es que esté en contra de las redes sociales, porque cada cual es libre de apuntarse a lo que quiera; pero sí abogo por el sentido común y la razón. No deberíamos hacer caso al dicho: “come mierda; 500 millones de moscas no pueden estar equivocadas”. De los millones de personas apuntadas a la red social Facebook y a otras por el estilo, estoy convencido de que muchas de ellas padecen complejos, carencias, inseguridades, depresiones, en fin, ciertas patologías que, frente a un teclado no se exteriorizan y aportan más seguridad y autoestima al usuario. Presumir de tener tres mil amigos es una estupidez. Y es lo que hace más de uno.
Las redes sociales son un invento de algún espabilado que vio la manera de forrarse económicamente con los contratos de publicidad. Internet, una vez más, está siendo el vehículo de oro de unos pocos frente a la ignorancia y la estulticia de muchos.
Es una lástima que se pierdan, poco a poco, esos valores de la charla en una terraza con un amigo, tomando una cerveza, compartiendo vivencias, sentimientos, emociones o, simplemente palabras, pero frente a frente. No sólo es importante el lenguaje escrito, sino el oral, el gestual y el visual. Algunos quedamos todavía que llamamos “momento feliz” a esa media hora de charla con un colega de confianza. Ese momento feliz no se encuentra en un teclado de ordenador ni de coña. Por eso, yo no estoy en Facebook.
Pedro Marrero Sicilia
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