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El factor China

Resulta significativo, en ese aspecto, cómo China está importando con fruición, por ejemplo, la producción de petróleo creciente de Angola, o la rapidez con la que se sitúan empresas petroleras de ese país como CNPC y CNOOC, en Gabón, Nigeria, Sudán y otros territorios del llamado “West Africa”. Igualmente, los movimientos geoestratégicos vinculados al crudo vislumbran “desviaciones”, quizás más preocupantes, del petróleo Saudí hacia un mercado que sigue creciendo a un ritmo anual cercano a los dos dígitos, ante caídas abruptas del consumo occidental que, igualmente, supera los dos dígitos en algunos indicadores de consumo, pero en sentido contrario. Lo mismo podemos decir en relación con el mercado global del gas, y la pretensión del país más poblado del Mundo de generar los convenientes lazos de hermandad ? en forma de gaseoductos ? con el vecino ruso.

Precisamente, conviene detenernos en uno de esos indicadores considerado convencionalmente como de salud económica, para evaluar la importancia del “factor China”: la analista de “TheOilDrum”, Gail Tverberg, estudiaba recientemente las escalofriantes cifras del crecimiento de ese país en el sector del transporte, partiendo de datos oficiales. Según los mismos, durante los años 1987 a 2007, su crecimiento medio anual del número de nuevos propietarios de vehículos había sido de un 30%. En el transporte aéreo, había superado el 15% anual en la última década. Con esa tendencia, estimaba Tverberg, ese país tendría el mismo parque de vehículos que los Estados Unidos, ¡en tan sólo siete años!, aunque está por ver de dónde provendría el combustible para ello. Y aún así, todavía China poseería una quinta parte de la ratio de vehículos por habitante que tiene la todavía primera potencia mundial, y menos de la mitad de la que detentan los ciudadanos europeos occidentales.

Al gigante le ayuda otro gigante, India, que también está creciendo significativamente en su nuevo parque de vehículos. Según Rahul Goswami , que cita datos de la confederación industrial de ese país, en el periodo 2003-2008 la venta de coches del otro territorio “mil millonario” en habitantes, se incrementó en un 25% anual. Esperan ser, en el año 2016, el sexto mercado mundial de venta de coches. No es de extrañar, de esa manera, que la administración norteamericana haya mostrado ya públicamente su inquietud por lo que resulta de factor de creciente competencia por los recursos energéticos en el Mundo, la presencia de semejantes tasas de incremento del consumo, por mucho que éstos sigan estando muy alejados de las ratios de los países más ricos.

Se ha hablado hasta la saciedad de hasta qué punto la expansión china, que algunos califican también como burbuja, podrá soportar por más tiempo una recesión global, siendo como son sus gigantescas fábricas suministradores dependientes de los mercados occidentales y su solidez financiera. Pero, por otro lado, se puede llegar a pensar que China, realmente, se está pertrechando como una gran potencia que acapara, a través de sus proverbiales bajos costes, recursos y nuevos lugares de posterior suministro de productos para cautivos mercados que desmantelan sus sectores industriales propios, como le ha ocurrido a los EE.UU. o, en parte, a Europa. También se analiza la viabilidad de ese descomunal modelo en un entorno de petróleo caro, esto es, en un marco de globalización menos rentable. Sea como fuere, a la tarta de los recursos se han acercado, a una velocidad que nos podría resultar extravagante en otro contexto, unos cientos de millones de nuevos consumidores que ejercerán de factor clave en cualquier venidero llamamiento a los brotes verdes, en la medida en que sus tallos han sido fertilizados con el brebaje del crecimiento exponencial que solíamos pensar estaba reservado sólo para una minoría del Norte occidental. En el ámbito de los recursos naturales, se asegura que en este escenario, con los actuales ritmos de extracción y, en algunos casos de reservas, se incrementará la pujanza global por los mismos, en forma de precios altos, algo que quizás esté inaugurando una nueva era con consecuencias de importante calado para las economías occidentales.

* Secretario de Medio Ambiente de CCOO en Canarias

Juan Jesús Bermúdez*

Resulta significativo, en ese aspecto, cómo China está importando con fruición, por ejemplo, la producción de petróleo creciente de Angola, o la rapidez con la que se sitúan empresas petroleras de ese país como CNPC y CNOOC, en Gabón, Nigeria, Sudán y otros territorios del llamado “West Africa”. Igualmente, los movimientos geoestratégicos vinculados al crudo vislumbran “desviaciones”, quizás más preocupantes, del petróleo Saudí hacia un mercado que sigue creciendo a un ritmo anual cercano a los dos dígitos, ante caídas abruptas del consumo occidental que, igualmente, supera los dos dígitos en algunos indicadores de consumo, pero en sentido contrario. Lo mismo podemos decir en relación con el mercado global del gas, y la pretensión del país más poblado del Mundo de generar los convenientes lazos de hermandad ? en forma de gaseoductos ? con el vecino ruso.

Precisamente, conviene detenernos en uno de esos indicadores considerado convencionalmente como de salud económica, para evaluar la importancia del “factor China”: la analista de “TheOilDrum”, Gail Tverberg, estudiaba recientemente las escalofriantes cifras del crecimiento de ese país en el sector del transporte, partiendo de datos oficiales. Según los mismos, durante los años 1987 a 2007, su crecimiento medio anual del número de nuevos propietarios de vehículos había sido de un 30%. En el transporte aéreo, había superado el 15% anual en la última década. Con esa tendencia, estimaba Tverberg, ese país tendría el mismo parque de vehículos que los Estados Unidos, ¡en tan sólo siete años!, aunque está por ver de dónde provendría el combustible para ello. Y aún así, todavía China poseería una quinta parte de la ratio de vehículos por habitante que tiene la todavía primera potencia mundial, y menos de la mitad de la que detentan los ciudadanos europeos occidentales.