No hay mandato de cada uno de los recientes presidentes del Gobierno de España en que no se haya planteado la eliminación del Latín, el Griego y la Filosofía del currículo escolar al considerarse que son disciplinas que ya no aportan nada a un modelo de enseñanza que demanda la implantación de otras asignaturas más prácticas y que repercuten en la formación de ciudadanos preparados para afrontar el mercado laboral.
El Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular se han encargado de ampliar su campo de batalla ideológico y del poder al sistema educativo público, pugnando por imponer su particular ley de Educación desde el mismo momento en que acceden al Gobierno. Las leyes educativas se suceden de manera alarmante y los grandes perjudicados son los alumnos y los docentes, pero también ciertas disciplinas como las referidas anteriormente, que continuamente corren el riesgo de desaparecer por su infravaloración.
En el caso concreto de la Filosofía, tenemos la visión errónea de que genera una actividad exclusiva del mundo intelectual, una imagen encorsetada que presenta a una persona encerrada horas y horas en una habitación, aislada de su entorno y de cualquier emoción y diversión, rodeada de libros como muestra de su saber, poco propensa a las relaciones sociales y pensando y divagando inútilmente en cosas hasta alcanzar un nivel de abstracción que es imposible de comprender por el resto. Además, no crea riqueza dentro del sistema económico ni garantiza que quien la desarrolle, se gane la vida con ella. Por eso, la mayoría de la población la asocia con algo inútil y estéril, que constituye además una pérdida de tiempo frente a otros campos del saber que, por el contrario, sí abren la puerta para conseguir un empleo.
La Filosofía siempre ha formado parte de nuestro día a día porque pensar, reflexionar, discurrir y razonar son facultades propias de la humanidad y le han permitido evolucionar progresivamente y de manera heterogénea hasta desembocar en las distintas sociedades que integran el mundo. El pensamiento sirve para resolver dudas y afrontar problemas y esto da pie a individuos más resolutivos y abre nuevas perspectivas y cauces de actuación para su crecimiento. Eso no lo da el dinero.
Su importancia es de tal magnitud que hasta el campesino, etiquetado siempre como analfabeto, tosco y rudo, ha recurrido a ella sin que lo supiese formalmente y sin pasar previamente por un centro educativo. Su necesidad de sobrevivir, a base de adaptar y trabajar la tierra, le ha conducido a un conocimiento que le posibilita saber cuándo y cómo tiene que intervenir sobre aquella. Esto conlleva que tome decisiones cruciales, basándose en la realidad de su entorno, observándola y llegando a la conclusión de por qué se producen los distintos fenómenos y cómo controlarlos. Dicho de otra manera: sabe cómo plantar y cultivar porque ha pensado, analizado y experimentado hasta alcanzar un proceso mental que conlleva evaluar sus fallos y observar cómo evoluciona su trabajo dentro del comportamiento de la Naturaleza. Aquellos son factores cruciales de la ciencia filosófica y resulta que, visto desde esta perspectiva, el campesino sí incorpora riqueza al sistema económico porque ha incorporado en su acervo el pensamiento filosófico.
Por eso, esta disciplina tiene un valor crucial dentro del sistema educativo y existen intereses directos para que se elimine. Una comunidad que piensa, evoluciona hacia una comprensión de la realidad en la que vive, como la del campesino. Esto le permite cuestionar modelos y hábitos, tener perspectivas distintas de los hechos, generar propuestas para mejorar su vida y transformar radicalmente una situación concreta por la que pasa. Al mismo tiempo, los actos de pensar y explicar dan cabida a ciudadanos más libres porque estos últimos aprenden a discernir entre lo que les beneficia y lo que les perjudica, tanto a título individual como dentro de la colectividad; cuestionan las resoluciones de otros y plantean alternativas, sin caer así en su área de influencia; y justifican los factores dominantes y los hábitos comunes.
Todo esto nunca les ha interesado a los poderes políticos, económicos y religiosos, que son los que definen cómo se organiza la sociedad en cada período histórico e implantan la correspondiente estructural piramidal de dominio, que siempre ha existido.
La Filosofía juega un papel clave en la enseñanza y defenderemos su permanencia dentro del currículo escolar. Gracias a ella, a los estudiantes se les abren unas perspectivas de pensamiento crítico para arar la tierra de la ignorancia, donde crecen las malas hierbas del conformismo, la ambigüedad, el miedo, la obediencia ciega, la robotización en las conductas, el rechazo a la ciencia y la sumisión a la religión. Haciendo otro paralelismo con el mundo campesino, pensar requiere un esfuerzo y un aprendizaje, cuyo resultado final son personas con un discurso y un enriquecimiento de ideas amplio, que les posibilitan afrontar situaciones muy heterogéneas en la vida cotidiana.
Al final, sin la Filosofía lo que tenemos son ciudadanos totalmente dóciles, adormitados y sumisos, que no cuestionan las órdenes que se transmiten ni observan el doble mensaje implícito en titulares y contenidos de medios de comunicación. No interesa que propongan alternativas a una forma de vida donde el dinero rige la formación del espíritu e impone quién tiene derecho o no a comer cada día. La ausencia de esta disciplina es la vía perfecta para que aquellos repitan y asimilen los mensajes vacíos de ciertos programas de televisión, crean que un país es democrático simplemente por tener una Constitución y renuncien a comprender por qué las dependencias hacia algo u alguien los encadenan.
De hecho, el avance del fascismo en Europa se debe, en parte, a la imperiosa necesidad de que la población no piense ni debata, sepultando la reflexión y el intercambio de ideas, mientras que por el contrario se imponen la fuerza, la violencia, el miedo y el autoritarismo como medios de cohesión social, que se presentan como la solución a los problemas y a las cuestiones coyunturales, pero que en realidad suponen la renuncia intencionada de la razón.
El día que desaparezca la Filosofía en los centros educativos, se habrá cumplido la frase de la novela El último día de Terranova, de Manuel Rivas: “La mentira como única verdad establecida”, y dejaremos de preguntarnos por qué, cómo, cuándo y dónde para simplemente decir “sí” a todo, aunque eso nos anule como sujetos, sin importarnos la pérdida de nuestras libertades.