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Fischer y la división de Europa

Un desenlace militar entre Estados Unidos e Irán preocupa a Fischer porque el primer vecino afectado sería Europa. A su entender, la UE puede impedir las dos perspectivas negativas, la guerra a cargo de Washington y el armamento nuclear iraní, si actúa de manera “conjunta y con decisión”. Pero al mismo tiempo reconoce que “en política de seguridad, Europa se está quedando estancada o incluso retrocediendo cuando la unidad es más necesaria que nunca.” Describe con acierto que ningún estado nacional renuncia a una orientación exterior propia, y alguno de ellos, como el caso británico, más bien rema a favor de los estadounidenses. Con quienes Blair suele coincidir. Debe explicarse por qué Europa carece de una política exterior conjunta y decidida.Niega Fischer que la instalación de bases militares norteamericanas en Polonia y la República Checa vaya a desencadenar otra Guerra Fría entre Occidente y Rusia, aunque sí empeora las relaciones de Europa con Rusia. En realidad, “Occidente necesita la cooperación de Rusia prácticamente en todos los asuntos internacionales importantes: Corea del Norte, Irán, Irak, Oriente Próximo, el sur del Cáucaso, Asia Central, Kosovo, Darfur, el cambio climático, la seguridad energética, la no proliferación nuclear y otros (Â…). Un sistema antimisiles en Europa es una cuestión europea, no bilateral (Â…). Si la UE permanece callada sobre este asunto tan vital para el futuro europeo, no hará sino reconocer de forma dramática su impotencia y su insignificancia”. En realidad, una parte del Parlamento Europeo protestó por aquellas decisiones unilaterales de Varsovia y Praga. Pero la Comisión no dijo palabra alguna. La UE lleva muchos años intentando una política exterior. Infructuosamente o, como escribe Fischer, en este terreno va retrocediendo. Tanto que ni Rusia ni Estados Unidos parece importarles la opinión de Bruselas. Al primer envite duro, salta la división (Estados Unidos-Irak) o debilidades inconcebibles (Estados Unidos-Irán) para una potencia económica indiscutible, con conflictos graves en su entorno. Cada país va a lo suyo, dejando la retórica sobre la Europa unida para la economía y los discursos conmemorativos. Fischer hace llamamientos al esfuerzo, a la generosidad (puro voluntarismo), aunque deja sin responder la pregunta principal. Porque la cuestión es si existe voluntad política para superar los límites estrechos del estado nacional.No la hay ni por parte de Fischer. Sin democratizar ni dotar de poder real a las instituciones políticas europeas, el retroceso seguirá progresando. Fischer tiene que saberlo, pero no realiza propuestas que apunten hacia una modificación de fondo. Y así no aparecen soluciones. Si las elecciones al Parlamento Europeo de 2009 se transformaran en constituyentes, abordando después la elaboración de una Constitución Europea que pasaría a referéndum, con poderes reales para el Parlamento y la Comisión, habría la posibilidad de que Europa obtuviera voz propia. Porque gozaría de credibilidad democrática en todo el continente y los estados nacionales tendrían que adaptarse. Supongo. También puede dejarse todo como está, pero entonces Europa jamás tendrá una política exterior común digna de ese nombre. Eso sí, el mercado seguirá funcionando y las conquistas sociales cotizando a la baja.

Rafael Morales

Un desenlace militar entre Estados Unidos e Irán preocupa a Fischer porque el primer vecino afectado sería Europa. A su entender, la UE puede impedir las dos perspectivas negativas, la guerra a cargo de Washington y el armamento nuclear iraní, si actúa de manera “conjunta y con decisión”. Pero al mismo tiempo reconoce que “en política de seguridad, Europa se está quedando estancada o incluso retrocediendo cuando la unidad es más necesaria que nunca.” Describe con acierto que ningún estado nacional renuncia a una orientación exterior propia, y alguno de ellos, como el caso británico, más bien rema a favor de los estadounidenses. Con quienes Blair suele coincidir. Debe explicarse por qué Europa carece de una política exterior conjunta y decidida.Niega Fischer que la instalación de bases militares norteamericanas en Polonia y la República Checa vaya a desencadenar otra Guerra Fría entre Occidente y Rusia, aunque sí empeora las relaciones de Europa con Rusia. En realidad, “Occidente necesita la cooperación de Rusia prácticamente en todos los asuntos internacionales importantes: Corea del Norte, Irán, Irak, Oriente Próximo, el sur del Cáucaso, Asia Central, Kosovo, Darfur, el cambio climático, la seguridad energética, la no proliferación nuclear y otros (Â…). Un sistema antimisiles en Europa es una cuestión europea, no bilateral (Â…). Si la UE permanece callada sobre este asunto tan vital para el futuro europeo, no hará sino reconocer de forma dramática su impotencia y su insignificancia”. En realidad, una parte del Parlamento Europeo protestó por aquellas decisiones unilaterales de Varsovia y Praga. Pero la Comisión no dijo palabra alguna. La UE lleva muchos años intentando una política exterior. Infructuosamente o, como escribe Fischer, en este terreno va retrocediendo. Tanto que ni Rusia ni Estados Unidos parece importarles la opinión de Bruselas. Al primer envite duro, salta la división (Estados Unidos-Irak) o debilidades inconcebibles (Estados Unidos-Irán) para una potencia económica indiscutible, con conflictos graves en su entorno. Cada país va a lo suyo, dejando la retórica sobre la Europa unida para la economía y los discursos conmemorativos. Fischer hace llamamientos al esfuerzo, a la generosidad (puro voluntarismo), aunque deja sin responder la pregunta principal. Porque la cuestión es si existe voluntad política para superar los límites estrechos del estado nacional.No la hay ni por parte de Fischer. Sin democratizar ni dotar de poder real a las instituciones políticas europeas, el retroceso seguirá progresando. Fischer tiene que saberlo, pero no realiza propuestas que apunten hacia una modificación de fondo. Y así no aparecen soluciones. Si las elecciones al Parlamento Europeo de 2009 se transformaran en constituyentes, abordando después la elaboración de una Constitución Europea que pasaría a referéndum, con poderes reales para el Parlamento y la Comisión, habría la posibilidad de que Europa obtuviera voz propia. Porque gozaría de credibilidad democrática en todo el continente y los estados nacionales tendrían que adaptarse. Supongo. También puede dejarse todo como está, pero entonces Europa jamás tendrá una política exterior común digna de ese nombre. Eso sí, el mercado seguirá funcionando y las conquistas sociales cotizando a la baja.

Rafael Morales