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¿Tiene futuro el turismo en Canarias?

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Recientemente un importante representante empresarial canario planteaba en prensa que “No puede ser que un vuelo entre Holanda y Canarias o desde la península a las islas llegue a costar hasta 650 euros, porque con estos precios el turista se marcha a otro destino, que es lo que está ocurriendo”. Si uno tiene en cuenta que hay unos 3.000 kilómetros desde las islas hasta los Países Bajos (6.000 ida y vuelta), resulta que si pagas 600 euros por el transporte estás pagando el kilómetro a unos 10 céntimos. Quien viaje en un automóvil que consume de media 6,5 litros a los 100 kilómetros, y consiga comprar el combustible a 1,25 €/l está pagando 8,1 euros en combustible para hacer 100 kilómetros, es decir, algo más de 8 céntimos por kilómetro. O sea, que, por el mismo coste, en euros por kilómetro, de un solo pasaje en avión puedes llevar en un coche a toda la familia. Claro que nadie recorrería 3.000 kilómetros en coche para pasar una semana de vacaciones. “Conozco el caso de una persona que por lo que le costaba venir a las islas se va a ir este verano a Grecia y Turquía, y de quien desde León ha optado por ir a Menorca en vez de a Canarias por el coste del avión”, seguía planteando el representante patronal canario. Como soy curioso, me dio por buscar en Internet: la distancia de Alemania a Canarias, o de León a Canarias, es prácticamente el doble que la distancia de Alemania a Grecia, o de León a Menorca. La gente está eligiendo destinos más cercanos. En un contexto de cambio climático, de subidas en el precio del combustible y, por lo tanto, del transporte, lo que cabe esperar para el futuro del turismo es un peso mucho mayor del turismo de cercanía, especialmente para viajes de corta duración. 

El modelo de negocio del turismo de masas en Canarias ha estado basado, desde el desarrollo de los turoperadores y los vuelos chárter, en un coste del transporte en avión prácticamente irrelevante, de manera que una semana de vacaciones en las islas era más barata que una semana de vacaciones en lugares situados a la mitad de distancia de los principales mercados emisores de turistas de Europa Occidental. De acuerdo a la teoría liberal clásica el estado no debería de hacer aquello que hace el mercado, ya que la intervención estatal tan sólo genera ineficiencias, inequidades y corruptelas. De acuerdo con esta teoría, tradicionalmente las organizaciones empresariales lo que reclaman del Estado es la mínima intervención en la economía: que les dejen hacer sus negocios, traer riqueza y crear empleo. A mí se me ocurre que, si cambiáramos el modelo de negocio, el turismo podría seguir teniendo futuro en Canarias, y a veces ponerse en la piel del otro ayuda a entender mejor las cosas. Conozco a muchas personas que con cierta frecuencia hacen una escapada corta a otra isla o a la Península. El coste de esos viajes, en tiempo y dinero, hace que valga la pena escaparse, aunque sea sólo un par de noches. Sin embargo, la gente que conozco que ha ido a lugares tan lejanos como Chile, Tailandia o Canadá te dice, por más que vengan contentos de sus vacaciones, que, por tiempo y dinero, son viajes que no vale la pena si no dispones de al menos 15 días para hacerlos. En realidad, en las islas hemos tenido siempre a un número importante de residentes entre nosotros que pasan temporadas largas, a veces todo el invierno. Los nórdicos siguen copando en invierno muchas zonas turísticas de las islas, y en otras lo que se ha dado en llamar “nómadas digitales” parece que tiene cada vez más importancia. Y para quien se va a pasar en las islas una temporada larga, seguramente que el coste del billete no es un factor tan relevante. Claro que se trata de un tipo de turismo que no se adecúa al modelo de negocio de actores con un peso clave en la política y la economía del archipiélago. 

Aunque somos unas islas geográficamente africanas, políticamente pertenecemos a España, y ése es el argumento que justifica que lo público contribuya a rebajar el coste de los viajes de los canarios a la península. Pero, ¿tendría sentido pedir que el estado gaste dinero para rebajar los costes del transporte de los europeos a las islas, tan sólo porque el modelo de negocio actual del turismo en las islas se basa en un bajo coste del transporte? Creo que es mejor usar la imaginación e inventar modelos de negocio nuevos. Uno de los mayores retos de los gobiernos y las sociedades contemporáneas es el cambio climático. Creo que sería una incongruencia pedir a Europa dinero para hacer nuestra transformación ecológica y a la vez para que siga siendo muy barato que 15 millones de europeos se pasen una semana de vacaciones en un lugar para llegar al cual han de recorrer 6.000 kilómetros y generar toneladas de gases nocivos para la ecología. A razón de más de 10 millones de turistas por año, en lo que va de siglo casi 250 millones de turistas han visitado las islas. Estoy seguro que, desde el punto de vista económico, incluso en algunos casos desde el punto de vista social y cultural, ello nos ha traído multitud de cosas buenas. Pero no creo que la huella ecológica que han dejado esos 500 millones de viajes se pueda seguir generando otro cuarto de siglo más.

Recientemente un importante representante empresarial canario planteaba en prensa que “No puede ser que un vuelo entre Holanda y Canarias o desde la península a las islas llegue a costar hasta 650 euros, porque con estos precios el turista se marcha a otro destino, que es lo que está ocurriendo”. Si uno tiene en cuenta que hay unos 3.000 kilómetros desde las islas hasta los Países Bajos (6.000 ida y vuelta), resulta que si pagas 600 euros por el transporte estás pagando el kilómetro a unos 10 céntimos. Quien viaje en un automóvil que consume de media 6,5 litros a los 100 kilómetros, y consiga comprar el combustible a 1,25 €/l está pagando 8,1 euros en combustible para hacer 100 kilómetros, es decir, algo más de 8 céntimos por kilómetro. O sea, que, por el mismo coste, en euros por kilómetro, de un solo pasaje en avión puedes llevar en un coche a toda la familia. Claro que nadie recorrería 3.000 kilómetros en coche para pasar una semana de vacaciones. “Conozco el caso de una persona que por lo que le costaba venir a las islas se va a ir este verano a Grecia y Turquía, y de quien desde León ha optado por ir a Menorca en vez de a Canarias por el coste del avión”, seguía planteando el representante patronal canario. Como soy curioso, me dio por buscar en Internet: la distancia de Alemania a Canarias, o de León a Canarias, es prácticamente el doble que la distancia de Alemania a Grecia, o de León a Menorca. La gente está eligiendo destinos más cercanos. En un contexto de cambio climático, de subidas en el precio del combustible y, por lo tanto, del transporte, lo que cabe esperar para el futuro del turismo es un peso mucho mayor del turismo de cercanía, especialmente para viajes de corta duración. 

El modelo de negocio del turismo de masas en Canarias ha estado basado, desde el desarrollo de los turoperadores y los vuelos chárter, en un coste del transporte en avión prácticamente irrelevante, de manera que una semana de vacaciones en las islas era más barata que una semana de vacaciones en lugares situados a la mitad de distancia de los principales mercados emisores de turistas de Europa Occidental. De acuerdo a la teoría liberal clásica el estado no debería de hacer aquello que hace el mercado, ya que la intervención estatal tan sólo genera ineficiencias, inequidades y corruptelas. De acuerdo con esta teoría, tradicionalmente las organizaciones empresariales lo que reclaman del Estado es la mínima intervención en la economía: que les dejen hacer sus negocios, traer riqueza y crear empleo. A mí se me ocurre que, si cambiáramos el modelo de negocio, el turismo podría seguir teniendo futuro en Canarias, y a veces ponerse en la piel del otro ayuda a entender mejor las cosas. Conozco a muchas personas que con cierta frecuencia hacen una escapada corta a otra isla o a la Península. El coste de esos viajes, en tiempo y dinero, hace que valga la pena escaparse, aunque sea sólo un par de noches. Sin embargo, la gente que conozco que ha ido a lugares tan lejanos como Chile, Tailandia o Canadá te dice, por más que vengan contentos de sus vacaciones, que, por tiempo y dinero, son viajes que no vale la pena si no dispones de al menos 15 días para hacerlos. En realidad, en las islas hemos tenido siempre a un número importante de residentes entre nosotros que pasan temporadas largas, a veces todo el invierno. Los nórdicos siguen copando en invierno muchas zonas turísticas de las islas, y en otras lo que se ha dado en llamar “nómadas digitales” parece que tiene cada vez más importancia. Y para quien se va a pasar en las islas una temporada larga, seguramente que el coste del billete no es un factor tan relevante. Claro que se trata de un tipo de turismo que no se adecúa al modelo de negocio de actores con un peso clave en la política y la economía del archipiélago.