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Las gafas de Gandhi

Los programadores de la televisión y algunos directores de periódicos que se dicen serios ignoren por un momento si a Ortega Cano le subió la fiebre o si el primo de un hermano del sobrino de un cuñado de Rocío Jurado fue a la puerta de la clínica donde está el torero a preguntar por el reparto de la herencia. Los seguidores twitteros de un antiguo portavoz de la Moncloa no dediquen ni un minuto a la encuesta sobre la presentadora mejicana que quiso entrevistar a Iker Casillas, no pierdan el tiempo e sobre los celos de Sara Carbonero.

Pido también a los periodistas ultraperiféricos que ignoren este martes la pelea de gallos entre Coalición Canaria y el PSOE. Que no den categoría de noticia trascendente a las puñaladas en tierras de rapaduras, ni a las fotos de asaderos convertidas en útiles elementos para las prácticas de marrullerías políticas que hoy se hacen a los amantes de ayer. Vaya desde aquí mi llamamiento a las 6.000 mil millones de homo sapiens que habitamos este globo terráqueo dividido en fronteras absurdas, clases sociales, religiones, prejuicios?

Por favor, esto es una llamada de atención para pedirle al mundo que se pare por un momento. Pero no pretendo cumplir aquel deseo de Mafalda de bajarse del planeta. No, lo que hoy deseo es que todos nos planteemos el mismo objetivo. Miremos a Asia, en el oeste de la India hay una población que se llama Sevagram. Allí hay un centro de meditación donde estaban expuestas las gafas de Gandi. Los famosos anteojos que utilizó Mohandas Karamchand Gandhi, el padre de la nación india.

Con esas lentes Gandhi escribía los artículos en el periódico Indian Opinion en la granja de Phoenix junto a otros periodistas de distintas nacionalidades y religiones en la racista Sudáfrica. El joven abogado usó aquellas gafas para leer, traducir y publicar las leyes que luego combatía desde la desobediencia civil y el pacifismo. Cuando estaba en la cárcel también se ponía las gafas para leer las cartas que le mandaba Leon Tolstoy, y descubría las ideas del amor universal (Ahimsa) entre los párrafos de las páginas de las novelas del escritor ruso. Casi perdió sus gafas cuando una manada de hombres blancos le pegaron una paliza en las calles de Durban.

Quién sabe quizá Mahatma (Alma Grande ) Gandhi también llevaba puestas sus gafas cuando caminaba por las calles de Londres aquel día de 1906 en el que se manifestaban las mujeres sufragistas reclamando su derecho al voto, las manifestantes estaban rodeadas de policías y practicaban la resistencia pasiva en la que se inspiró Gandhi para promover la desobediencia civil primero en Sudáfrica contra las leyes racistas y luego en la India contra el imperio Británico.

Me gustaría que nos diéramos cuenta de lo importante que sería para todos la recuperación de las gafas de Gandhi. En estos tiempos de gobiernos resignados y pueblos indignados, en esta era de crisis fabricadas por los salvadores de la crisis, en estos momentos en los que los protagonistas del pasado se reclaman dueños del futuro, ahora que hemos cambiado los sabios por todólogos tertulianos, el abrazo por el video en el muro de youtube, ahora que los verdugos se solidarizan con las víctimas, las guerras se llaman intervenciones humanitarias y los países se liberan invadiéndolos?

Para ver todo eso y defendernos de tantos horrores debemos encontrar las gafas de Gandhi. Aquellas gafas que estuvieron en las luchas en Sudáfrica, en las calles de la India, en los despachos de Londres. Porque las gafas están hechas de la historia de muchas luchas. Aunque aquella India que se liberó del imperio británico es hoy una potencia nuclear rodeada de fronteras levantadas con los odios que Gandhi combatió.

Para poder sobrevivir en este mundo patas arriba no podemos seguir siendo ciegos dominados por tuertos, no podemos permitirnos el lujo de estar pendientes de la fiebre de Ortega Cano, los celos de Sara Carbonero, las peleas de gallos en la política canaria o la condena al buitre que dirigía el FMI. Reconozco que todas esas cosas serían dignas de las portadas de los periódicos si pudiéramos leerlas con las gafas de Gandhi puestas.

Juan García Luján

Los programadores de la televisión y algunos directores de periódicos que se dicen serios ignoren por un momento si a Ortega Cano le subió la fiebre o si el primo de un hermano del sobrino de un cuñado de Rocío Jurado fue a la puerta de la clínica donde está el torero a preguntar por el reparto de la herencia. Los seguidores twitteros de un antiguo portavoz de la Moncloa no dediquen ni un minuto a la encuesta sobre la presentadora mejicana que quiso entrevistar a Iker Casillas, no pierdan el tiempo e sobre los celos de Sara Carbonero.

Pido también a los periodistas ultraperiféricos que ignoren este martes la pelea de gallos entre Coalición Canaria y el PSOE. Que no den categoría de noticia trascendente a las puñaladas en tierras de rapaduras, ni a las fotos de asaderos convertidas en útiles elementos para las prácticas de marrullerías políticas que hoy se hacen a los amantes de ayer. Vaya desde aquí mi llamamiento a las 6.000 mil millones de homo sapiens que habitamos este globo terráqueo dividido en fronteras absurdas, clases sociales, religiones, prejuicios?