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Nuestro gas es el viento y el sol

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En menos de un año el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC) ha emitido tres informes extraordinariamente preocupantes sobre el cambio climático y sus consecuencias para el planeta. En el informe hecho público en los primeros días del mes de abril de este año –el primero se publicó en agosto del año pasado- los expertos de Naciones Unidas nos trasladan con firmeza que las emisiones deben tocar techo antes de 2025 y luego caer drásticamente para evitar la catástrofe climática. Según  el documento presentado por el Panel, las estrategias climáticas actuales de los gobiernos del mundo no indican que esto se vaya a producir, sino todo lo contrario: las emisiones seguirán creciendo durante esta década.

El IPPC señala que son imperiosas las “reducciones profundas y, en la mayoría de los casos, inmediatas, de las emisiones de los gases de efecto invernadero en todos los sectores”. António Guterres, Secretario General de la ONU es tajante a la hora de sintetizar el documento presentado: “Es hora de que dejemos de quemar nuestro planeta y empecemos a invertir en las abundantes energías renovables que nos rodean”. Todas las fórmulas posibles pasan por eliminar gran parte de los combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón de la generación de energía: afirman que “todos los modelos incluyen pasar de esos combustibles a fuentes renovables” y hacen especial hincapié en que el coste por megavatio de la energía solar ha caído un 85% y el de la eólica un 55%, desde 2010. Según Hoesung Lee, responsable del IPPC, nos encontramos en una encrucijada: “De las decisiones que tomemos ahora depende conseguir un futuro vivible”. Para Jim Skea, codirector de la investigación, “es ahora o nunca” cuando se deben precipitar las decisiones.

 El pasado 30 de marzo decenas de científicos del mundo, agrupados en la plataforma Scientist Rebellion, han vuelto a la carga publicando un manifiesto (Los científicos que nos rebelamos contra la inacción climática) en el que afirman que “nadie viene a salvarnos: solo una revolución climática podrá hacerlo”. Y echan mano del filósofo ecologista Jorge Riechmann para hacernos llegar que “estamos viviendo una situación histórica absolutamente excepcional, en términos no ya de historias de nuestras universidades, nuestras ciudades o nuestros países; sino de historia de la especie humana y del planeta Tierra. Las perspectivas son de ecocidio, más genocidio, y nos hace falta una fuerte reacción social”. António Guterres los apoya mostrando en un vídeo, de manera gráfica que, de no actuar pronto, veremos ciudades costeras desaparecidas bajo las aguas, olas de calor sin precedentes, tormentas monstruosas, escasez global de agua o la extinción de un millón de especies animales y vegetales. Y dejan meridianamente claro que la ley española sobre el Cambio Climático no es suficientemente ambiciosa y llega demasiado tarde.

 Mientras los científicos del IPPC y los agrupados en torno a Scientist Rebellion nos trasladaban este enorme caudal de datos, certezas y llamadas a cambiar el modelo desarrollista y energético sobre el que se apoyan los países del mundo en estos momentos, Europa y España insisten en mantener los combustibles fósiles, y sobre todo el gas, como elemento clave para la generación de energía. Insisten en seguir dependiendo de un combustible que ya antes de la guerra había elevado enormemente los precios de la electricidad y que tras la invasión de Rusia a Ucrania ha provocado un desabastecimiento en todo el continente.

 Pero no solo eso. La  invasión de Rusia a Ucrania está suponiendo un paso atrás preocupante y en contra de las políticas diseñadas para frenar el calentamiento global. Las subvenciones a los combustibles fósiles y las ayudas a su consumo no dejan de aumentar  y  se incrementa también notablemente su extracción. Por otra parte, la necesidad de invertir una cantidad ingente de dinero en la guerra hace que se destinen muchos menos recursos a las energías limpias y a la lucha contra el cambio climático y que se ponga en riesgo el Estado de Bienestar.

 Resulta absolutamente inexplicable  (o sí, no nos podemos olvidar del enorme poder de los lobbies energéticos europeos y su influencia sobre los conservadores que gobiernan el continente, con un seguidismo preocupante de la socialdemocracia) que primero plantearan considerar como verdes al gas y a las nucleares y que el Gobierno de España, sin contar con nuestra Comunidad intentara colar  las regasificadoras en las islas, en un RDL para paliar las consecuencias de la guerra.

 Hoy Europa está viviendo una crisis energética de efectos incalculables precisamente porque no se  ha trabajado con el interés suficiente en los últimos años en la implantación de las energías limpias y ha seguido confiando desatinadamente, obstinadamente, en los combustibles fósiles y sobre todo en el gas, en complicidad con los lobbies del sector. Sin tener en cuenta que dependemos de países inestables y poco respetuosos con los derechos humanos y que este combustible se ha ido encareciendo año tras año, frente a la disminución de los costes de las energías limpias. Para el Gobierno de España y de la UE el gas era la panacea y dejamos que Rusia condicionara nuestra estabilidad energética. Por eso sigue matando en Ucrania, porque sabe que países como Alemania (que depende energéticamente del gas ruso en un 64% y que tiene al excanciller Schröeder como selecto intermediario) le van a seguir financiando la invasión a Ucrania con la compra de un gas que no pueden sustituir. Desde el inicio de la guerra, Rusia ya ha cobrado casi 40.000 millones de euros de países europeos a cuenta del gas que les suministra. Qué curioso, los sabiondos de Alemania dando lecciones siempre de cómo gobernar y ahora están energéticamente en manos de un personaje peligroso como Putin.

 También Argelia, tras su encontronazo con España a causa de la traición del gobierno español al pueblo saharaui, ha anunciado que va a incrementar notablemente el precio del gas a este país. Y para intentar remediar la situación, Europa se pone en manos de EEUU y del gas proveniente de ese país, mucho más caro, extraído a través del fracking, una técnica altamente contaminante, que genera seísmos graves, que está prohibida en España y en otros lugares de Europa y que multiplica más de cinco veces las emisiones de gases de efecto invernadero.

 El último informe de Greenpeace ha calculado los 'beneficios inmorales' que han amasado las petroleras desde que comenzó la guerra. Habla de más de 3.000 millones de euros 'extraordinarios' que se están embolsando gracias, principalmente, al sobrecoste del diésel y la gasolina. Solo en España, la industria del petróleo está registrando unos ingresos adicionales de 7,6 millones de euros diarios, mientras la población sufre los precios récord en las gasolineras.

España depende un 75% del exterior para abastecerse energéticamente y en vez de poner toda la carne en el asador para romper esa dependencia, insiste en el gas y nos lo intenta endilgar a Canarias. De modo colonial. Sin consultarnos. Sin escuchar a nuestro Gobierno Autónomo, a nuestro Parlamento, a los cabildos…

 Somos vulnerables, pero si no actuamos seremos aún mucho más vulnerables. Tenemos que acelerar la transición energética. Como plantea la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA): “ Necesitamos aumentar rápidamente la producción de energía renovable; promover una verdadera contabilidad y conciencia de los costos de la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles y los impactos ambientales de su uso y reducir la demanda de gas ”.

 François Gemenne, investigador del IPPC, declaraba hace unos días en El País que “con más renovables, los Putin tendrían menos poder”. No hay ningún experto, ningún científico, que no coincida en afirmar que la solución en estos momentos solo pasa por las renovables. Que es una locura insistir en la dependencia del gas. Hay que avanzar en las energías eólica y solar, venciendo los neonegacionismos instalados en las administraciones y en sectores conservacionistas cegados por visiones absolutamente sesgadas y parciales: como decía El País en un editorial reciente, “algunos tics de la sociedad de la opulencia están ahora claramente fuera de lugar”. Hay que desburocratizar los procedimientos para  facilitar la penetración de las renovables, hay que incentivar y financiar el autoconsumo, las comunidades energéticas, la eficiencia y el ahorro, hay que planificar y ordenar la eólica marina. Hay que, como plantea Macron en Francia, tomar el control sobre determinadas empresas energéticas.

 Termino insistiendo en algo que me parece clave: en Gran Canaria tenemos una parte importantísima del camino andado, el Salto de Chira nos va a permitir ir mucho más rápido en todo este proceso ya que tenemos solucionado una gran parte del almacenamiento necesario para facilitar un cambio de modelo sustentado en las renovables. Jamás en el gas, no les quepa la menor duda. El gas de Canarias no puede ser sino el  viento y el sol.