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La gaviota violeta

Réquiem por la ecuanimidad

En estos tiempos de descarnada lucha por el poder político en nuestro país, asistimos al indisimulado desnudo de lo falsario en pos del bocado indiscriminado del sufragio indiferenciado. Lo realmente importante para los cruzados alados y para los devotos del círculo no es el permanente establecimiento de la anhelada justicia social, sino la preponderancia de sus banderas, rompiendo así los puentes de acceso a cualquier forma de equilibrio político y socioeconómico.

El abrazo de los oseznos

Ante la inexistencia de un fin último como contribución al refuerzo del estado del bienestar por parte de los devotos del círculo, puesto que su faro es la suplantación de los reconocidos representantes de la real izquierda política española, la consecución del último objetivo solo es alcanzable desde la alianza de iguales en contribución de asunción de identidades, de cualquier identidad, en fin, pues lo que se persigue, postreramente, no es cuestión genuina, sino bastarda, un abrazo de oseznos, finalmente, amamantados por la barbada madre andaluza.

Solo de piano para una sala vacía

¿Cuánto hemos evolucionado desde las enseñanzas platónicas acerca de la mitología alegórica de la caverna? ¿Hemos asumido realmente el potencial al que nos puede llevar el uso progresivo de la razón, de nuestro pensamiento? Actualmente, en el panorama político español parece haberse instalado toda una suerte de tahures que ocultan negar toda palabra que no sea la suya, aunque rebote al final de la sala para volver a ser escuchada por sus emisores, adornando así su esponjoso verbo hueco. Política envasada al vacío

No interesa que se conozcan las entrañas del programa electoral, tan solo el vuelo raso de la aparición estelar, en diferido si fuera posible, así como en comparecencias corales expandiendo el incienso violeta sobre una estancia salpicada de micrófonos que esperan por la enlatada sentencia del día, que será la sangre que recorra las venas enfurecidas de las digitales socializaciones. Antes de que eso ocurra, todo habrá sido convenientemente envasado al vacío, con una envoltura resbaladiza a toda réplica.

Otro eslogan más, por favor

A falta de ideas, buenos serán los aforismos de urgencia, los que ocuparán más espacio que cualquier definición que los destripe. Ya es industria que ofrece sabrosos encurtidos, unas veces excesivamente salados para el común de los electorales paladares, otras tantas difícilmente digeribles para el más amplio de los gustos dispuestos a pelear hasta con la gramática mal aderezada. En todo caso, de manera insistente, los cruzados alados y, sobre todo, los devotos del círculo, se aprestan continuamente al empacho diario de la simple ocurrencia.

Cuando la política se tiñe de silencio El miedo es la pulsión de quienes permanecen en el aire y de los que se encierran en su círculo compacto; el miedo es el pozo ciego que acecha a los temerosos por no ser escuchados más que por aquellos que ya permanecían volando u observando las añiles paredes de su círculo; el miedo es el sendero angosto que conduce al silencio.

La arritmia ideológica

La inconsistencia que genera la inseguridad a no ser aceptados por los demás lleva a adoptar distintas caras en función de a quién quiere agradar un hipócrita, en tanto que un trilero ideológico asumirá los roles a conveniencia de su empatía de cartón piedra, cual populista con pijama de socialdemócrata, tal que Jekill al que desvelará Hyde.

Réquiem por la ecuanimidad

En estos tiempos de descarnada lucha por el poder político en nuestro país, asistimos al indisimulado desnudo de lo falsario en pos del bocado indiscriminado del sufragio indiferenciado. Lo realmente importante para los cruzados alados y para los devotos del círculo no es el permanente establecimiento de la anhelada justicia social, sino la preponderancia de sus banderas, rompiendo así los puentes de acceso a cualquier forma de equilibrio político y socioeconómico.