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La gran depresión
Pero quizá lo más grave es que intentan engañarse a sí mismos. Ministros y presidentes, asesores, economistas y expertos, políticos, ideólogos y dirigentes de todos los partidos burgueses, reformistas y colaboracionistas, oscilando entre el desconcierto, el pánico y la resignación, no quieren ver la realidad de la catástrofe económica que se avecina y se niegan obstinadamente a reconocerla y a enfrentarse a ella.
Y mientras, uniéndose al coro de los aterrorizados representantes del moribundo sistema capitalista, los líderes de los sindicatos burocratizados y vendidos insisten, como eficaces portavoces del miedo de los burgueses a movilizaciones populares incontrolables, en que nada de huelgas.
Al unísono, UGT y Comisiones repiten que no hay que preocuparse, que el gobierno está en ello, que basta con concentrarse en el aumento de la “competitividad”, la “reforma del mercado laboral”, la formación continua y los cursillos del INEM.
Pero lo cierto es que las cosas van mal. Muy mal. Cada vez aparecen cifras y estadísticas más alarmantes. Las últimas son siempre las peores. Inglaterra sigue los pasos de Islandia hacia la quiebra de una economía antiproductiva basada en la especulación financiera. Las últimas declaraciones del nuevo presidente norteamericano son calificadas por la prensa burguesa mundial de “dramatizadoras”.
Tantos “másteres” en Economía, tantas Facultades y Escuelas Empresariales, tantos premios Nobel, para nada. Cada medida de “rescate”, cada “inyección de liquidez”, cada intento de “reanimar los mercados”, sólo son patéticos y fracasados intentos de arreglar una situación que se les ha escapado completamente de las manos y que sólo consiguen empeorar arrojando al sumidero de los bancos especuladores y las empresas tramposas los recursos de toda la sociedad.
Sin embargo las fuerzas productivas, la capacidad de trabajo de la población y los medios de producción utilizados en la actualidad son más poderosos y eficientes que nunca. Nuestra sociedad dispone de la clase obrera más formada, especializada, organizada y productiva de la historia. La ciencia y la técnica aplicadas al trabajo en todos los sectores económicos alcanzan niveles de mecanización, automatización e informatización impensables hasta hace muy pocos años.
¿Cómo se explica entonces que nos veamos bajo la amenaza de la catástrofe económica y social, el desempleo y el hambre? Lo lógico sería que con el elevadísimo nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas viviéramos en medio de la abundancia de mercancías, dispusiéramos de recursos suficientes para garantizar un alto nivel de vida a todos los ciudadanos y disfrutáramos de prestaciones y servicios sociales suficientes y de calidad.
¿Qué está fallando? Pues sencillamente que los representantes intelectuales y políticos de la clase social dominante, los partidos burgueses y los asesores de los capitalistas, individuos que por su origen de clase, por su formación, por toda su concepción del mundo y de la sociedad, están convencidos de que el funcionamiento de la economía se basa en el beneficio empresarial y de que este beneficio, a su vez, se fundamenta en la máxima explotación del trabajo asalariado y están impregnados hasta la médula de prejuicios de clase y de un profundo desprecio por los trabajadores a los que, en el fondo y siguiendo las ideas de sus predecesores históricos feudales y esclavistas, consideran seres inferiores, nacidos sólo para trabajar y producir para ellos, son incapaces a pesar de toda su formación universitaria de reconocer la verdad y admitir el origen, las causas y, por supuesto, las soluciones de esta grave situación.
No. El beneficio empresarial no es el fundamento de la actividad económica. Por el contrario, la plusvalía capitalista es un parásito que, extrayendo cual sanguijuela improductiva y oportunista la sangre vital del organismo social, debilita, corrompe, desorganiza y destruye la economía.
La esencia, el motor y la garantía de estabilidad y de progreso económico y social reside en el trabajo, en la capacidad y en la fuerza de producción material y espiritual de los trabajadores, en su formación y en su experiencia, en su eficiente, organizada, disciplinada y altamente tecnificada actividad diaria en las fábricas y en las empresas.
Todo el ciclo económico depende fundamentalmente de la clase obrera asalariada, ampliamente mayoritaria en nuestra sociedad, y de su actividad productiva y vital. Porque los trabajadores no sólo producen todas las mercancías y crean todos los servicios, sino que además garantizan, justifican y realizan la producción y la comercialización a través de su consumo y del gasto de sus familias en alimentos, vestidos, vivienda, comunicación y transporte, sanidad, educación, ocio y cultura.
Pero los limitados cerebros de los economistas y de los políticos burgueses, negados ideológicamente para analizar y comprender la realidad social de la época histórica que estamos viviendo, siguen pensando que, cuanto mayor sea el beneficio de su banco, de su inmobiliaria o de su operador financiero, mejor van las cosas.
Confunden y contraponen, en su obtusa mentalidad de miserables usureros y de avaros acumuladores compulsivos de riqueza material, su egoísmo primitivo e inhumano y el interés de su bolsillo, con los intereses legítimos de todos los ciudadanos a la justicia social y a la equitativa distribución de las oportunidades y las riquezas creadas por todos.
Aun a costa del sano desarrollo productivo y del equilibrio general del mercado, aun a costa de convertir la economía en puro juego especulativo, rivalizando entre sí para ver quien consigue mayor ganancia fraudulenta y quién es el más tramposo y estafador de todos, utilizan el control económico y el Poder político que el caduco sistema capitalista y el Estado burgués les confiere para saquear al conjunto de sociedad, destruir las fuerzas productivas, arruinar empresas, hundir la economía y condenarnos a los trabajadores al desempleo, la miseria y el hambre.
Pero ya es hora de plantarles cara. A ellos, a sus representantes y defensores políticos e ideológicos y a su Estado represor policiaco, jurídico y militar. Tenemos que defendernos de estas sanguijuelas organizándonos, saliendo a la calle a exigir que a los bancos no se les dé un euro más para pagar sus trampas, sino que por el contrario se les nacionalice para liberar todo ese dinero que tienen guardado y se niegan a poner en circulación.
Y exigir también la garantía de una renta básica que cubra a los desempleados que agoten todas las prestaciones sus necesidades de supervivencia, para que ninguna familia tenga que sufrir, por culpa de los monopolios bancarios especuladores y estafadores, la desgracia de quedar sin ingresos y verse condenadas al desahucio, la miseria y el hambre.
Sólo por medio de la más amplia movilización popular contra la crisis y el desempleo, por la nacionalización inmediata de los bancos y por la garantía de renta básica para todos, nos permitirá detener este proceso de destrucción de la economía y de catástrofe social que nos amenaza.
(*) Pedro Brenes es militante del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
Pedro Brenes (*)
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