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Otra granmarinada

En primer lugar, el juez alega la defensa de los derechos del arquitecto en cuanto administrado. Vale. Sin perder de vista que Ferrater ignoró las advertencias sobre irregularidades que le hicieran órganos colegiales de su profesión, los que habían interpuesto los recursos correspondientes. Si el juez vela por los derechos de Ferrater, que sabía bien a qué estaba expuesto, que nos digan quien se ocupa de los que le pagamos a escote, sin comerlo ni beberlo.En segundo lugar, la Autoridad Portuaria ha ido contra Ferrater y no contra los responsables políticos del desaguisado, los que se empeñaron en sacarlo adelante a pesar de que ni los más legos en Derecho dudaban de su ilegalidad.Esa ilegalidad era tan manifiesta que no podían desconocerla los mandarines y sus servicios jurídicos; salvo que no los tuvieran en cuenta Luzardo y Soria para provocar a sabiendas un quebranto de las arcas públicas que quedará impune; como tantos otros, aunque no siempre se llegue a tanta y tan cínica desvergüenza.En ocasiones me he preguntado la razón de semejante cabezonería mandarina; la que volvió a exhibir Luzardo hace unos días, al insistir en la Gran Marina que nos tiene prometida a despecho de su ilegalidad. Yo creo que debería ir al médico; pero mientras se decide a pedir hora y avanza la lista de espera, descartaré que su contumacia se deba a la combinación delirante de la torpe soberbia del macho Soria y el aniñado enfurruñamiento luzardino al privársele de su juguete. Buscar la explicación en semejantes flojetudes psicológica me parece demasiado inocente para quienes, como yo, fuimos educados en el piensa mal y acertarás. Como no creo, pues, que el empeño granmarinado se deba a descompensaciones psicológicas debidas a algún suceso de la niñez, me resulta la insistencia sospechosa: ¿será para no dejar en palanca a patrocinadores y amigos interesados? Desde luego, haberlos, háylos; o habrálos.Por último, llamaré la atención sobre dos extremos. El primero, el acuerdo universal de que aquella zona necesita una actuación urbanística y no es de recibo que los mandarines bloqueen cualquier solución que no sea la suya, declarada ilegal. O Gran Marina o nada, proclaman sin bajarse del burro.Con lo que llego al segundo extremo que les dije: siempre está cerca el macho Soria provocando el bloqueo; de la Gran Marina o del concurso eólico, es igual. Y no les cuento del cortocircuito parlamentario, con CC en el otro polo, para que no me vengan con que le tengo manía.

En primer lugar, el juez alega la defensa de los derechos del arquitecto en cuanto administrado. Vale. Sin perder de vista que Ferrater ignoró las advertencias sobre irregularidades que le hicieran órganos colegiales de su profesión, los que habían interpuesto los recursos correspondientes. Si el juez vela por los derechos de Ferrater, que sabía bien a qué estaba expuesto, que nos digan quien se ocupa de los que le pagamos a escote, sin comerlo ni beberlo.En segundo lugar, la Autoridad Portuaria ha ido contra Ferrater y no contra los responsables políticos del desaguisado, los que se empeñaron en sacarlo adelante a pesar de que ni los más legos en Derecho dudaban de su ilegalidad.Esa ilegalidad era tan manifiesta que no podían desconocerla los mandarines y sus servicios jurídicos; salvo que no los tuvieran en cuenta Luzardo y Soria para provocar a sabiendas un quebranto de las arcas públicas que quedará impune; como tantos otros, aunque no siempre se llegue a tanta y tan cínica desvergüenza.En ocasiones me he preguntado la razón de semejante cabezonería mandarina; la que volvió a exhibir Luzardo hace unos días, al insistir en la Gran Marina que nos tiene prometida a despecho de su ilegalidad. Yo creo que debería ir al médico; pero mientras se decide a pedir hora y avanza la lista de espera, descartaré que su contumacia se deba a la combinación delirante de la torpe soberbia del macho Soria y el aniñado enfurruñamiento luzardino al privársele de su juguete. Buscar la explicación en semejantes flojetudes psicológica me parece demasiado inocente para quienes, como yo, fuimos educados en el piensa mal y acertarás. Como no creo, pues, que el empeño granmarinado se deba a descompensaciones psicológicas debidas a algún suceso de la niñez, me resulta la insistencia sospechosa: ¿será para no dejar en palanca a patrocinadores y amigos interesados? Desde luego, haberlos, háylos; o habrálos.Por último, llamaré la atención sobre dos extremos. El primero, el acuerdo universal de que aquella zona necesita una actuación urbanística y no es de recibo que los mandarines bloqueen cualquier solución que no sea la suya, declarada ilegal. O Gran Marina o nada, proclaman sin bajarse del burro.Con lo que llego al segundo extremo que les dije: siempre está cerca el macho Soria provocando el bloqueo; de la Gran Marina o del concurso eólico, es igual. Y no les cuento del cortocircuito parlamentario, con CC en el otro polo, para que no me vengan con que le tengo manía.