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¿Guerra fría interesada en un mundo tripolar?

16 de agosto de 2021 12:30 h

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Mal que le pese a los gobernantes estadounidenses el mundo unipolar de la Pax americana  es agua pasada. El ascenso irresistible de China y el regreso inesperado de la Rusia de Putin (¡Ay aquellos tiempos dichosos de la Rusia del achispado Yeltsin!) a la arena geopolítica internacional dibuja un escenario de poder tripolar que no es posible ignorar.

Un mundo multipolar (1870 - 1945), de grandes potencias, imperialistas en su mayoría, Alemania, Austria-Hungría, Francia, Reino Unido, Italia, Rusia-URSS, Estados Unidos y Japón,  enfrentadas por la redistribución del mundo en dos guerras mundiales; un mundo bipolar de superpotencias (1945 - 1991), Estados Unidos y la Unión Soviética, confrontadas en una Guerra Fría siempre al borde de la guerra atómica y el dantesco invierno nuclear y el mundo unipolar (1991-¿2008?) de la decepcionante Pax americana... esa es la secuencia histórica y ahora, de nuevo, un orden mundial multipolar, tripolar, exactamente, de grandes potencias...

¿Qué cabe esperar del mundo tripolar que conforman Estados Unidos, China y Rusia? ¿Habrá guerra o paz entre ellas y sus respectivos aliados?

Descarto una Tercera Guerra Mundial por el reparto del mundo entre superpotencias nucleares, Estados Unidos contra Rusia, contra China o contra las dos, o estas últimas entre sí, por dos razones principales: 

Primera, considero irreversible el proceso de descolonización de los imperios europeos afroasiáticos que tuvo lugar básicamente entre 1945 y 1975. Por consiguiente, entiendo que cualquier intento de recolonización que se emprenda en Asia, África y no digamos en América Latina, está condenado al fracaso. El sentimiento de independencia anti-imperialista y anti-colonialista está hondamente arraigado en la poblaciones asiáticas, africanas y latinoamericanas, dispuestas a rechazar frontalmente cualquier intento de recolonización, por muy disimulado o edulcorado que se presente. Y, si no, me remito a los ejemplos de Afganistán, Iraq y Libia donde los prolongados esfuerzos de Estados Unidos, la OTAN y otros aliados por mantenerse o instalarse permanentemente han resultado baldíos y, finalmente, se saldarán con la retirada de sus fuerzas militares rabus inter pernorum (Afganistán, septiembre 2021), (Iraq 2021, en fecha sin precisar), (Libia, ¿2022?)

En cuanto a la segunda razón, la expuse ampliamente en un artículo, ¿Otra vez la guerra de las galaxias?, que publiqué en el año 2000 y que en esencia venía a recordar que en una guerra atómica entre potencias nucleares no hay vencedores, solo vencidos, o dicho de otro modo D.M.A. (Destrucción Mutua Asegurada). Y es que nadie empieza una guerra que sabe que ni siquiera será una victoria pírrica. En las guerras atómicas todos son perdedores, porque no hay ninguna defensa, no hay ningún escudo que proteja a un país contra la lluvia de misiles con cabezas nucleares que inexorablemente caerá sobre él. Cualquiera que destruya a su enemigo, sabe que su enemigo, sobre todo en el caso de EEUU vs Rusia o viceversa, le destruirá también a él. Por eso, fundamentalmente por eso, no ha habido, desde Hiroshima y Nagasaki, nadie que se atreva a lanzar una bomba atómica contra otro. Por suerte el miedo guarda la viña. Sin ir más lejos, cabe recordar que si Estados Unidos se atrevió a invadir Irak fue porque, al revés de lo que aseguraba mentirosamente, tenía la certeza de que Iraq carecía de dichas armas. Esa es la razón, precisamente, por la que Estados Unidos no se ha atrevido a invadir Corea del Norte, porque esta sí que posee armas de destrucción masiva.

Descartada, pues, la probabilidad de una guerra nuclear en el mundo tripolar de nuestros días - la posibilidad de ella siempre existe, recuérdese el llamado Incidente del equinocio de otoño -, la pregunta que procede es, ¿ si no habrá guerra entre las tres superpotencias nucleares habrá paz entre ellas, aunque solo sea una paz helada?

Pues ni guerra atómica ni paz helada, lo más probable es que ya estemos asistiendo al comienzo de lo que muy bien podríamos denominar una Guerra Fría interesada, en la que EEUU parece querer enfrentarse a la vez con China y con Rusia, el nuevo peligro amarillo y el viejo peligro ruso, según ellos.

¿Peligro amarillo, peligro ruso?

¿Creerá la comunidad internacional semejante patraña destinada a aislar internacionalmente a China y Rusia?

Lo crea o no la determinación de Estados Unidos de llevar la nueva Guerra Fría adelante contra China y Rusia parece firme.

Baste para confirmarlo la actitud irresponsable de los presidentes estadounidenses en los últimos años, Trump acusando a China de infectar al resto del mundo con la pandemia del coronavirus y Biden calificando de “asesino” al mismísimo presidente ruso.

Para Estados Unidos, para sus élites económicas y políticas, de lo que se trata es de mantener a toda costa, también en el siglo XXI, la supremacía estadounidense en el mundo, su verdadero imperio neocolonial, el mayor de la historia, basado en el poderío de sus empresas transnacionales, los leoninos tratados de libre comercio

 y las más de 800 bases militares repartidas por todo el planeta.

De lo que se trata, es de evitar, por medio al menos de una Guerra Fría interesada, que China y Rusia convertidas en primera potencia económica y primera potencia militar del mundo, respectivamente, subviertan el orden internacional presidido por Estados Unidos desde la disolución de la URSS en 1991 en adelante.

De lo que se trata, por consiguiente, es de hacer descarrilar el amenazador proyecto chino, bien visto por Rusia, de crear un gran espacio económico y comercial euroasiático por medio de una Nueva Ruta de la Seda, terrestre y marítima, que ponga en contacto China con el oeste de la Unión Europea pasando por la mayoría de los países asiáticos y europeos intermedios.

Ese, y no otro, es el problema.

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