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Hay que hablar de la transición energética

Europa, España, y por supuesto las islas, nos hallamos en una encrucijada energética, de cuya salida van a depender numerosos sectores económicos. Está en nuestra mano diseñar y apostar por un modelo de energía limpia, abundante y a precios razonables que genere beneficios medioambientales, sociales y económico-financieros a medio y largo plazo. Los riesgos derivados del cambio climático y la contaminación global obligan a una actuación ordenada y coordinada entre todas las partes implicadas para lograr un sistema que optimice el consumo de recursos energéticos de acuerdo a los estándares y objetivos compartidos a nivel internacional, incorporando los avances científico-técnicos.

Los elementos nodales de dicho modelo han de comenzar, en primer lugar, con un sistema energético nacional suficiente basado en energía limpia y a un coste razonable, con una base sólida de interconexiones con territorios cercanos y salvaguardando el principio básico de garantía de suministro.

Para ello, en segundo lugar, se necesita un marco regulatorio que, garantizada la seguridad jurídica, establezca un terreno de juego en el que se produzca de manera gradual la sustitución de las energías más contaminantes por fuentes de energía con menor huella de carbono. A saber, una política energética estable, coherente y duradera en el tiempo, creando incentivos para una transición ordenada sin desdeñar fuentes tradicionales de energía que favorecen la des-carbonización de la economía y que están experimentando un importante desarrollo técnico. Un marco de actuaciones previsible, transparente y con continuidad en el tiempo para profundizar en las consecuencias de la transición energética, poniendo especial énfasis en los cambios inducidos en el modelo productivo.

En tercer lugar, es fundamental articular un debate en profundidad del sistema energético nacional, integrando a todos los agentes implicados: empresas, consumidores, inversores, relaciones laborales, expertos analistas, políticos, reguladores, medios de comunicación, abordando la conexión con países vecinos y los costes inherentes.

En Canarias, las peculiaridades de la insularidad y del modelo hoy en funcionamiento, hacen que nuestro sistema tenga un conjunto de características que contrasta notablemente con la situación peninsular. Las más importantes son el aislamiento de cada sistema insular (con la salvedad de Lanzarote-Fuerteventura), la dependencia de las importaciones, la irregular penetración de la eólica y la solar frenadas hasta hace poco por la regulación y siempre por las dudas en torno a la garantía futura de suministro, los costes financiados por todos los consumidores españoles (las denominadas “compensaciones por los sistemas eléctricos no peninsulares”) y el monopolio de generación y distribución de Unelco-Endesa.

Los elementos que están hoy sobre el tapete canario tienen como componentes elementos propios de toda Canarias y otros singulares en cada isla. Diferentes actores reclaman la plena soberanía energética poniendo como ejemplo la isla del Hierro y Gorona del Viento, sin mencionar la relación entre la población real, menos de 10.000 personas, con los costes del proyecto. Otros exigen que toda la energía provenga de fuentes renovables, obviando los problemas reales de garantía de suministro para los, en torno, al millón de personas que duermen cada noche en las dos islas capitalinas y las dificultades todavía hoy insalvables de acumulación.

Considerando que cerca del 50% de la energía se gasta en el transporte, habrá que apostar de forma más efectiva por el vehículo eléctrico, siempre que éste use energía renovable, para lo cual se necesita una infraestructura de red plenamente operativa, moderna y versátil. El vehículo eléctrico está en mantillas, tanto el público como el privado, mucho más importante. Sólo con un parque eléctrico considerable, basado en renovables, es posible hablar de otro modelo en el archipiélago.

El debate sobre el gas, tanto en Tenerife como en Gran Canaria, ha estado viciado por la política y a día de hoy, al menos en Gran Canaria, ya no sabemos a qué atenernos. ¿Suministro de buques; sustitución del gasoil en las centrales de ciclo combinado? No lo sabemos; el debate no ha estado acompañado de luz y taquígrafos. ç

La factura de la luz en los hogares canarios no ha dejado de subir en los últimos años, pero ello hubiera sido mucho más oneroso si se hubiera cortado el grifo que supone la inyección de casi 1.000 millones de euros anuales, a lo que ascienden las compensaciones por el sistema eléctrico de Canarias (Baleares, Ceuta y Melilla también tienen este régimen). En 2013 estuvieron en la picota. Si bien hoy han quedado garantizados en la reforma del REF, dado su monto no será de extrañar que un día puedan volver al centro de la agenda.

Otro elemento esencial de la coyuntura energética actual es el proyecto Chira-Soria, que, tras pasar de manos de Endesa a Red Eléctrica de España, sin mayor explicación, está también lleno de ruido. Mientras para un conjunto de actores es la solución para el sistema insular, dada su característica de regulador, para otros es una forma de obviar la falta de inversiones de Endesa en la isla, y para unos terceros la clave está en el soterramiento o no del cableado, cuyo coste puede hacer poco rentable el proyecto, según algunos. El proyecto nació tiempo ha, mas en la realidad no parece avanzar.

Por último, es muy importante señalar que, tras la compra de Unelco por Endesa, en 1988, y la posterior compra de ésta por Enel, 2007-2009, la situación energética del Archipiélago está en última instancia gobernada de facto por el Ministerio de Economía de Italia, quien controla la política corporativa de Endesa. Creemos, por tanto, que estas materias, como mínimo, deben ser objeto de análisis y reflexión. Y precisamente para participar en estos debates, hemos creado la Asociación para la Transición Energética (https://atenergetica.blog/) y nos estrenamos con unas jornadas de debate este martes y miércoles próximos en el Gabinete Literario.

Europa, España, y por supuesto las islas, nos hallamos en una encrucijada energética, de cuya salida van a depender numerosos sectores económicos. Está en nuestra mano diseñar y apostar por un modelo de energía limpia, abundante y a precios razonables que genere beneficios medioambientales, sociales y económico-financieros a medio y largo plazo. Los riesgos derivados del cambio climático y la contaminación global obligan a una actuación ordenada y coordinada entre todas las partes implicadas para lograr un sistema que optimice el consumo de recursos energéticos de acuerdo a los estándares y objetivos compartidos a nivel internacional, incorporando los avances científico-técnicos.

Los elementos nodales de dicho modelo han de comenzar, en primer lugar, con un sistema energético nacional suficiente basado en energía limpia y a un coste razonable, con una base sólida de interconexiones con territorios cercanos y salvaguardando el principio básico de garantía de suministro.